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Historia, Desarrollo y Región 

Ana Carola Traverso

Socióloga y urbanista

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En octubre del 2020, Luis Arce candidato a presidente afirmaba en un programa de televisión que desconocía el modelo económico de Santa Cruz. Argumentaba en seguida, que no podía existir un modelo económico regional, sino uno nacional. Poco más de un año después, tanto el vocero gubernamental como el expresidente Morales aprovechaban la coyuntura política en la cual se desvelaba un caso gigantesco de corrupción municipal—con alianzas y conexiones al partido del MAS—para afirmar que el modelo de desarrollo e institucional cruceño estaba agotado. Vaya avance. De no existir hace poco más de un año, ahora se lo da por extinguido, lo que implica que el oficialismo reconoce que sí existe. 

De no ser porque el modelo de desarrollo cruceño sí ha recibido embates intencionales para acabar con el contrapoder regional, estas afirmaciones llegan veinte años tarde. Intentando crear un distanciamiento ficticio entre el MAS y el escándalo de corrupción de sus aliados en el municipio, estas afirmaciones no fueron siquiera capaces de contraponer el modelo masista al cruceño, desaprovechando la oportunidad para atacarlo con propiedad. Esta improvisación parece más bien una apresurada maniobra para anular el supuesto “poder (in) existente” de su adversario político (Santa Cruz).  En estas declaraciones se puede notar una estrategia discursiva contradictoria, inmediatista—para salvarse del desgaste político dada su complicidad en el caso de corrupción—y sin sustancia.

Pero aprovechando el cuestionamiento al modelo de desarrollo cruceño, revisemos qué le pasó al mismo. Primero, debemos recordar que el MAS no ha sido el primero en intentar atacar el modelo de desarrollo cruceño. El más importante intento sistémico contra el modelo de desarrollo cruceño se produjo a mediados de la década de 1990, cuando un MNR neoliberal (de “derecha”) exterminó las corporaciones de desarrollo regionales, centralizando la administración de sus recursos y competencias a favor de la prefectura—manejada por el gobierno central—y atomizando el territorio a través de municipios. Irónicamente, estas políticas (amén de la capitalización de empresas públicas) prometían modernizar el país. Pero lo cierto es que solo terminaron agotando el estado republicano, convirtiendo sus espolios en caldo fértil de cultivo para el proyecto populista del MAS. 

Parecía que esta primera ola de reforma neoliberal exterminaría la capacidad política y económica regional, pero no se logró este cometido. Solo basta comprobar qué pasó apenas 5 o 6 años después de la implementación de las reformas del MNR. A partir del 2001, emergió la reivindicación de la autonomía, recogiendo la demanda de creación de gobiernos departamentales. Este ideario, que había nacido en el marco del retorno a la democracia, proponía la profundización de espacios formales de participación desde las provincias—los principales beneficiarios del modelo de desarrollo cruceño—en la toma de decisiones sobre política regional. 

A través de esta reivindicación autonómica, Santa Cruz auspiciaba un movimiento que proponía un nuevo modelo de organización de Estado. Visualizando su radio de acción desde la gobernación (no desde el municipio ya que éste, en esencia, responde a la propuesta de configuración del Estado neoliberal), este movimiento se convertía en una de las renovaciones jurídicas y constitucionales más importantes de la historia contemporánea del país. Se debe enfatizar que esto se hizo muy a pesar de lo que el proyecto masista—una propuesta neoliberal de “izquierda”, pero neoliberal al fin—tenía previsto para Bolivia. La autonomía lleva ya casi 15 años de implementación, lo que demuestra que no fue solo coyuntural. Los datos demuestran que sí se logró cumplir con las promesas de mayor bienestar, acceso a servicios básicos y calidad de vida. Lo que es mejor, la autonomía se logró sin casos bochornosos de corrupción como los negociados del Fondo Indígena, Gabriela Zapata-CAMC, taladros en YPFB, tractores, barcazas chinas, Quiborax, Air Catering en BOA, INRA paralelo, LaMia, etc., demostraciones de la política en acción del masismo. 

Sería incorrecto decir que el modelo de desarrollo regional no ha sufrido modificaciones y una ingenuidad creer que éste se mantendría inalterado a lo largo del tiempo. El modelo de desarrollo cruceño se adaptó a nuevos contextos políticos y económicos, mutando de diversas maneras. Por ejemplo, si bien el cooperativismo está presente prácticamente desde su nacimiento, esta doctrina no es más su principal mecanismo de reproducción, aunque aún perduren muchas cooperativas. Sus actores tampoco se circunscriben de forma exclusiva a la cuestión regional, ya que deben considerar desafíos propios a sus sectores de cara al concierto global y una economía de mercado. En los hechos, la implementación de la autonomía departamental ha demostrado su adhesión a combatir las contradicciones fundamentales que erigieron el modelo de desarrollo cruceño como contrapoder regional: la labor por llevar a cabo su propio modelo de desarrollo, basado en el diseño formal de marcos de gobernanza mixtos para resolver la prolongada exclusión y discriminación del Estado a la Región. En esta tensa dialéctica, dos proyectos políticos y visiones de realidad entran en conflicto, enfrentándose constantemente y luchando por imponerse sobre el espacio geográfico, político, histórico y cultural que Santa Cruz representa.  

El modelo de desarrollo cruceño existirá mientras permanezca viva la tensión histórica entre Estado y Región, que, dicho sea de paso, es ya centenaria. En la medida en la que no se resuelva cómo gestionar dos propuestas de Estado—una depredadora versus otra generadora en lo económico, político, social y espacial—seguirá manifiesta esta tensión. Para entender la magnitud de esta afirmación, viene bien recordar la célebre frase del historiador José Luis Roca, quien lo resumía así, “la historia de Bolivia no es la historia de su lucha de clases sino la historia de sus luchas regionales”. Por lo tanto, cada vez que escuchemos ruidos de distracción mediática, recordemos cuál es y será para nosotros la principal de las contradicciones o tensiones irresueltas. Ello nos permitirá comprendernos mejor a nosotros mismos y a nuestro adversario histórico. Veremos entonces, cómo se despeja el camino, visualizando cómo librar cada una de las batallas que tenemos por delante.  

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Ana Carola Traverso

Socióloga y urbanista

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