Irracionalidad, religión y política
Más allá o más acá de las razones que pudieran sostenerlas, las creencias son constitutivas de las sociedades humanas: de su cultura, pero también de la política. Es cierto que las grandes religiones presentan matices, especialmente a la hora de pensar el vínculo entre las instituciones y los individuos. Conocer la historia de Jesús es acercarse a un personaje que no fue rey, ni dirigió ejércitos, ni pretendió reglamentar la vida de sus reguidores. Aun así, las reliquias de la religión católica tienen tan poco fundamento como la creencia de que Lao Tse nació después de setenta años de gestación. En cuanto a la religión musulmana, es factible encontrarse con ejemplos en los que el poder de la fe se entremezcla con los gobiernos de los países. El fundamentalismo puede ser la base de tomas de decisión extremas.
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Todos creemos en mitos incompatibles con la razón. He tratado de formarme en el racionalismo más estricto, pero me inquieta que me asignen un cuarto en el piso trece del hotel, y me alegro cuando veo un gato negro porque, según la cultura nipona, a la que soy afecto, trae buena suerte.
Somos egocéntricos. Nuestras propias creencias nos parecen racionales y las de otros, síntoma de locura, pero esto es falso. Todos vivimos sumergidos en supersticiones y elementos simbólicos, que tienen problemas cuando se contrastan con la lógica.
Las verdades de cada religión no son universales. Cuando se reúnen un sacerdote católico, un rabino, un imán y un pastor, no lo hacen para averiguar la verdad, sino solo para dialogar. Las creencias son asunto de fe, no admiten una discusión racional.
Por eso, uno de los grandes avance de Occidente, con la revolución industrial, fue llegar a la separación del Estado con respecto a la religión. El Estado está para atender a todos, mientras cada religión sirve a sus fieles.
Esto fue posible dentro de la cultura cristiana, porque Jesús fue el fundador de una religión más alejado del poder en la historia. Nunca dirigió ejércitos, no fue rey de nada, no tuvo corte, ni vestidos opulentos. Estaba rodeado de seguidores pacíficos, que no invadían las propiedades de los ricos. No se metió a reglamentar la vida cotidiana de la gente, casi nunca habló de sexo, ni condenó a los homosexuales, a los divorciados, ni habló del aborto, no fomentó la costumbre de su época de lapidar a las pecadoras.
Las noticias que se tienen de sus enseñanzas son vagas y admiten interpretaciones. Están contenidas en una treintena de evangelios que recogen los relatos orales que circularon sobre él a lo largo de un siglo, atribuidos después a personajes que tal vez tuvieron contacto con su mensaje. De esos textos, la Iglesia católica llamó “canónicos” a cuatro, que según ellos son los que cuentan más la verdad, aunque son bastante contradictorios entre sí.
Jesús y sus discípulos eran judíos pobres. Hablaban arameo, no el hebreo de las clases encumbradas de su sociedad. Casi todos los evangelios se escribieron en conie, una forma de escritura griega, propia de los sectores menos ilustrados, que no separaba las palabras, ni tenía signos de puntuación ni mayúsculas. Imaginemos lo difícil que sería leer el Banquete de Severo Arcángelo impreso en un texto que una todas las palabras, de principio a fin, sin nada que permita distinguir unas de otras. Es lo que pasó con casi todos los textos que tenemos sobre las enseñanzas de Jesús, que dieron pie a todo tipo de interpretaciones. Por eso el cristianismo pudo adaptarse a los avances científicos, reinterpretándose a sí mismo, ayudando al desarrollo de Occidente.
En el otro extremo está el islam. Según sus creencias, en un sitio físico está el Corán, el libro uno y eterno que contiene toda la verdad. El profeta Mahoma no lo escribió ni lo inspiró. Simplemente, cuando entraba en trance, recitaba “aleyas”, poemas cuyo texto es exactamente el que consta en el libro eterno. Se organizaron en azoras, una especie de capítulos, que fueron recopilados a su muerte y editados, del más corto al más largo. Son el Corán terrenal.
Se sabe en detalle todo lo que hizo y dijo Mahoma a lo largo de su vida. Fue un guerrero exitoso, alcalde y monarca. Mientras Jesús habló de temas espirituales, en las aleyas de Mahoma constan disposiciones municipales y legales acerca de cómo debe organizarse la sociedad, que son inmutables porque son dadas por Dios. Incluso constan detalles de cómo y qué cocinar y de la orientación que debe tener el miembro al momento de orinar.
Lo que Huntington llamó “choque de civilizaciones”, el enfrentamiento de culturas y credos, está suplantando a los conflictos que se producen entre los Estados-nación. Estamos obligados a comprender los mitos religiosos
La fusión del Estado y la religión es total porque el profeta fue también rey. En esa sociedad, la democracia carece de sentido. No se sabe la identidad de los hijos que pudo tener Jesús, los cristianos no tienen una familia real vinculada a Dios. Jordania y Marruecos están gobernadas por monarcas hachemitas, descendientes directos del profeta, al igual que Irán y otros países musulmanes.
Otra fuente de la teología islámica es la Sunna, recopilación de Hadit, textos escritos por discípulos de Mahoma que recogen sus enseñanzas. Muchos de ellos hablan del Juicio Final. Los textos sagrados son al mismo tiempo leyes en el islam. Los interpretan jurisconsultos orientados por dos concepciones teológicas: la sunnita y la chiita. Todos creen que llegará el Juicio Final como indican los hadit, pero tienen una diferencia: para los sunnitas nacerá un Mahdi que conducirá a los creyentes en los últimos tiempos. Los chiitas creen que el duodécimo imán, Muhammad ibn al-Hasan, está vivo. Nació en Samarra en 868; su padre, Hasan ibn Ali, el undécimo imán, fue asesinado en enero del 874. En la confusión provocada por el atentado, el niño se escondió y, por voluntad de Alá, se convirtió en el Mahdi Oculto que vive en cuevas y sitios montañosos, esperando el momento para reaparecer al fin de los tiempos y encabezar a las tropas que impondrán la civilización islámica universal.
El Mahdi se ha mantenido en contacto con importantes líderes y profetas chiitas. Según quienes gobiernan actualmente Irán, al ayatolá Khomeini, líder la revolución de 1980, se le concedió la ḥikmah, facultad de comunicación permanente con el Mahdi Oculto, carisma que heredó el actual imán, Alí Khamenei. La Constitución iraní, cuando dice que el país está gobernado por Dios, alude a este gobierno directo del Mahdi Oculto.
Todo esto no sería más que curiosidad teológica si no fuera porque el imán Khamenei tiene el poder absoluto en uno de los países más poderosos del Oriente Medio, que está muy cerca de Israel. En 1979 Khomeini declaró el último viernes de Ramadán como el Día Mundial de Al-Quds (Jerusalén) para recordar la necesidad de “liberar Palestina del sionismo”.
En 2012 el imán Khamenei dijo: “Puedo asegurarles con total convicción que la llegada del Mahdi Oculto es inminente”. Aludía a que existen signos que constan en los hadits que se cumplían en ese momento: estaba previsto que los líderes cristianos serán la gente más despreciable, el adulterio se generalizará entre ellos, los hombres se vestirán como mujeres y buscarán a otros hombres, mientras que las mujeres buscarán a otras mujeres, lo que, según él, se estaba cumpliendo. La Sunna anticipó otros síntomas: la Primavera Árabe, guerra interna y agitación en países árabes, también la coexistencia de dos papas católicos, predijo que Irak sería invadido por occidentales, que se tomarían sus mezquitas para impedir que sean templos del Mahdi, los cruzados bombardearán Yemen, la base de la que deben partir los soldados duodecimanos para rescatar La Meca, cosa que ocurre con los hutíes. La masonería la organización del demonio, anticristo de los islámicos, controlará el mundo, reuniendo a los principales líderes de Occidente. Se ha demostrado que el ayatolá Khamenei es Seyes Khorazami, uno de los profetas del fin de los tiempos que, como estaba previsto, nació en la ciudad de Mashhard, señalada desde hace más de mil años como cuna del líder del fin de los tiempos.
En 2012, Khamenei recibió mensajes que le hicieron creer que había llegado el fin del mundo. Su texto de “Los últimos cien días” anunció la inminencia del exterminio de los judíos y el orbe, y la presentación de Jesús en Damasco para incitar a los cristinos a convertirse al chiismo duodecimano o morir.
Están totalmente equivocados quienes creen que es fácil tirar unas bombas para que los islámicos entreguen Gaza y así construir un resort norteamericano. Creen estas cosas.
Los arios no solo están en Irán. El país limita con Afganistán y Paquistán, en los que otra cultura aria, los pashtum, tiene enorme poder.
En Afganistán gobiernan el país, con un régimen fundamentalista conducido por la interpretación talibana del islam, fomentada por Osama bin Laden, un empresario árabe saudita al que los Estados Unidos entrenaron y auspiciaron para que se opusiera a la invasión soviética. Una vez armado, organizó una red terrorista que atentó en contra de las Torres Gemelas.
Los Estados Unidos invadieron Afganistán para atrapar a Bin Laden. Después de una sangrienta guerra, tuvieron que huir precipitadamente, dejando el país en manos del Talibán. Después encontraron al terrorista, viviendo en Abbot Abad, la zona militar en la que se encuentra el armamento atómico de Pakistán. Si bien los pashtun no son chiitas, son islámicos. Quieren la desaparición de Israel, y cuando la reciente incursión norteamericana en Irán, Pakistán dijo que estaba dispuesto a usar sus bombas nucleares en contra de los occidentales.
Conocí Pakistán e Irán. El fundamentalismo religioso es tan intenso en un país como en el otro. Creer que el respaldo al gobierno teocrático de Irán se ha debilitado por su política hacia las mujeres es tan disparatado como creer que el gobierno argentino tiene una crisis de popularidad porque no obliga a las mujeres a usar velo.
Lo que Huntington llamó “choque de civilizaciones”, el enfrentamiento de culturas y religiones, está suplantando a los conflictos entre los Estados-nación. Estamos obligados a comprender que la veracidad de los mitos religiosos de los otros es tan válida como la de los nuestros.
Un taoísta cree que Lao Tse nació, después de setenta años de gestación, como un anciano iluminado. Las reliquias de la religión católica tampoco tienen lógica. Es poco probable que las dos plumas y el huevo venerados en la catedral de Maguncia hayan pertenecido al Espíritu Santo cuando se convirtió en paloma; que los restos de los Reyes Magos, que nunca existieron, sean los venerados en la catedral de Colonia, o que el apóstol Santiago, que nunca salió de Jerusalén, una vez crucificado, haya atravesado el Mediterráneo y subido hasta Compostela para que lo veneraran.
También es poco probable que un ser inteligente y malo que estuvo presente hace 14 mil millones de años, cuando se originó este universo, haya esperado todo este tiempo para intervenir en las elecciones de la provincia de Buenos Aires.