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Elecciones: Sólo quien se muestre poderoso y ganador, será elegido

Javier Medrano

Licenciado en periodismo y Ciencias Políticas de la Universidad Gabriela Mistral de Santiago, Chile.

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La crisis económica es una moledora de carne brutal de todo y de todos. El reguero de cadáveres políticos e institucionales que está dejando esta picadora es, sencillamente, inconcebible. La rodada hacia el desfiladero es tan brutal, que pareciera que nadie se salva de este estropicio. Si a esto le sumamos el reality show darwinista montado por las televisoras y las redes sociales, la cloaca apesta a kilómetros de distancia.

Pero, al parecer, existe un camino para salir de este escenario farragoso: construir la percepción de poderoso y, al mismo tiempo, de saber ubicarse como el candidato ganador en la mente del elector. Una dupla de competencias que en una carrera electoral, donde todos los candidatos tienen pisos y techos enanos, suena como una melodía perfecta.

Pero cuidado. Hay matices y deben leerse con mucha cautela. Estamos hablando de los más fuertes y asertivos. De aquellos iluminados que tienen la dicha de poseer esas dos cualidades que les permitirán sobrevivir y salir airosos de este fango. Porque no se trata de quien golpea con el puño las mesas de debates o quien vocifera diatribas por doquier, sin ton ni son. No es un ejercicio muscular, sino más bien, una inteligencia empática, que le permita al político medrar de un evento catastrófico gracias a un liderazgo sólido y diáfano.

En su momento, lo hizo Kennedy durante la crisis de los misiles con la ex URSS y su apéndice geopolítico cubano, doblándole la mano a Nikita Jrushchov; o un Jimmy Carter en la crisis de los rehenes con Irán o el propio Barack Obama en la operación que dio muerte a Bin Laden. O si se quiere, el líder ucraniano Zelenski que les planta cara a dos mafiosos como Putin, por el lado invasor y a Trump por su traición como aliado. Son liderazgos fuertes, no altisonantes. Son personajes que aglutinan confianza, seguridad, nunca miedo.

A este fenómeno en el análisis político se le conoce como “reunir a todos alrededor de una bandera”. De mostrar que se tiene la capacidad extraordinaria de unir visiones y certidumbres en torno a un liderazgo fuerte y empático. Capaz de resolver los problemas acuciantes. Este posicionamiento, además, valida el hecho de que el ciudadano de a pie tiende a entregar su apoyo – en este caso, su voto – a quien se muestra como la persona que fácticamente ostenta el poder independientemente de su ideología, de tal suerte que cualquier crítica política por parte de la oposición, incluso aquellas que sean ciertas y razonables, tiendan a volverse como un búmeran contra quien las profiere.

Algo muy similar sucedió con la crisis del coronavirus. Los presidentes o primeros ministros que lideraron de la manera más enérgica y asertiva, al mismo tiempo, fueron Merkel en Alemania, Trudeau en Canadá y Macron en Francia. Todos recibieron un bonus muy grande de confianza por parte de la ciudadanía que hicieron que sus tasas de aprobación alcanzaran récords históricos.

Cómo no mencionar a Churchill quien, durante la Segunda Guerra Mundial, lideró una de las batallas políticas y bélicas más determinantes para el mundo entero. Quizás el epítome de fuerza, visión, energía y uso de poder, logrando unificar a todos “en torno a la bandera de lucha” contra un tirano.

¿Qué está pasando en nuestro país? ¿Existen estos personajes históricos? ¿Pululan estos liderazgos valiosos y tan necesarios en esta crisis tan compleja? Por el momento sólo podemos avizorar un teatro pobre con personajes mediocres y malhadados.

Nunca se debe olvidar que el ejercicio de la política – desde los griegos – siempre se caracterizó por ser un oficio cruel y despiadado y que sigue una regla simple e inmutable: si un político deja un espacio sin ocupar, éste será inmediatamente “robado”, por el contrario.

Cabe preguntarse, entonces, cuántos espacios de poder deja libres el desastroso oficialismo y el masismo en su conjunto, sin que nadie pueda, hasta el momento, capitalizar esos vacíos de poder. Hasta casi podría decirse que hay una especie de desidia o conformismo que empuja a esta recua de políticos, ha conformarse con lo poco que tienen.

Un candidato, ciertamente diferente, debería destacar por su inteligencia emocional para entender el enorme momento político que le tocó vivir para, luego, marcar una visión nítida en torno a una bandera de lucha. Una sola. No dos, tres o cien. ¡Una sola!

Con mayor razón, si se tiene en cuenta la poca o casi nula confianza hacia los políticos. Para satisfacción mediocre de algunos, si miramos la lista de los líderes globales, la curva más importante es que sus calificaciones están empeorando en todo el mundo, casi sin excepción.

Vivimos una crisis de liderazgos a nivel mundial.  Y se está agudizando. Lo cual es bastante peligroso para la estabilidad geopolítica global. Si tenemos en cuenta que los principales 12 líderes políticos – que representan a más de cuatro mil millones de personas, que es más de la mitad de la población mundial – son tiranos, incompetentes o, de plano, mafiosos, quiere decir que realmente tenemos un problema muy serio.


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Javier Medrano

Licenciado en periodismo y Ciencias Políticas de la Universidad Gabriela Mistral de Santiago, Chile.

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