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A diez días de ocurrida la primera vuelta electoral, va quedando claro que las dos opciones que pasaron al balotaje representan a la disyuntiva que deberá tomar el país entre la libertad o el socialismo residual.
De un lado, se propone un plan coherente para reordenar la economía y cortar un proceso inflacionario que se va acelerando, con medidas que reactiven la inversión privada nacional con seguridad jurídica y atrayendo nuevos capitales del exterior, para generar empleo genuino.
Del otro, se multiplica la oferta de gasto público prebendal para distintos sectores, golosinas que en realidad serían “caramelos envenenados”, que contribuirían a la aceleración de la inflación y que, por lo tanto, acabarían siendo pagados con creces por esos mismos “beneficiarios” y por todo el resto de la ciudadanía.
Más allá de los factores coyunturales que se suelen citar como excusa, la causalidad de la subida de precios tiene que ver con un fenómeno monetario, la impresión de Bs. cada vez mayor desde el BCB, que ha llevado a una inflación interanual del 25% (mucho más en lo alimentario). Si la nueva administración persiste en el descontrol del gasto público y la expansión de la base monetaria, no puede descartarse un cuadro de hiperinflación, a la manera de una nueva UDP.
Decimos que una de las opciones representa a un socialismo residual, en parte porque significaría una continuidad con la fallida política económica actual, quizás con algunos gestos cosméticos de cambio pero en un marco de incoherencia que llevaría al fracaso. Pero también lo señalamos por los apoyos a esa alternativa que se van develando, dados en primera vuelta por organizaciones del masismo a través del voto corporativo, burocrático y “comunitario”, un voto oculto que las encuestadoras no supieron detectar dentro de los indecisos.
Es decir, que también en el plano político puede existir cierta continuidad, más aún teniendo en cuenta que buena parte de las listas parlamentarias que acompañaron a la dupla Paz-Lara fueron llenadas a último momento, tres días antes de la elección, con un alto porcentaje de ex funcionarios y militantes del Movimiento Al Socialismo (un disidente del PDC habla de un 70%).
En definitiva, se ha dado un “entrismo”, vieja táctica de izquierda que parece haber sido actualizada por el socialismo del siglo XXI, para “irse pero no tanto”, conservando cupos e impunidades.
Frente a ese “entronque histórico” con el populismo masista, tenemos la opción clara de la libertad, que permitirá cambiar no sólo de gobierno sino de régimen, hacia un sistema donde se devuelvan al ciudadano y a la sociedad civil la capacidad de decidir su destino, sin pasar por las venias y permisos de un Estado burocrático.