OpiniónEconomía

La crisis cambiaria, tranquilidad a pesar de todo

Juan Antonio Morales

Economista, profesor emérito de la Universidad Católica Boliviana

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Es conocido que el sistema de tipo de cambio fijo es sumamente sensible a ataques especulativos y que esa sensibilidad es una de sus debilidades. La otra debilidad es que abandonar la paridad cambiaria es muy costoso en términos económicos, y sobre todo, políticos. Ésta es una razón por la cual se postergan, en lo posible, las inevitables modificaciones cambiarias.

Las reservas internacionales de los bancos centrales constituyen el dique de defensa del tipo de cambio fijo. Si el público percibe que el banco central no tiene suficientes reservas para defender el tipo de cambio, aumenta su demanda, sea para defender el poder adquisitivo de sus tenencias de dinero o para aprovecharse de una eventual devaluación. La especulación se hace a costo del banco central. Eso es lo que teóricamente tiene que suceder.

Si bien la demanda interna de dólares ha aumentado, no se ha sufrido felizmente un pánico y no ha habido una estampida. Varias razones explican tentativamente esta pasividad del público. Una primera es la de operaciones cambiarias en el exterior del país entre exportadores y grandes importadores. Una segunda razón es que los pequeños demandantes de divisas se abastecen en el mercado informal y no recurren necesariamente al BCB. No se tiene una información precisa de los montos del mercado informal. Las estimaciones varían entre 7.000 y 10.000 millones de USD, sumas muy superiores a las que tiene el BCB. El tipo de cambio para operaciones en el exterior y en el mercado informal es superior al tipo de cambio de venta oficial, pero la brecha entre ellos es pequeña.

Una tercera explicación, que ya la hemos mencionada en artículos anteriores, está en las expectativas. La baja inflación de casi cuatro décadas hace que las expectativas de inflación y de devaluación no se hayan perturbado. Ellas podrían empero desestabilizarse con las últimas noticias sobre la venta del oro y lo que nos queda de tenencias de ese metal precioso.

Se está consiguiendo el control de la inflación con el subsidio a los combustibles, las restricciones cuantitativas a las exportaciones y con congelamientos de los precios de los alimentos. El tipo de cambio fijo también contribuye a la baja inflación, en la medida en que los tipos de cambio de nuestro gran proveedor de alimentos, que es la Argentina, se deprecian, con su consiguiente abaratamiento en dólares. Tanto las medidas administrativas señaladas como las depreciaciones del peso argentino son precarias y tienen altos costos. Al desaparecer esas medidas, nuestra estabilidad de precios puede no mantenerse, tanto más que la alta liquidez en moneda nacional que planea en la economía. podría volcarse contra los precios. El cociente RIN/agregado monetario M2 es 18% (Jemio, 2023, p.34)

La “bolivianización” parece haber atenuado la demanda por divisas. La economía no está dolarizándose. En efecto, no se ha producido una sustitución del boliviano por dólares, como medio de pago. El público sigue efectuando sus transacciones comerciales en el país y saldando sus deudas en moneda nacional.

Por otra parte, los precios se siguen cotizando en moneda nacional, excepto aquellos que siempre se han fijado en dólares, aún en épocas de gran abundancia de esa moneda.

Por último, las dificultades para comprar dólares y las políticas adoptadas por algunos bancos de no incrementar sus pasivos en dólares, están limitando la dolarización financiera. Desde hace mucho tiempo, los clientes del sistema financiero han dejado de contraer créditos en dólares y ahora con mayor razón.

Es destacable la serenidad del público ante las malas noticias. A las dificultades cambiarias se le suman las fallas estructurales del actual modelo de desarrollo, que nos está dejando sin sector exportador en el corto plazo y sin las cruciales inversiones directas extranjeras. En el mejor de los casos, estaríamos exportando, en cantidades significativas, el prometedor litio, recién el 2026.

Las autoridades deberían aprovechar la calma prevaleciente, para efectuar los ajustes necesarios para retornar a la normalidad. Algunos de esos ajustes exigen inteligencia y coraje.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Juan Antonio Morales

Economista, profesor emérito de la Universidad Católica Boliviana

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