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El fiasco del pluriculturalismo

Pedro Portugal Mollinedo

De formación historiador, autor de ensayos y análisis sobre la realidad indígena en Bolivia, fundador del mensual digital Pukara

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Tiempo atrás –octubre de 2010- en una reunión de su partido la entonces canciller de Alemania, Angela Merkel, confesó que en su país la política del multiculturalismo había fracasado, que era quimera la idea generosa de que migrantes de culturas diferentes puedan integrarse, manteniendo su identidad y, al mismo tiempo, enriqueciendo la del país anfitrión. “…Esta perspectiva de una [sociedad] multicultural, de vivir juntos y disfrutar del otro (…) ha fracasado, fracasado totalmente”, lamentó.

La idea del multiculturalismo es en esencia liberal. Fue estructurada desde 1994 por pensadores como Joseph Raz, Ernesto Garzón Valdés, Will Kymlicka, Jacob T. Levy y Charles Taylor. Fue en las sociedades liberales occidentales donde se intentó su aplicación, con resultados discordantes. Durante el gobierno de Pierre Trudeau como primer ministro en las décadas de 1970 y 1980, Canadá la adoptó como política oficial. Un estudio de Denise Helly, 2007, sobre sus logros y limitaciones en ese país, concluye: “Las presentes generaciones de inmigrantes pagan un alto precio por su inserción en el mercado laboral, debido a las limitaciones de la política canadiense de pluralismo cultural y a los nuevos objetivos de la política de inmigración”.

Siendo el muticulturalismo ideología y política liberal, es en ese ambiente que se encuentra mayor parsimonia en cuanto a sus virtudes y logros. No sucede lo mismo en la vertiente progresista de izquierda. De las cenizas de los mitos revolucionarios emergieron esperpentos que, bajo tapujo de luchar contra el sistema capitalista, reproducen solo las divagaciones más controvertibles y chocantes de ese sistema.

Para distanciarse de su fuente de inspiración, el progresismo simplemente rebautiza esos productos: El multiculturalismo pasa a ser pluriculturalismo. El primero sería principalmente descriptivo de la multiplicidad de culturas al interior de un determinado espacio. El segundo, trataría la relación entre ellas en un espacio territorial y en perspectiva de una totalidad nacional. Mágicamente, el pluriculturalismo generaría la interculturalidad, relación sinérgica y horizontal de culturas en un mismo territorio: He ahí las raíces de nuestra famosa plurinacionalidad.

Dos Estados en el continente –Ecuador y Bolivia− se empeñaron plasmar la pluriculturidad en políticas públicas, ambos con estruendoso fracaso. En uno y otro los sectores concernidos desoyeron la chácara oficialista y se ensimismaron en sus propios rumbos. En Ecuador los indígenas de enfrentaron abiertamente al gobierno de Rafael Correa. En Bolivia, abandonaron a Evo Morales en su declive de noviembre 2019. Lejos de recuperar artificiosos saberes ancestrales, las culturas nativas aprovecharon el momento para incursionar y apropiarse de la modernidad, de sus valores y manifestaciones. Las pocas comunidades que tomaron en serio las pluriculturales promesas de sus gobiernos, conocieron la simulación de “la consulta previa”, la insolvencia de las autonomías que les fueron concedidas y las más pulidas fórmulas de dominio y explotación centralistas.

Pluriculturalismo y plurinacionalidad son modas. En otros países, como Chile, la creen receta exitosa. Allí puede fracasar no de manera chusca como en Bolivia y Ecuador sino mortíferamente, al despertar los demonios dormidos de la inestabilidad nacional y alentar la reacción de pueblos, como el mapuche que con armas en la mano reaccionan contra la iniquidad de los criollos de haberles negado la común condición nacional.

Quizás, la expresión más sarcástica en Bolivia del fiasco pluricultural sea que el denominativo de quienes agreden a comunidades indígenas del oriente usurpándoles el dominio de su territorio y degradando su entorno natural (y que son grupos de indígenas del occidente boliviano), lleven el apelativo de “los interculturales”, nombre que reemplaza el antiguo de “colonizadores” que ellos mismos se daban. El título de “interculturales” les fue impuesto por candorosos intelectuales, magnánimos activistas y poderosas ONG que se involucraron en el “asesoramiento” de esas organizaciones y rediseñaron teóricamente el país, pavimentan el sendero por el que después estrepitosamente incursionó el MAS.

El título
de “interculturales” les fue impuesto por candorosos intelectuales, magnánimos activistas y poderosas ONG.

 

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Pedro Portugal Mollinedo

De formación historiador, autor de ensayos y análisis sobre la realidad indígena en Bolivia, fundador del mensual digital Pukara

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