OpiniónEconomía

Ideología, ciencia y producción de alimentos 

Oscar Ortiz Antelo

Ha sido senador y ministro de estado.

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El país sufre la escasez del maíz, grano de fundamental importancia en la cadena productiva que garantiza la seguridad alimentaria nacional. Una de las principales causas de las dificultades que se afrontan, además de la coyuntural sequía, es la limitación al uso de semillas genéticamente modificadas que permitirían incrementar notablemente la productividad y disponer de variedades que puedan resistir este tipo de eventos climáticos. Esta prohibición es irracional y solo responde a una visión ideológica que le cuesta a Bolivia miles de millones cada año, además de cientos de miles de empleos.

Lo paradójico de la situación es que todos los días consumimos productos elaborados en otros países que provienen originalmente de semillas en las que se ha aplicado la biotecnología. Por ejemplo, el trigo que el mismo gobierno importa para garantizar un precio fijo y subsidiado del pan, beneficio exclusivo para los departamentos del área andina, proviene generalmente de países como la Argentina o los Estados Unidos, en los cuales se utilizan de forma generalizada los Organismos Genéticamente Modificados (OGMs).

Por eso es que, cuando las autoridades gubernamentales responden al sector agropecuario que pueden importar libremente maíz no modificado genéticamente, los productores manifiestan que materialmente es imposible porque simplemente no existen países de donde se pueda comprar este tipo de productos. Todas nuestras naciones vecinas, entre ellos grandes productores de alimentos a escala internacional como Argentina, Brasil y Paraguay, utilizan este tipo de tecnología y avances científicos para incrementar su productividad, abastecer la demanda interna y exportar miles de millones de dólares en alimentos todos los años.

Obviamente que, en ninguno de estos países, se ha observado algún problema de salud entre la población, por el consumo de alimentos producidos con OGMs, como tampoco los observamos entre nosotros quienes los importamos y consumimos a diario, entre ellos pastas, lácteos, embutidos, leche de proteína vegetal, etc. Es la gran hipocresía de quienes se oponen a que se aproveche estos grandes avances científicos para incrementar la producción en Bolivia; todos estos críticos los consumen provenientes del exterior y bloquean la producción nacional.

Como me explicó recientemente el presidente de ANAPO, Fidel Flores, en el caso del maíz, sólo el 2% de lo que se produce y consume en el país, proviene de la variedad que se considera originaria, y cuya preservación se utiliza como argumento para justificar la prohibición del uso de biotecnología. En los hechos, desde hace muchos años, incluso décadas, el 98% del maíz que se produce en el país proviene de una variedad hibrida, cuyas semillas en gran parte se importan para abastecer la demanda de los productores avícolas, lácteos y porcinos, entre los más importantes, asegurando de esta forma la producción de huevos, lácteos y carnes de cerdo y de pollo que constituyen la base de la dieta alimentaria de los bolivianos. Esta es la realidad y por ello no ha desaparecido la variedad originaria que se utiliza para satisfacer nuestros gustos locales por bebidas como el api y el somó.

Bolivia se encamina hacía un grave problema en la generación de empleos y de divisas por la declinación de los actuales yacimientos de hidrocarburos y también por la falta de nuevos proyectos en la minería. La producción de alimentos es uno de los pocos sectores que, con las normas y condiciones adecuadas, podría rápidamente lograr un salto en la productividad que le asegure al país un desarrollo sostenible que posibilite la creación de miles de empleos adicionales, así como las divisas que sostengan el crecimiento económico.

No podemos seguir imponiéndonos nosotros mismos camisas de fuerzas por visiones ideológicas retrogradas que no responden a las necesidades del país sino a las agendas políticas internacionales de los financiadores de estas corrientes.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Oscar Ortiz Antelo

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