OpiniónEconomía

Milei, del liberalismo posible al liberalismo verdadero

Marcos Falcone estima que la magnitud del desafío que enfrenta la Argentina y la extrema debilidad formal del gobierno han implicado un camino de reformas heterodoxo, pero que no por eso es menos liberal.

Marcos Falcone

Politólogo, Project Manager de Fundación Libertad de Argentina

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En 1887, Bartolomé Mitre sostenía que la Argentina estaba en una “república posible en marcha hacia la república verdadera”, y se hacía eco así de una distinción que Juan Bautista Alberdi había hecho años atrás. No sin motivo elegirían Natalio Botana y Ezequiel Gallo, un siglo después, la misma fraseología para referirse al período histórico entre 1880 y 1916: lo que había comenzado como un país pobre, dividido y casi sin gobierno efectivo, terminaba como un país rico, unificado y con un Estado nacional en condiciones de administrar la democracia naciente.

Para la Generación del ’80, la Argentina de 2025 sería irreconocible, porque ningún país en el mundo ha transitado un des-desarrollo como el nuestro. La república verdadera no se sostuvo, y por mucho tiempo ni siquiera tuvimos una república posible. Pero hoy, después de décadas de declive, hay indicios de que un sector mayoritario de la población entiende que el camino del estatismo, abrazado durante décadas por el peronismo y el radicalismo por igual, en realidad no tiene salida. Que el presidente sea Javier Milei, autodenominado liberal, libertario y hasta anarco-capitalista, probablemente sea la consecuencia directa del colapso sin par que sufrió la Argentina.

Sin embargo, a dieciocho meses de la toma de posesión de Milei, persisten críticas que sostienen que su gobierno no es liberal. Se esbozan preguntas de diverso tenor, desde generales (“¿dónde están las bajas deimpuestos? ¿Y las privatizaciones?”) hasta las más específicas y a veces sectoriales (“¿cuándo eliminan las retenciones? ¿Cuándo cierran los registros automotores? ¿Por qué hacen publicidad oficial a través de empresas estatales si dijeron que terminarían con la pauta?”).

El gobierno puede, naturalmente, defenderse. La decisión de hacer un ajuste del 25% en términos reales, bajar algunos impuestos y comenzar la desregulación de la economía ha llevado a resultados disímiles pero impactantes, como la baja de 53% a 32% de la pobreza y de casi 300% a 47% de la inflación (el peor impuesto de todos), la unificación cambiaria, el renacimiento del crédito, nuevas inversiones (entre ellas la inversión privada más grande de la historia del país), el abaratamiento relativo de los alquileres, la expansión de los límites del monotributo, y una larga lista de etcéteras. Los logros económicos existen y cimentan la base, además, de éxitos futuros. Tan es así que hoy, en julio de 2025, el Estimador Mensual de Actividad Económica del INDEC se encuentra en máximos históricos.

Es cierto que Milei no dolarizó la economía ni cerró el Banco Central, como dicta su ideal monetario. También es cierto que la Asignación Universal por Hijo superó en términos reales a cualquier momento del último gobierno peronista, algo que quizás uno no esperaría de un presidente anarcocapitalista. ¿Pero significan estos hechos que Milei no es liberal? Sería absurdo afirmarlo. Los liberales críticos del gobierno parecen olvidar el hecho de que, amén del 56% obtenido por el presidente en la segunda vuelta en 2023, su partido controla menos del 15% del Congreso. Ningún presidente minoritario en las últimas décadas en la Argentina ha sido tan minoritario como Milei.

Los liberales, por su propia naturaleza, tienden a ser pésimos administradores del poder: el liberalismo político es ante todo una defensa del individuo frente al Estado, pero entonces ¿cómo gestionar una cosa de la que se desconfía? Aquí aparece la singularidad del presidente: la Realpolitik. Sistemáticamente, durante la presidencia de Milei los recursos del Estado se han utilizado, y no repudiado, precisamente para liberar a los argentinos del peso estatal. Veamos algunos ejemplos. Se le critica a Milei que gobierna sin presupuesto, pero solo por su ausencia fue posible que alcanzara el equilibrio fiscal inmediatamente al mismo tiempo que morigeraba los efectos del ajuste a los más pobres mediante la AUH. Se le critica a Milei el uso de su poder de decreto, por cierto abusado por presidentes anteriores; pero lo ha utilizado sobre todo para desregular, es decir para quitarse poder a sí mismo. Se le critica a Milei que desdeña el Congreso, pero gastó capital político en aprobar una sola ley, Bases, con la que se aseguró un nuevo régimen de inversiones y facultades extraordinarias para gobernar mientras sigue en extrema minoría. No es que en las acciones del gobierno de Milei no haya liberalismo; es que hay astucia, generalmente desconocida entre los liberales.

¿Sería deseable que el presidente no insulte a sus adversarios? Definitivamente sí. ¿Pero sería Milei hoy presidente si su estilo no se hubiera basado en insultos? Probablemente no. ¿Y estaríamos mejor con Massa o Bullrich como presidentes? Definitivamente no. Había (hay) un trabajo sucio que alguien tenía (tiene) que hacer y que implicaba una ruptura: ni los buenos modos ni el consenso nos habían llevado a buen puerto. Una Argentina perfecta nos brindaría un liberalismo verdadero, quizás, con el que podríamos hacerlo. La Argentina imperfecta que tenemos nos brinda el liberalismo posible.

La tarea que Milei tiene por delante es titánica, porque más allá de los logros en la estabilización de una economía cuasi-hiperinflacionaria, lo cierto es que alguien tiene que desarmar de una vez la “república corporativa” denunciada por Jorge Bustamante ya en su libro de 1988 (reeditado sugestivamente sin un solo cambio en 2023). Y esto implicará más conflicto del que hemos visto hasta ahora. Quienes viven de privilegios concedidos por el Estado siguen tan fuertes como nunca, desde los empleados estatales que heredan puestos de trabajo hasta los empresarios prebendarios que viven de la protección aduanera, pasando por jueces que socavan rutinariamente el derecho a la propiedad privada y muchos otros. Hasta que no pierda sus espurias fuentes de financiamiento el establishment, que el presidente llama “casta”, la Argentina no podrá cambiar de verdad.

La magnitud del desafío que enfrenta la Argentina y la extrema debilidad formal del gobierno han implicado un camino de reformas heterodoxo, pero que no por eso es menos liberal. Los liberales pueden estar ansiosos y es bueno que así sea, porque de hecho son pocos los que quieren las reformas que quiere Milei; pero dieciocho meses es demasiado poco para juzgar la película completa. Si el presidente logra persistir y trasladar su impulso a las áreas donde todavía no se han podido hacer cambios, quizás acabe su gobierno por finalmente transitar el camino del liberalismo posible al liberalismo verdadero.


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Marcos Falcone

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