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El derecho a vivir en paz en el mundo, debiera ser una cultura activa en nuestro día a día. La paz no es un objetivo de la vida sino su fundamento mismo (advirtamos, la naturaleza nos muestra que existe una armonía y un equilibrio, donde todos estamos integrados e interconectados) pero a pesar de ello, en líneas generales, muchos seres humanos, confunden su propio drama psicológico emocional como si fuese su realidad existencial.
Todos los extremos (fanatismos) son nocivos, porque implica pérdida de sentido común. En ese sentido, si bien la economía obviamente es importante, pero si no existe un equilibrio y la convertimos en lo más importante de la vida (al extremo de considerarla mucho más importante incluso que nuestra propia vida y/o salud), resulta que frente a los recursos limitados, las guerras acaban siendo inevitables y la paz bajo ese enfoque, es imposible, perdiendo el sentido de la vida y de la humanidad, degenerándose nuestra existencia en violencia sumado al sacrificio de la salud del ser humano debido a las fuerzas comerciales, quienes imponen a manera de moda, qué debes comer, qué debes beber y cómo deberías vivir, basados únicamente en la conveniencia de orden financiero, sin importarles las graves consecuencias que todo ello acarrea, como ser, la degradación del suelo, los alimentos con carencia de micronutrientes, entre otros males más, olvidando que sin ecología no se puede construir una economía fuerte.
Es así que la consciencia humana es quien debería decidir la naturaleza de la existencia humana y en consecuencia las fuerzas comerciales, deberían servir a dicho propósito; sin embargo, está ocurriendo todo lo contrario, es decir, las fuerzas comerciales o de ventas, son las que están determinando la naturaleza de la existencia humana, sólo y únicamente con motivos o fines estrictamente económicos y muchas veces sin sentido común, tal es el caso de confundir alimento con producto comercial, mediante la manipulación de los sentimientos y de las emociones de las personas, de la mente compradora.
Si las personas no experimentan una verdadera paz interior en sus vidas, debido a que acaban siendo títeres de sus emociones y pensamientos descontrolados, confundiendo felicidad con placer, creyendo que su dicha depende de alguien o de algo (aparentar, alcanzar, tener o lograr algo), lamentablemente estarán condenados a llevar una vida bajo compulsión.
De allí que, no podrá existir paz en el mundo, si es algo que la gente ni siquiera ha probado en su interior y si no cuenta con auténticas buenas relaciones (de involucramiento, cercanía y confianza), que permitan crear personas que sean verdaderamente pacíficas y tengan algún sentido de integridad dentro de sí mismas, posibilitando que la paz se disemine. Por lo tanto, el esfuerzo de toda una vida, debiera orientarse por producir seres humanos pacíficos (que florecen como primavera en sí mismo).
Con todo ello, por mucho que se debata sobre pacifismo jurídico y constitucionalismo global, si antes no orientamos la existencia humana en armonía, equilibrio y con sentido común, donde cada persona lleve su experiencia de vida de forma agradable, la paz mundial sólo será una palabra más en el diccionario, que aparecerá con más frecuencia en los textos teóricos de las declaraciones de buenas intenciones sobre el derecho a la paz en el Derecho Internacional Humanitario y Derechos Humanos o servirá en la configuración de frases teóricas para la retórica.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo