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Hace 20 años se estrenó la película “La sonrisa de Mona Lisa”, que narra la historia de una profesora de arte en una universidad tradicional para mujeres en los años 50 del siglo XX. La profesora fue interpretada por la famosa Julia Roberts y las alumnas protagonistas fueron parejas de superhéroes en posteriores películas: Kirsten Dust del Hombre Araña y Maggie Gyllenhaal de Batman.
La película muestra cómo la profesora alienta a sus alumnas a aspirar algo distinto que lo usual para la época. Las estudiantes hacían una carrera universitaria acotada, para luego casarse y tener familia. En la cinta surge una disputa al respeto entre los grupos de estudiantes que veían en la profesora a alguien que les retaba a ver más allá de la carrera corta y continuar sus estudios, frente a otras que valoraban más el matrimonio y la familia.
En el fondo, la película trata de la decisión que han enfrentado billones de mujeres en el mundo entre estudiar, dedicarse al cuidado de la familia o encontrar una solución intermedia.
Como varias otras decisiones económicas, ésta depende de las expectativas. Por ejemplo, el precio de una casa hoy no sólo resulta de su ubicación, temperatura, tamaño, etc., sino de qué pasará a futuro con la casa y su entorno. Es decir, de qué tan atractiva será la zona en los años siguientes y las facilidades que tendrá alrededor como centros de abasto, educación, salud, etc.
De igual forma, una mujer decidirá cuánto formarse en función a las expectativas que tenga a futuro. Por ejemplo, hace un siglo se esperaba que las mujeres se dediquen por completo a las labores domésticas, por lo cual no optaban por estudiar. Sin embargo, ya con los hijos fuera del hogar veían que, si podían volver a trabajar, pero que ya la época de capacitación ya había pasado. Es decir, hubo un desencuentro entre expectativas y oportunidades.
¿Por qué la decisión de estudiar, trabajar y emprender es distinta para hombres como para mujeres?
Más allá de la opinión que podamos tener, existe evidencia de que las expectativas de actividad e ingresos son distintas para hombres y mujeres. En el último caso, la decisión de casarse va aparejada a la de tener familia. Estudios sólidos y serios muestran que las mujeres tienen menos ingresos que los hombres a partir del primer hijo, aún si tienen similares perfiles educativos y profesionales.
Estudiar la inserción laboral de las mujeres de forma seria y rigurosa es un desafío intelectual porque requiere un enfoque científico que se concentre en las causas más que en confirmar los propios prejuicios.
Esa labor la ha realizado la profesora de la universidad de Harvard Claudia Goldin, quien ha tenido una larga carrera de investigación sobre el mercado laboral de las mujeres. Gracias a sus investigaciones históricas comprendemos que las mujeres tuvieron una participación laboral alta hace dos siglos, que cambió en la medida que la industria requirió personas con dedicación total, incompatible con las labores familiares.
Junto a su esposo y también profesor de dicha universidad (Lawrence Katz), descubrieron que la pastilla anticonceptiva proporcionó a las mujeres la posibilidad de decidir sobre cuándo tener hijos y planificar su futuro, incluido familiar.
También las investigaciones de Goldin explicaron que la brecha salarial entre hombre y mujeres se debe también al cambio en la forma de trabajo: ambos ganaban lo mismo cuando se pagaba por destajo, mientras que la valoración de carreras largas favoreció a los hombres.
Hace 20 años “La sonrisa de Mona Lisa” fue un éxito de taquilla por detrás sólo del “Señor de los Anillos” y con la remuneración más alta hasta ese momento a la actriz principal. Hoy la sonrisa de ella y de billones de mujeres es triunfante porque el consenso científico ha optado por reconocer las potencialidades y barreras de la mujer en la historia económica mundial por intermedio del Premio Nobel de Economía a Goldin.
Un mensaje contundente y bien merecido en la semana que se homenajea a la mujer en Bolivia.
