Es el momento de dolarizar (Argentina)
Marcos Falcone considera que el motivo principal por el que es deseable en Argentina es moral: desde hace décadas, el dólar es la principal protección de los argentinos.
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“La reforma de un banco del Estado es imposible. No hay más que un remedio de reformarlo: es suprimirlo” (Juan Bautista Alberdi)
No es el tema en boga. La narrativa es que no se puede o no se necesita hacerlo. Pero Argentina puede y debe dolarizar su economía. Este es el momento perfecto para hacerlo.
El motivo principal por el que la dolarización es deseable en Argentina es moral: desde hace décadas, el dólar es la principal protección de los argentinos contra la agresión estatal. A través del Banco Central, el Estado se ha apropiado una y otra vez del patrimonio de los ciudadanos mediante la emisión de moneda sin respaldo. Es un deber moral hacer todo lo posible para que eso no ocurra.
Desde 1946, cuando la explosión del gasto público en el primer gobierno de Perón se tradujo en déficits monetizados y la destrucción del ahorro en moneda local, el temor de los argentinos a perderlo todo se ha visto confirmado recurrentemente. La alta inflación se ha vuelto moneda corriente en un país que, sin un mercado de capitales desarrollado, ha tenido como refugio al dólar. La dolarización informal, que es un hecho cada vez que corremos a comprar dólares y fijamos precios en dólares, ha actuado como una legítima defensa.
Pero la dolarización formal también es deseable por motivos económicos. Terminar con el peso es abrir un mundo de posibilidades para las inversiones y el crédito, sin los cuales el crecimiento económico sostenido es imposible.
Espantamos inversiones porque es imposible calcular ingresos con una moneda que siempre pierde valor. ¿Quién entra a un lugar donde no sabe cuánto puede ganar y del que está seguro que no puede salir? A su vez, casi no existe el crédito privado porque los bancos están cómodos como prestamistas de un Estado que vive gastando más de lo que ingresa. ¿Para qué competir por clientes cuando se puede vivir de uno solo?
Se podría argumentar que la solución a la falta de inversión y crédito es simplemente equilibrar el presupuesto y eliminar los controles de capitales. Touché. Esas políticas son el presente y el norte del gobierno de Javier Milei respectivamente. ¿Pero son sostenibles en el tiempo?
Dolarizar la economía no solo se justifica moral o económicamente, sino también políticamente. Luego de que el PJ dejara otra bomba de gasto público en 2015 y la intensificara entre 2019 y 2023, no hemos visto ningún signo de que una potencial vuelta al poder lo vuelva mejor. Por el contrario, el peronismo está tan radicalizado como siempre: la receta económica de todos sus referentes conduce otra vez al uso del BCRA para llegar a una hiperinflación.
Por otro lado, los gobiernos no peronistas también sucumben a la tentación de intervenir en el tipo de cambio y contribuyen, aún sin quererlo, a la inestabilidad. Su motivo puede ser noble, como lo es la baja de la inflación. Pero fortalecer artificialmente al peso también lleva a la desconfianza y las expectativas devaluatorias, que como vimos recientemente corren el peligroso riesgo de desandar la desinflación que se gana.
Podríamos preguntarnos, llegado este punto: ¿por qué no tener un tipo de cambio libre? Tristemente, Argentina ha mostrado que no puede dejar flotar su moneda. Las presiones devaluatorias por parte de los exportadores o los industriales son constantes; las presiones revaluatorias por parte de los asalariados, también. Todos quieren que el Estado fije ganadores y perdedores mediante el tipo de cambio. Los gobernantes aceptan gustosos.
¿Y entonces qué? ¿Se puede dolarizar? La respuesta no solo es que hoy sí se puede, sino que ahora es más fácil de hacer que antes. Si la falta de reservas era un problema, la reciente intervención de Estados Unidos muestra que no faltarán dólares para apoyar una política liberalizadora en Argentina.
La cantidad de pesos en poder del público en el país al 30 de octubre (21 billones) es inferior al dinero que el gobierno de Trump puso a disposición de Milei; la dolarización generaría semejante shock de confianza que no solo no se necesitaría más que eso, sino probablemente menos. Los resultados positivos para la economía serían inmediatos.
Por lo demás, renunciar a la política monetaria no sería una novedad. No solamente ha dolarizado un país como Ecuador, que gracias a esa decisión sobrevivió al desastre fiscal del socialismo del siglo XXI; también España e Italia, entre otros, escaparon en años recientes a la tentación inflacionaria gracias a que sus gobiernos no tienen control sobre su moneda: están “euroizados”.
En ningún lugar del mundo es normal que los canales de noticias muestren el precio del dólar las 24 horas o jugar a adivinar cuánto valdrá el dólar el año que viene. Pero por sobre todas las cosas, no es normal gastar tanto dinero en mantener vivo al BCRA: la “costosa ficción” que es el peso, como la ha denominado Emilio Ocampo, deriva en un nivel de ahorros e inversión muy por debajo del necesario para que el crecimiento despegue. No tenemos por qué vivir así.
El presidente Milei tuvo a la dolarización y el cierre del BCRA como uno de sus principales ejes de campaña en 2023. Si decide seguir el consejo de Alberdi ahora, no solamente aumentará sus chances de ser reelecto. Si dolariza, Milei quedará en la historia como el presidente que trajo estabilidad a la Argentina de una vez por todas. Quizás no exista en nuestro país un reconocimiento más importante.



