Los triangulitos de los Chicago Boys
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En 2015 se estrenó en Chile el documental “Chicago Boys”, que narra la historia de los economistas chilenos que fueron a la Universidad de Chicago en los años cincuenta en adelante. Fueron famosos porque promovieron reformas de mercado que resultaron exitosas en el caso del país vecino.
Todavía existen varios foros y eventos en los cuales se los rememora como héroes por las reformas efectuadas, que detuvieron el caos económico en la época de Allende. Se debe reconocer que su contribución fue opacada por la naturaleza dictatorial del gobierno de Pinochet en el cual se realizaron estas reformas.
Al respecto, me quedo con la opinión del reconocido economista chileno – estadounidense Sebastián Edwards que: “«En mi opinión la historia es muy simple: Pinochet fue un hombre muy malo que delegó la política económica a un grupo de economistas muy buenos».”
Yo no entraré en la valoración de las reformas y su contexto, sino de lo que aprendí por experiencia propia de las Chicago Boys con los cuales compartí durante casi seis años. Me refiero a Dominique Hachette, Ernesto Fontaine, Rolf Lüders, Gert Wagner, entre los principales, así como quienes los siguieron.
Compartí con ellos mientras fui investigador asociado en la Pontificia Universidad Católica (PUC) de Chile y luego en Felipe Larraín & Asociados entre 2000 y 2004.
Mi impresión sincera es que más que una posición ideológica como tal, tenían una visión más técnica de la economía, con énfasis en la discusión académica y de ideas, más que en la profesión de fe de una visión inmaculada de la economía.
Coincido con Hachette de que su enfoque era más bien de “la visión de una escuela científica, donde lo importante era buscar la mejor y más simple explicación de cómo funciona nuestra sociedad, y eso se obtiene con una combinación de análisis teórico y verificación empírica en forma profunda y repetida.”
Por eso, los veo no cómo héroes ni como villanos sino como profesionales, apasionados por la discusión de las ideas más allá de los dogmas. Esto no quiere decir que hayan tenido sus propios sesgos ideológicos, así como errores e incluso desatinos y censuras.
Una de sus contribuciones más importantes, pero menos citada, es la “evaluación social de proyectos”. Como lo digo frecuentemente, la “macro” es fácil y de mucho sentido común en cuanto a las prescripciones que podrían resumirse en equilibrio y sostenibilidad global como de los diversos sectores.
En cambio, las decisiones de política pública a nivel “micro” requieren un análisis técnico riguroso para que se puedan evaluar los beneficios y costos de las diversas medidas a implementarse, desde la provisión de infraestructura hasta la regulación en los mercados.
En ese marco, la PUC fue sede del CIAPEP o Curso Interamericano en Preparación y Evaluación de Proyectos de Inversión entre 1976-2006. Gracias a ese entrenamiento, cientos de técnicos en Chile y Latinoamérica fueron preparados para evaluar las diversas iniciativas de proyectos. En ellos se enseñaba a medir el bienestar de consumidores y productores con “triangulitos”, que son básicos en el análisis de mercados, pero fundamentales para comprender las valoraciones sociales.
Aunque no se tiene un monto del ahorro que habría implicado el conjunto de decisiones técnicas, presumo que puede se incluso más alto que aquel que se menciona por las reformas macroeconómicas, puesto que involucró miles de decisiones de inversión.
Ojalá que más allá de las diferencias ideológicas y temporales, nuestro país pudiese contar con un centro similar que permita evaluar los proyectos públicos con la mayor rigurosidad posible, más allá de las consignas emotivas, históricas, culturales u otras, para una mejor y más eficiente asignación de recursos.
Volviendo al punto principal, mi experiencia me indica que la Universidad de Chicago fue más bien un centro de discusión de ideas, que una escuela de pensamiento rígida. Aludo nuevamente a Sebastián Edwards, quien luego de profesar ideas de izquierda pudo llegar a ser un Chicago Boy en el mejor sentido de la palabra.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo