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No es solo la economía, estúpido

Hernan Terrazas

Periodista

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En 1992, en vísperas de las elecciones, la candidatura de Bill Clinton parecía enfrentar un desafío demasiado grande. La popularidad del entonces presidente, George Bush, había llegado a casi el 90% y el proceso parecía de mero trámite. Pero algunos de los asesores de Clinton vieron que había otros temas que podían atraer el interés de los electores y a alguien se le ocurrió el hallazgo de “es la economía, estúpido”. Es decir que, si querían hacer frente a Bush debían apelar a preocupaciones más inmediatas de la gente.

La frase se puso de moda a partir de entonces y no faltó el candidato latinoamericano que la utilizó como eje de su campaña. Pero las frases que funcionaron ayer o en determinados contextos, no siempre funcionan hoy, aunque los contextos parezcan los mismos. En Argentina, por ejemplo, donde todo mundo pensaba que los males de la economía le iban a pasar factura al ministro-candidato Sergio Massa, la gente no voto desde el bolsillo y el peronista ganó la primera vuelta.

Parece increíble, pero un país con una inflación acumulada en 2023 de más del 100%, con el dólar paralelo bordeando los 1300 pesos y un clima agravado de incertidumbre, apueste por el ministro de Economía, Massa, responsable del manejo de los principales indicadores que tienen que ver con el día a día de la gente.

Y en Bolivia las cosas no son muy distintas. Todas las encuestas revelan que la preocupación número uno de los bolivianos en este momento es la crisis económica y que una mayoría asocia el problema con la escasez de dólares, pero de todas maneras cuando se pregunta por quién votaría en las próximas elecciones el ganador es el actual presidente Luis Arce, a quien por cierto se ve como responsable de la administración económica desde hace más de una década.

¿Por qué la economía no es tan determinante como antes a la hora de votar, independientemente de que la situación casi toque fondo como ocurre en Argentina? Hay varias explicaciones. Una es que, en el caso del país vecino, el votante prefirió preservar algunas conquistas sociales, antes que votar por una opción como la de Milei que, si bien representaba el cambio, constituía una amenaza para valores democráticos compartidos sobre todo por las clases medias argentinas.

Que venga un tipo como Milei y desconozca, como lo hizo, que en la década de los setentas del siglo pasado hubo miles de muertos y desaparecidos por la dictadura, que advierta que en un eventual gobierno suyo los subsidios al transporte serían eliminados, que amenace con realizar un plebiscito para eliminar la Ley del Aborto, entre otras expresiones de su credo político, fue una tarifa del “cambio” que, como se vio en las elecciones, los argentinos no estaban dispuestos a pagar.

La lección que queda flotando para otras democracias, en particular para la boliviana, es que la renovación de líderes y el cambio de partidos que pide el ciudadano a gritos, no debería ser interpretado como una licencia para revertir algunos avances importantes, con el pretexto de realizar los ajustes que un manejo “racional” de la economía demanda.

La gente es muy capaz de ver detrás del disfraz de cordero renovador al lobo calculador, frío, conservador y técnico. Por eso, aunque a la mayoría no le alcance el dinero para llegar a fin de mes y haga de tripas corazón cada que debe pagar cada semana unos centavos más por los artículos de primera necesidad, a la hora de votar pone en la balanza también otras consideraciones que son resultado de años de otro tipo de acumulaciones. Y es que queda bastante claro que ¡no es solo la economía, estúpido!

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Hernan Terrazas

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