OpiniónPolítica

La justicia a desquite

Diego Aguilera

Abogado y Docente Universitario

Escucha la noticia

El sociólogo francés Pierre Bourdieu teoriza sobre los capitales como bienes materiales y simbólicos que interactúan dentro de un campo. Entre los principales están  1) el capital económico que hace alusión a los recursos y propiedades materiales que dispone un sujeto, 2) el capital cultural, tiene que ver tanto con los títulos académicos que el sujeto ha conseguido y los recursos cognoscitivos que maneja, como con aquellos saberes heredados durante el proceso de sociabilización 3) El capital social que hace referencia a los contactos sociales, a la red de relaciones, a las conexiones y obligaciones sociales y a la posición que ocupa el individuo dentro de un determinado grupo social y finalmente 4) el capital simbólico que tiene que ver con el prestigio, el reconocimiento social alcanzado por el sujeto dentro de un campo. Los capitales, además se interrelacionan entre sí, por ejemplo, el tener un capital económico permite al sujeto a entrar a un colegio o universidad de prestigio y con ello adquirir al mismo tiempo tanto el capital cultural (por la calidad de la enseñanza) como el capital social (por las relaciones con los compañeros).

De una manera más sencilla lo resume el actor Ricardo Darín cuyo personaje en la película “Tesis sobre un homicidio” sentencia: “El abogado a los 30 labura por un puesto, a los 40 por la guita y a los 50 por el prestigio”. En ese contexto, el abogado Iván Lima alcanzó un prestigio como jurista gracias a su capacidad intelectual, había conquistado el preciado Capital Simbólico. No lo conozco personalmente, pero quienes si lo conocen hablaban muy bien de él como hombre de leyes.

Nombrado ministro de Justicia por el presidente Arce, a Iván se le había encomendado quizá la tarea más importante en su trayectoria profesional: reformar la justicia. La cereza de la torta. Su legado como jurista. Hubiera incluso podido agregar un nuevo capital en su mercado de capitales: el capital político. Si el entonces ministro Arce apalancó su carrera presidencial con el (discutible) éxito de la revolución económica, Lima pudiera haber realizado el mismo esquema y ponerse en carrera presidencial de cara al futuro si hubiera llevado a cabo una verdadera reforma de justicia. Tal como lo intentó hacer Blattman en épocas de la llamada democracia pactada.

Desafortunadamente para el país eso no ocurrió, y la justicia durante el primer año de gestión del presidente Arce estuvo exclusivamente destinada a una sola misión: limpiar la imagen del jefazo. En efecto, a partir de detenciones arbitrarias, procedimientos abreviados y juicios viciados de nulidad, se pretendió cambiar la historia de un fraude y una movilización ciudadana que todos vivimos por un Golpe de Estado que solamente tiene sustento en la creatividad de los escritos y memoriales emitidos por los jueces y fiscales que llevan adelante esta investigación. En resumen, el problema de la justicia, que nos afecta a los más de 11 millones de bolivianos, tuvo que mantenerse en lista de espera, porque primero había que cumplir con el capricho de una sola persona.

El ministro de Justicia, que había prometido una reforma inmediata tras que asumió el cargo, tuvo que posponer su promesa. Sin miramientos podemos decir que se aplazó en su primer año de gestión. El Presidente decidió darle un voto de confianza y mandarlo a desquite, el Ministro tiene una nueva oportunidad, solo que está vez los bolivianos no vamos a aceptar un cordero a cambio de mejorar su nota.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


Cuentanos si te gustó la nota

100% LikesVS
0% Dislikes

Diego Aguilera

Abogado y Docente Universitario

Publicaciones relacionadas

Abrir chat
¿Quieres unirte al grupo de Whatsapp?
Hola 👋
Te invitamos a unirte a nuestro grupo de Whatsapp