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Parafraseando a Malin Maalouf, un escritor y pensador libanés, que enunciaba que la humanidad estaba desajustada, Bolivia no podía estar al margen de este descalabro global, por supuesto, muy a pesar de todos nosotros los bolivianos. Pero, a diferencia de otros países, que sí tomaron medidas y decidieron cerrar brechas, reencaminar procesos y tratar de resolver la mayor cantidad de demandas sociales, en el país hicimos todo lo contrario. Desde hace más de 16 años, los masistas realizaron un esfuerzo denodado y, debo admitir, tozudo y consistente, para provocar todos los desajustes posibles en una economía, en una sociedad, en una cultura y geopolítica interna. Realmente no creo que exista otro partido populista y demagogo con semejante capacidad para fregar, literalmente, a una nación. La UDP es una caricatura frente a este abrumador desorden que provocaron.
En menos de un decenio, el país cayó en un desajuste severo en todas sus líneas: Desajuste moral y ético, un desajuste económico debido a una pésima política pública plagada de corrupción y bonos y subsidios políticos, obras fantasmas, empresas públicas deficitarias, autoridades nacionales y regionales politizados antes que técnicos; llevaron un falso proceso de nacionalización y terminaron dinamitando toda la matriz energética. Rompieron la institucionalidad en todos los frentes, criminalizaron la política y se dedicaron a imponer una visión distorsionada de la realidad boliviana bajo, quizás, el mayor bulo de la política boliviana: el Estado Plurinacional. Que, a algunos sociólogos socialistas de cafetín, les llena de orgullo su patético experimento. Fueron ombliguistas y teóricos. Jamás administraron una empresa, jamás generaron una fuente de trabajo. Siempre recibieron dinero de becas, fundaciones y un caudal de dinero del Estado Plurinacional. Nunca ensuciaron sus zapatos, ni cambiaron un foco en sus casas.
Es por eso que este desajuste, también es intelectual. Ya no tenemos, o los hay muy pocos, intelectualmente honestos. Cabría discutir este concepto más a fondo. Pero por un tema de síntesis, baste decir que, en lugar de sembrar luces, terminaron defendiendo un proyecto escorado desde sus inicios. Pensaron que Bolivia sería un faro de inclusión social, de protección medioambiental, de instaurar una economía comunitaria – que, hasta la fecha, nadie sabe que tontera es esa y menos lo entienden los comerciantes, gremialistas contrabandistas y narco cocaleros, quienes son profunda y agresivamente capitalistas -; un pachamamismo que protege a mineros cooperativistas depredadores. Desfundaron al INE, invalidando sus estudios y métricas. Todos armamos negocios o emprendimientos con el dedo mojado en alto tratando de saber para dónde sopla el viento. Reventaron la confiabilidad en el Censo. El mayor ejercicio estadístico de un país para políticas públicas acertadas. Es todo un descalabro total. Un verdadero desmadre nacional.
Sólo hay parafernalia, espectáculo mediático, retórica e impostura. Bajo las luces de algunos medios amarillistas y decididamente pendencieros – casi mercenarios – vomitan teorías y acusaciones y son un claro síntoma del desajuste, también, mediático, en el que estamos metidos. No hay filtro, control, mesura, equilibrio, seriedad. Hasta visten como payasos de circo y gritonean a todos en cámara.
Frente a este panorama, sería muy oportuno preguntarnos, al igual que lo hizo Maalouf, si como bolivianos hemos alcanzado el techo de una incompetencia moral que raya en el absurdo. Narcos haciendo negocios por todos lados, jugando fútbol. Toneladas de droga incautadas casi a diario como si fueran gramos. Policías y militares metidos en negocios altamente sospechosos y una sarta de desajustes en el control y fiscalización por parte del Ministerio Público y Fiscalía frente a casos de corrupción, malversación de fondos, estafas y una enorme lista de políticos que se salen con las suyas y andan orondos por las calles con su dinero mal habido en sus billeteras. Prepotentes más encima, como el ciudadano de a pie, honesto y todavía digno. Porque ya hay un cansancio evidente y que más temprano que tarde sabrán cobrar esa factura tan pesada y humillante de los políticos de turno.
Los desajustes más críticos los vive el pueblo cubano, hundido en la pobreza y hambruna. Una isla completamente destrozada, como si un bombardeo hubiese arrasado con barrios, malecones; ni qué decir de los venezolanos, los nicaragüenses, los propios argentinos y un peronismo y kirchnerismo profundamente corrupto.
¿Y ahora quién arreglará estos desajustes? ¿Quién será ese corajudo de enfrentar a este monstruo de mil cabezas y cortarlas sin reparo alguno? ¿Quién asumirá esa tarea titánica? Nadie. Por lo menos en el corto plazo. No hay nadie. No hay una alternativa. No hay otro camino claro. Hasta en eso nos provocaron un serio desajuste los masistas: apabullaron nuestra esperanza de un verdadero futuro de bienestar y prosperidad.