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¿Estamos todos bien?

Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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Estas semanas han sido intensas en lo personal por motivos profesionales como familiares. La tensión subió hasta que hace dos domingos noté que tenía dificultades para hablar y un intenso dolor de cabeza. Inmediatamente fuimos con mi esposa a urgencia para descartar que sea el inicio de algo más grave como una pre-embolia.​

Gracias a Dios, todo salió bien y los análisis clínicos descartaron que hubiese sido algo grave o con secuelas. En lo inmediato fui conminado a descansar por lo menos una semana (y tuve que hacerlo porque no me sentía con fuerzas para trabajar). En el mediano plazo debo cambiar hábitos de vida en cuanto a ejercicio, alimentación y descanso.

Comparto esta experiencia porque soy uno más de millones en el mundo que estamos afectados por alguna preocupación.

De hecho, la semana pasada hubo una revolución en Twitter cuando el personaje Elmo de Plaza Sésamo hizo una pregunta: “Sólo chequeando, ¿están bien todos?” Fue un mensaje que fue vista por más de 200 millones, tuvo miles de comentarios y fue noticia mundial. Las personas aprovecharon esa pregunta para desahogarse.

Elmo estuvo asombrado que escribió unos días después; “¡Guau! ¡Elmo se alegra de haber preguntado! Elmo aprendió que es importante preguntarle a un amigo cómo está. ¡Elmo volverá a chequear pronto, amigos! Elmo los ama. #BienestarEmocional”

Vivimos en la época de la revolución silenciosa de los males emocionales, donde la ansiedad, la depresión y una serie de enfermedades afectan a la población. Y están donde menos pensamos.

Recuerdo que hace 15 años una noche estaba tomando un examen a mis alumnos. De repente una alumna mía vio que leía un libro con un título sugerente y me preguntó si es que sabía algo sobre las enfermedades emocionales.

Le comenté que sí y le aconsejé que si tenía algún problema vea especialistas según la gravedad. Si era algo todavía leve podía ver actividades que puedan moderar su inquietud; que si era algo emocional más definido la ayuda psicológica le iría bien; y si la dolencia se había profundizado era imprescindible la ayuda psiquiátrica.

La reacción de mi alumna me dejó atónito porque me dijo que ella había intentado suicidarse más de un par de veces. Le dije que en ese caso era fundamental tener la ayuda espiritual en su iglesia, apoyo psicológico para lo emocional y prescripción psiquiátrica para los desbalances fisiológicos.

La situación es tan grave que las medicinas para moderar los efectos fisiológicos de los problemas emocionales son parte esencial de la “canasta familiar”. El primer curso de capacitación que tuve por el banco central fue acá (Santa Cruz de la Sierra) en 2005, en la sede de la cooperación española.

El curso fue impartido por el Instituto Nacional de Estadística de España y era sobre el Índice de Precios al Consumidor. Cuando llegamos a la parte de salud, los instructores nos comentaron que en España dos tercios de los medicamentos eran o ansiolíticos o antidepresivos según las mediciones efectuadas.

Mi respuesta a Elmo es que no estamos bien; estamos agobiados. Además, no podemos hablar de nuestros males por una aguda incomprensión.

Por eso, me viene a la mente la “Plegaria de la serenidad” atribuida al teólogo Reinhold Niebuhrd, que dice: “Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia.”

Aunque desconocida, la segunda parte de la plegaria es mucho más preciosa y significativa: “Viviendo día a día; disfrutando de cada momento; sobrellevando las privaciones como un camino hacia la paz; aceptando este mundo impuro tal cual es y no como yo creo que debería ser, tal y como hizo Jesús en la tierra: así, confiando en que obrarás siempre el bien; así, entregándome a Tu voluntad, podré ser razonablemente feliz en esta vida y alcanzar la felicidad suprema a Tu lado en la próxima. Amén.”

En mi dolor me aferro a un viejo himno que apunta a quién tiene la clave del bienestar: “Estoy bien con mi Dios, estoy bien”.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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