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Ignorantes mentales

Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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Hace una semana se conoció que un servidor público atravesaba por problemas mentales, además de dificultades físicas que imposibilitaban su trabajo.

No me referiré a la situación en particular ni a sus repercusiones respecto al proyecto que estaba administrando el servidor en cuestión, porque es un tema que va más allá de consideraciones particulares.

Aludiré a las masivas muestras de ignorancia sobre el tema que se generaron en los medios de comunicación y redes sociales.

Comencemos por la forma de referirse a los mismos. Existen miles de enfermedades y cada una con sus pesares y dolores. Por tanto, parece irónico referirse a los problemas “psiquiátricos y neurológicos” entre comillas o con énfasis en su pronunciación en las entrevistas.

¿Qué hubiese pasado si hubiese sido fiebre reumática y diabetes? ¿Se habrían referido a problemas “cardiocirculatorios y endocrinológicos” con similar énfasis? No creo porque no tienen el aura de las enfermedades referidas a la salud mental.

O el tenor que se puso en estas enfermedades más o menos de la siguiente forma: ¿cree que una persona con enfermedades neurológicas y psiquiátricas puede estar en el servicio público?

Para ello me referiré a lo que señaló la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre el tema: “La <<enfermedad mental>> no se refiere sólo a patologías graves, sino también a trastornos comunes como la depresión, la ansiedad, el estrés por el trabajo o casos de agotamiento que pueden ser tratados de forma adecuada si son manejados correctamente.” (La enfermedad mental en el lugar de trabajo: que no predomine el estigma, octubre de 2014)

Dicho reporte añade que “En promedio, alrededor de 20 por ciento de la población en edad de trabajar en un país de la [Organización de Cooperación y Desarrollo Económico] OCDE sufre de un trastorno mental en algún momento dado, según [Shruti] Singh [economista del trabajo en la OCDE]. <<Esto implica que el riesgo de experimentar una enfermedad mental durante una carrera profesional es alto para todos>>”.

En síntesis, este tipo de enfermedades son más comunes que lo que uno piensa. La inhabilidad laboral por esta situación debe ser diagnosticada por un especialista en la materia.

Es más, recuerdo que cuando estuve en el banco central y vine a un curso sobre construcción de Índice de Precios al Consumidor (IPC) en 2006, los capacitadores españoles nos comentaron que, al querer construir un IPC de medicamentos, vieron en una exploración preliminar que más de la mitad correspondía a ansiolíticos y antidepresivos en España.

Esta enfermedad es tan relevante y extendida que el premio Nobel de economía Angus Deaton y su coautora Anne Case publicaron el libro “Muertes por desesperación y el futuro del capitalismo”, donde apuntan a las condiciones socioeconómicas como responsables por la alta tasa de suicidios.

Es algo tan extendido que en la última premiación del Nobel de economía se recordó a Alan Krueger, quien aportó al tema galardonado, pero no fue premiado porque se suicidó en 2019.

Incluso se habla de la “Otra pandemia” cuando nos referimos a la salud mental como resultado del confinamiento, en especial en jóvenes y adolescentes y en trabajadores de la salud. De hecho, la OMS afirma que la depresión y la ansiedad subieron hasta 25% por la pandemia

Por último, está el adjetivo añejo y peyorativo de “loco” a quienes padecen estos males. Tanto es así que el portal Wikipedia señala que “Se designó como locura, hasta final del siglo XIX, a un determinado comportamiento que rechazaba las normas sociales establecidas.” Para tener una idea de lo anticuado del concepto, incluía a la epilepsia.

Con esta definición surgieron varios estereotipos y estigmas que dieron un aura particular a las enfermedades mentales, de tal forma que quienes las experimentan rehúyen tratamiento y diagnóstico especializado empeorando la situación.

Ojalá los especialistas en salud mental aclaren lo que realmente implica; y comunicadores y analistas indaguen más para salir de la “ignorancia mental”.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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