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¿dónde está hoy la Estrella de Belén? Estrella una sola, de Paz, Amor, Luz, Fe y Esperanza, la que hace veintidós siglos iluminó las sendas hasta una criatura inocente, nacida de fe e ilusión. ¿Dónde estás, ahora, Estrella que no te vemos?
Mañana nacerá una vez más el Niño Dios para los cristianos de todas las confesiones y para los musulmanes (ʿĪsā) el mensajero de Dios y Mesías enviado para guiar al Pueblo de Israel. Pero seguimos tan odiadores y enfrentados como en tiempos protohistóricos de barbarie.
En Europa, son 300 días que Rusia —Putin y sus silovikí— invade Ucrania: el mismo sueño imperial que ha permeado la historia rusa desde Iván IV Rúrikovich El Terrible, nostálgica de una Cárcel de Pueblos llamada Unión Soviética. La invade con los mismos apetitos que en 2014, con mentiras y con descarnada violencia contra el pueblo ucraniano y despreciando al suyo propio que envía a morir, “bendecida” por el líder de la ortodoxia rusa, el Patriarca Kirill de Moscú y toda Rusia. La invasión putinesca —que ha trastocado el globalismo y desnudado la mentalidad cortoplacista, egoísta y pequeñoburguesa de gran parte del liderazgo europeo (Alemania, Italia, entre muchos) colgado del gas, el petróleo y los recursos naturales rusos, cercanos y baratos—, más que un apetito expansionista para recuperar fronteras zaristas, ha devenido en batalla entre democracia y autoritarismo.
Porque guerras hay en muchos lados: en Siria —entre los de Al Assad con apoyo de Rusia e Irán contra los opositores a la dictadura; turcos contra kurdos; todos contra el Estado Islámico—; en Tigray —Etiopía enfrentando a los tigray por un lado y Eritrea (y Yibutí y Sudán) por otro— y Oromo; en Yemen —más que una guerra civil entre hutíes y otras tribus, una guerra de Irán contra las monarquías del Golfo encabezadas por Arabia Saudita: conflictos entre chiíes y suníes; guerra civil en Somalia (Somalia y Kenia); en Mali; en Irak; en R.D. Congo y Uganda; Kivu (R.D. Congo, Ruanda y Burundi); con Boko Haram (Nigeria, Camerún, Chad y Níger); en Sudán (Sudán del Sur y Darfur); en Cabinda (Angola); insurgencias islamistas del Magreb (Argelia, Chad, Malí, Burkina Faso, Níger y Túnez); persecución de los Rohinyá y conflicto Kachin (Birmania)… Y conflictos en China (con uigures y con Taiwan); entre India y Pakistán (por Cachemira) y entre China e India (por Aksai Chin); por el Sahara Occidental (Marruecos, República Árabe Saharaui Democrática y Argelia); israelí-palestino…
Por este lado no estamos mucho mejor de violencias: de grupos guerrilleros (Colombia y Venezuela; también Paraguay y Perú) y de cárteles de narcotráfico (Colombia, México, Venezuela, Paraguay y Perú; también Ecuador, Brasil y Bolivia), sin olvidar las protestas por reclamos sociales devenidas en violencia desenfrenada —y quizás manipulada— (Chile 2019 y 2021, Ecuador 2021 y 2022, Colombia 2021; también Perú 2022).
Por nuestras tierras, la luz del Mensaje de Paz tampoco ha llegado: cruenta pelea entre un LuchoMAS —en ascenso, al menos ahora— y un EvoMAS —en declive, ahora y después—; dos oposiciones no partidarias, una (hija de oportunidad) con líder difuminado y otra (de coyuntura) con otro de barricada —y la pregunta es: ¿DEMÓCRATAS y UN sólo fueron protopartidos?—; una Justicia Injusta; el Estado de Derecho manoseado y conculcado; el narcotráfico crece y la narcoviolencia pare más violencia; la defensa de regímenes crueles y despóticos —Irán, Rusia, Nicaragua, entre muchos—; “milagros económicos” pero para la milagrería cada centavo que entra es el milagro; presupuestos ambiciosos pero ni a medias se cumplen —¿acaso hay con qué en un modelo que “bicicletea” los recursos, dilapida en lo improductivo y en la filiación partidocrática los menguados y sufridos ingresos?, y —de yapa— ni vicuñas ni vascongados —“leales” o “renovadores”, “centralistas” o “federalistas”, indianistas o mestizos— tienen una estrategia realista y completa —no discursiva ni de consigna— para un Proyecto País a treinta o cincuenta años o para la Bolivia del siglo 22.
Ése es el gran trauma hoy: las cuentas de vidrio ya no satisfacen al boliviano menor de 35 años (más del 64% del total): urbano o periubano —más del 75% del país—, mestizo —un buen censo dará entre un 65 y el 70%—, alfabetizado y con educación media superior completada —aunque con muchas falencias— y con libre acceso a información —real, sesgada o falaz— que, más de lo que los manipuladores creen, cada vez más saben cribar y discriminar.
Por ellos sí surca nuestro cielo la Estrella de Paz, Amor, Luz, Fe y Esperanza, no importa cómo la denominen.
el gran trauma hoy: las cuentas de vidrio ya no satisfacen al boliviano menor de 35 años (más del 64% del total)