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Estamos viviendo – y lo digo incluso a título profesional – la pesadilla de todo periodista: tener más preguntas que respuestas. Fuentes cada vez más ambiguas o especialistas dubitativos. Gente no especializada sino más bien aprendices de mago y especulativos. El click nos conduce a un sinfín de páginas, de documentos académicos, de libros recién salidos de imprenta, pero todavía es muy prematuro para saber con exactitud qué es lo que se viene. Están los agoreros, los apocalípticos, los religiosos, los tecnológicos, pero nadie parece ser esa sibila que nos diga lo que pasará en el corto plazo.
¿Qué puede hacer realmente ChatGPT? ¿Qué es la IA generativa? ¿Aquella que crea lenguaje y contenidos Qué es realmente? ¿Qué tan confiables pueden ser sus contenidos y sus herramientas? ¿Y para el beneficio o perjuicio de qué oficios? ¿Qué tipo de habilidades se requieren para usarlos? ¿Acaso se requieren de habilidades especiales o es todo intuitivo? ¿Qué tan rápido está mejorando esta tecnología? ¿Cuáles son los reales riesgos para nosotros como individuos, como sociedad? ¿Cuánto de todo esto es solo exageración? ¿Qué quiere y qué espera el público por parte de los medios cuando busca fiabilidad en la información?
El lanzamiento público de ChatGPT fue a fines de noviembre de 2022. Fue una bomba atómica que cayó sobre nuestros ordenadores, móviles, tabletas y cualquier dispositivo conectado a Internet. Todos nos metimos de cabeza. Todos la probamos. Todos nos asombramos y, todos, empezamos a asustarnos.
El periodismo quedó atónito. Que es la vereda desde la cual escribo esta columna. Toda la industria de las noticias de inmediato se preguntó: Y ahora ¿qué sigue?
Lo primero a entender es si ya no somos útiles. Si hemos palmado como oficio. Algunos de los expertos más reconocidos, subrayan que lo que preocupa realmente a los medios es seguir siendo necesarios tras la transformación aportada por la IA. Sobrevivencia pura.
¿Somos todavía un oficio con vigencia? ¿Con demanda real? ¿Con una comunidad de lectores fieles?
El gremio se rebela y grita que las noticias rigurosas e imparciales siempre tendrán demanda. ¿Pero en estos tiempos de un dinamismo brutal surgen las voces que con inquina retrucan y cuestionan a los medios y periodistas y les espetan qué llaman por riguroso e imparcial? Al final del día es cuestión de percepciones.
La única certeza que podemos rescatar es que la aplicación de la IA aplicada a las noticias es algo que, en lo mínimo, cae en lo especulativo. ¿Bastaría ese principio para invalidar cualquier noticia de la IA? Cualquier periodista, incluso novato, afirmaría que sí. Por supuesto.
Hay indicios muy serios de que esta clase de búsqueda generativa ofrecida, por ejemplo, por IA de Google y Microsoft, son de frente acciones para asumir un “control del usuario” a través del algoritmo que identifica sus necesidades, sus gustos, sus pensamientos, sus ideologías, sus credos. Luego, la IA generativa le “arroja” noticias que validen sus posturas y a las que, obviamente, las reconocerá como válidas, sólo por el hecho de ver afianzadas sus percepciones. Por más distorsionadas que estas sean. Terraplanistas, ufólogos, teorías conspiranoicas, ascendencias reptilianas.
¿Reemplazarán los bots las salas de redacción, de las coberturas noticiosas, de las editoriales de los medios? ¿Predecirá la IA escenarios de crisis, de delitos, de infracciones a la ley; anticipará accidentes, asesinatos, complots, guerras? Será la policía cibernética orwelliana. ¿Se habrá acabado el libre albedrío? ¿La capacidad de equivocarnos y de aprender?
Para preocupación de quienes trabajamos con la palabra, hemos pasado de que la tecnología nos facilite la vida a tener que amoldarnos a ella. Aunque no queramos. O, lo que es peor, se ha apropiado de lo único que creíamos propiamente humano: el lenguaje.
Por lo pronto, ¿cómo podré distinguir una novela, un cuento una obra de ficción escrita por un humano de una confeccionada por IA generativa? ¿Un reportaje, una crónica, distinguir una fake news, un bulo? ¿O sacarme de un bulo para meterme en otro? ¿Soy yo quien escribe esta columna, o un bot de IA generativa?