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El Reality Show de la Unidad

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En los últimos 60 días, hemos sido testigos de una peculiar dinámica en la arena política boliviana. Figuras que han estado presentes en los últimos 30 años parecen estar construyendo lo que llaman un “bloque de unidad”. Sin embargo, lo que debería inspirar esperanza en un país que necesita alternativas, me provoca una mezcla de desconcierto y asco. ¿Por qué? Porque esta “unidad” se parece más a un reality show que a un ejercicio serio de construcción política y de una propuesta de país.

Lo que observo en las redes sociales, hoy el principal escenario de consumo de información para muchos, es preocupante. Los medios tradicionales han perdido fuerza, y las redes nos ofrecen un espejo de nuestras propias burbujas. En este caso, lo que veo es una puesta en escena donde los actores políticos no buscan proponer, sino entretener. La lógica parece ser la misma que la de esos reality shows que hemos visto en televisión: reunir a personalidades en un mismo espacio y dejar que las cámaras capturen su drama, sus alianzas y sus traiciones.

La pregunta no es si los candidatos saben liderar o si tienen un plan concreto para el país, sino si saben “caer bien”. ¿Quién tiene las mejores habilidades sociales? ¿Quién genera más simpatía o más drama? El público evalúa atributos que poco tienen que ver con la capacidad de gobernar: su oratoria, su carisma, su historial de conexiones y, tristemente, su habilidad para sobrevivir en el guion que les han impuesto las circunstancias.

Es profundamente preocupante que esta dinámica se centre en el espectáculo y no en las propuestas. Ya no estamos en el tiempo de las meras consignas. Ese tiempo se agotó a mediados de 2024. Hoy, en 2025, deberíamos estar discutiendo temas críticos: ¿cómo resolveremos la crisis económica? ¿Cuál será nuestra estrategia de política exterior? ¿Qué haremos con la escasez de combustibles y dólares que tanto asfixia al país? Y no me refiero a solo señalar el problema, sino a cómo resolverlo. Y no, tampoco hablo de discutir si lo haremos en 90, 100 o 200 días.

La raíz del problema está en la falta de planificación. Esta discusión sobre “unidad” debió haber ocurrido hace un año. Pero aquí estamos, en pleno 2025, viendo cómo los mismos actores que anularon las elecciones primarias buscan su momento de redención. En lugar de haber trabajado en un plan concreto, han decidido posponer lo esencial para enfocarse en el juego del “quién lidera”. Peor aún, creyendo que el que gane este reality será automáticamente el próximo Presidente de Bolivia.

Y entre renuncias inesperadas a candidaturas, anuncios de mediáticas alianzas, disputas y reconciliaciones a la velocidad de una novela de horario estelar, el país no está mirando lo que verdaderamente nos debería preocupar: un padrón electoral que aún no inspira confianza, la falta de control sobre el proceso electoral y la ausencia de discusión sobre el modelo de elección en sí mismo. Pero, ¿ya viste a su vice?

A estas alturas, uno tiene que preguntarse: ¿es tan complicado poner sobre la mesa un plan? Algo que nos diga cómo vamos a reducir el tamaño del Estado, por ejemplo. No es solo hablar de achicarlo, sino de responder preguntas incómodas: ¿qué hacemos con la gente que quedará desempleada? ¿Cómo garantizamos que el impacto no golpee la economía interna? O, en el otro extremo, ¿cómo planeamos recuperar nuestra capacidad de negociación internacional? Es aquí donde se necesita cerebro, visión y, sobre todo, liderazgo real.

Porque, sinceramente, el problema no es solo qué modelo económico queremos, sino cómo vamos a implementarlo. Y, lamentablemente, con los actores que hoy vemos en este reality show político, el escenario es desalentador. Si llegan al poder sin un plan, la realidad los golpeará en la cara el primer día. Y ahí estaremos todos, viendo cómo se desmoronan en vivo, como un episodio más de este reality de mal gusto.

Lo peor de todo es que la construcción de este “bloque de unidad” implica una maraña de favores que deberán ser devueltos. Cuando la prioridad es devolver favores políticos en lugar de resolver problemas nacionales, ya sabemos cómo termina la historia: con un gobierno improvisado, enredado en sus propias promesas y con un país que sigue hundido.

En el fondo, estamos viendo cómo lo público se transforma en una moneda de cambio, algo que se transa sin remordimientos. Pero lo que Bolivia necesita es lo contrario: menos intervención estatal, menos capacidad para negociar conciencias y más espacio para que la gente pueda desarrollarse con lo que tiene.

Es hora de cambiar el guion. Este no debería ser un reality show; debería ser un ejercicio serio de liderazgo con visión de país. La población merece más. Bolivia merece más. Pero, para eso, necesitamos algo tan simple y tan escaso: un plan

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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