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El vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia propuso que en el futuro icemos dos banderas, la tricolor y la Wiphala, y cantemos dos himnos, el Himno Nacional, y el Cóndor Pasa, una canción compuesta por el músico peruano Daniel Alomía Robles en 1913. La propuesta no tiene nada de extraño pues Bolivia es el único país que tiene dos banderas oficiales, lo que hace diferente la iniciativa vicepresidencial es el contexto racista que la acompaña. Página 7 hace notar que en una previa reunión “dijo que la bandera nacional representaba a la Colonia y que la wiphala era la enseña de la plurinacionalidad”. Agregó que esta condición de colonialidad se presentaba como un sometimiento frente al cual, (figurativamente) los aimaras caminaban “como ovejas” con la cabeza agachada. “Tenemos –sentenció Choquehuanca- que empezar a caminar con la frente erguida”. Ese es el argumento de fondo, cambiar símbolos para cambiar hegemonías.
Lo que devela la iniciativa vicepresidencial es su propia imposibilidad para imaginar Bolivia como una sola entidad histórica, en el fondo, símbolos patrios diferentes solo pretenden dejar sentado que, para quien los propone existen dos países, dos culturas, dos horizontes posibles, dos maneras de pensar el pasado el presente y el futuro. En una cree y en la otra no. ¿será posible que nos gobierne un hombre que no cree en la nación que administra? Sin embargo, la pregunta frente a esta paradoja debiera ser: ¿los bolivianos de a pie sentimos lo mismo? ¿experimentamos la sensación de que habitamos un espacio histórico que nos es ajeno?
A lo largo del siglo XX se hizo común escuchar que en el territorio nacional habitaban dos bolivias, la blancoide mestiza y la indígena, a la que se le añadió a finales del siglo XX el adjetivo de originaria. Los ideólogos del indigenismo a ultranza deben comprender que, con pocas excepciones como el Vaticano, Mónaco y alguna otra, no existe nación alguna sobre la faz del planeta que no sea diversa étnica y culturalmente. Aferrarse a la idea de construir un país bajo la hegemonía de una cultura por exclusividad es anti-histórico. Intentar una sociedad dividida bajo la lógica de la diferencia como criterio ordenador y la hegemonía etnocéntrica de una cultura por encima de todas las demás como criterio político, es una propuesta hace mucho superada por el propio desarrollo de la modernidad. Se trata de una posición ideológica que los lleva a razonar mirándose al espejo sin ninguna otra imagen que no sea la de sus propios rencores. Ahí radica la vocación “pachamamista” que domina la lógica estatal del MAS obsesionada por dividir la sociedad bajo el impulso de la raza.
A mediados del siglo pasado, una explicación académica de la situación de los indígenas en el área andina argumentaba que la historia de los pueblos originarios se detuvo abruptamente con la llegada de los españoles, y que, la posibilidad de retomar esa historia suspendida en el tiempo, suponía liberarlos del yugo que conlleva un colonialismo interno. Se trata de una interpretación correcta, excepto que, en la sociedad, en la física o en cualquier área de los saberes a lo largo de la historia universal, cuando las cosas se “liberan” es porque necesitan avanzar, no retroceder. Hipertrofiar las diferencias de orden étnico o racial o de cualquier tipo no libera nada, solo deja ver que quienes no comprenden la diversidad que conlleva el mundo moderno caen de lleno en los ámbitos del pensamiento conservador, aferrados a todas las ideas que la historia dejó en el pasado.
No comprender que la diversidad y la complementariedad son los signos de nuestro tiempo, no haberse percatado que la modernidad liberó todas las fuerzas de la civilización; la economía, la ciencia, las culturas, la creatividad, el sexo, el arte, el derecho y todo lo que buenamente nos rodea para bien o para mal, por lo general termina intentando imponer un modelo, un pensamiento y una visión en detrimento del resto. Semejante itinerario solo es posible bajo el signo de las dictaduras totalitarias que la historia ya condenó.
Quien crea que goza de ciertos privilegios históricos que lo hacen diferente y exclusivo ya sea por su grandioso pasado, (como Mussolini que soñaba con restituir el Imperio Romano de Alejandro), por una cualidad étnica (como Idi Amin, el carnicero de Uganda) por el carácter de una raza (como Hitler que odiaba todo lo que no sea propio de la raza aria) o por la talla de su ego (como Evo Morales que se cree eterno), no solo resulta que marcha en contra ruta, sino, además, que es un remanente premoderno, es decir, retrógrado.
Choquehuanca y el MAS en su totalidad tendrían que comprender que pensar que nos podemos unir desuniendo, a más de ingenuo es ahistórico, y que, por su naturaleza intolerante, no son más que actos fallidos que en otras latitudes devastaron sociedades completas.