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El pasado lunes, participé en un conversatorio de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG) y de la plataforma Dunia, donde expuse sobre la situación política actual de Bolivia y acerca de las probables perspectivas de evolución.
En cuanto a lo primero, estimé que hay dos grandes variables que influyen en el escenario y que son: a) las luchas en el Movimiento Al Socialismo, que de internas han pasado a ser centrales en la política boliviana; y b) el acelerado desgaste del modelo económico “social-comunitario”.
Expliqué que las luchas intramasistas no tienen que ver con diferencias ideológicas, ya que ambas tendencias se encuadran en la matriz del “socialismo bolivariano”, y tampoco con un cambio en cuanto a los referentes externos, porque los dos liderazgos se mantienen en la órbita regional de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y bajo la tutela global del capital corrosivo chino, el neoexpansionismo ruso y la teocracia iraní.
Se trata, por lo tanto, de una lucha de poder en tres ejes o dimensiones: la personal, entre Luis Arce y Evo Morales, donde la que antes era una segunda línea del MAS no se resigna a volver a una posición subordinada y se embandera tras la crítica del “culto a la personalidad” o del “jefismo”; la sectorial, entre los sectores evistas ligados directamente a la producción de coca-para-cocaína, y los amplios estamentos burocráticos creados por un Estado elefante; y la regional, entre la menguante hegemonía del Chapare y El Alto, que parece buscar un camino propio.
La segunda gran variable es el estado terminal en el que se encuentra el modelo económico, que funcionó relativamente mientras existió un enorme flujo de ingresos por las exportaciones de gas natural, que empezó a decaer a partir del 2015 y ahora ha entrado en una fase crítica, con el surgimiento de un tipo de cambio paralelo, la opacidad sobre las reservas internacionales y la insostenibilidad del subsidio al precio interno de los combustibles.
La razón indica que deberían abrirse los candados que existen para muchas exportaciones, para captar las divisas que necesita la economía boliviana, que debería modularse hacia abajo el abultado déficit fiscal y que la revisión del subsidio ya no puede seguir siendo postergada.
Alguna concesión menor se avizora en el primer tema, aunque no la necesaria abolición del sistema de permisos estatales. Lo segundo es más difícil, en una coyuntura pre-electoral. En cuanto a lo tercero, el gobierno parece estar apostando a que desde la sociedad civil haya una suerte de “operación clamor”, donde se pida la suba de precios de los combustibles, con tal que no haya escasez.
Si esto no funciona bien, al gobierno arcista le queda la opción de adelantar las elecciones, antes de que el desbarajuste económico pulverice sus chances (todavía moderadas a altas) de reelección. Una jugada al estilo de lo realizado hace no mucho por Pedro Sánchez en España. La oposición está avisada y debe ponerse a pensar y actuar con seriedad.