OpiniónEconomía

Inteligencia artificial e irracionalidad humana

Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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¿Qué es y qué hace la inteligencia artificial? Daré un ejemplo usando un libro de una autora boliviana radicada en Alemania publicado en 2021.

“<<Era Artificial>> de Gissel Velarde resalta la trascendencia de la Inteligencia Artificial (IA). El libro enfatiza cómo la IA revoluciona la productividad, eleva la toma de decisiones y fomenta la creatividad. Velarde argumenta que la IA redefine la interacción humana, optimiza la atención médica y modela la industria. El libro destaca cómo la IA se erige como la columna vertebral de la cuarta revolución industrial, impulsando la automatización y moldeando la economía. Además, subraya la necesidad de considerar cuestiones éticas y regulatorias para guiar el desarrollo de la IA de manera equitativa y sostenible.”

Lo puse entre comillas porque yo no escribí el anterior párrafo, sino ChatGPT, una herramienta de IA. Así lo decidí porque fui por curiosidad a la presentación del libro de Velarde dado que su versión en inglés se publicará pronto por la prestigiosa editorial británica Oxford University Press.

Me enteré de que Velarde escribió en 2020 el libro “Una estrategia 4.0 de Inteligencia Artificial en Bolivia”, donde proporciona elementos para que el país pueda adoptar esta tecnología disruptiva. El libro se escribió hace tres años, mucho antes de que la IA se hiciera famosa en el país y el mundo.

Además, Velarde tiene una iniciativa para el país y nuestra región, que es el Urubó Institute of Technology. La intención de Gissel y quienes apoyan su emprendimiento es construir “un instituto de investigación de talla mundial donde el trabajo, el ocio y el bienestar se complementan armoniosamente con la tecnología, la naturaleza y la sociedad.”

La IA llegó con fuerza para quedarse. Y no todo es color rosa, pues como lo indican Daron Acemoglu y Simon Johnson en su reciente libro “Poder y progreso”, plantea desafíos muy importantes para la humanidad, porque este salto tecnológico demandará también de un cambio en el contrato social y la distribución de los beneficios, tal cual sucedió con la revolución industrial.

En el mundo la IA está transformando todas las esferas de la vida ciudadana y se están manifestando los primeros síntomas. Por ejemplo, la huelga de guionistas en Hollywood se debe a que ellos ven sus trabajos en riesgo por la IA.

En Bolivia estamos en otra. En lugar de entrar a la IA, tenemos más bien algunos rasgos de irracionalidad humana.

Puede ser paradójico: estamos más concentrados en el litio, la materia prima que se usará en los dispositivos digitales, que en mejorar las capacidades de los bolivianos para usar estas tecnologías y ser expertos en IA.

No necesitamos un cambio, ni siquiera una revolución educativa. Requerimos un movimiento sísmico en toda la sociedad para apuntalar la verdadera riqueza de las naciones: la gente, el talento humano.

Continuamos resolviendo nuestros problemas de la Colonia y de la República respecto a recursos naturales y pensando en “la sal sobre la ensalada”, cuando debiésemos reflexionar en cómo hacer más y mejores platos.

Aclaro que soy un convencido de que los pueblos y naciones históricamente rezagados merecen reconocimiento y ser encaminados a la verdadera ruta del desarrollo. Pero la vía y la forma no parece adecuada para estos tiempos.

Estamos más guiados por la conducta de las masas (comportamiento de manada), que por esfuerzos racionales para mejorar. O bien, tenemos mayores ansias de escuchar aquello que creemos, en lugar de lo que es verdadero (sesgo de confirmación), especialmente en un ambiente tan polarizado como el actual donde las narrativas están bien marcadas.

Vivimos en un ambiente cada vez más irracional, especialmente frente a un nuevo periodo electoral que está agitando las pasiones.

Es triste que la coyuntura nos distraiga de las verdaderas prioridades. Eso pensé cuando percibí cierta desazón en Velarde por la baja receptividad en el país de sus ideas, en especial en el sector público.

¡Ojalá entremos al siglo XXI…!

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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