OpiniónPolítica

Oposición, con mayúscula

José Rafael Vilar

Analista y consultor político

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2023 se inicia muy convulso: la violenta aprehensión/secuestro del Gobernador cruceño; la represión policial de las protestas en Santa Cruz de la Sierra; los masistas agrediendo a los que protestaban en La Paz; marchas en el resto de las capitales y otras ciudades de todo el país…

Y nada augura una mejoría, sino todo lo contrario. Como panorama: el MAS se ha fracturado entre la plaza Murillo y el Chapare y la batalla por el 2025 crece en ferocidad, enfrentamiento que incorporará todas las armas posibles (mientras más deleznables “mejor”); el apresamiento de Camacho lo ha convertido —más que su misma persona— en bandera de protesta nacional por la democracia y la justicia más allá del pedido de su misma libertad —más incierta si recordamos que Añez lleva dos años de trofeo de una falsa narrativa y acumulando (como ahora Camacho) procesos judiciales írritos— mientras, en prioridad del imaginario mediático y social, pasa a segundo plano el debate de la relación del departamento cruceño con el Estado; el Poder Central utiliza crecientemente sus opciones represivas —policías, militantes, lumproletariado (Marx dixit)— contra la población, huérfana de organizaciones estructuradas —que no lo son, per se, los comités cívicos—; se acercan las elecciones judiciales.

No son pocos quienes hemos afirmado—me incluyo— que, cada vez más, es hora de la Política, con mayúscula. El rodillo parlamentario que le dio al MAS la mayoría absoluta de escaños en 2009 —referéndum revocatorio en 2008 y nueva constitución en 2009 por medio— y 2014 dejó amilanados a los asambleístas elegidos en 2020 representando las oposiciones aunque esa elección el MAS sólo fuera mayoría a secas.

Los partidos políticos que marcaron la vida política boliviana desde 1952 (MNR) y posteriores (MIR, ADN, incluso UCS y NFR) murieron en 2003 y los que quedaron después (UN, Demócratas) demostraron en 2019-2020 que no lo fueron (Demócratas, numéricamente la segunda organización política del país a la zaga del MAS, implosionó cuando perdieron espacios de poder). El MAS —formado en la suma de organizaciones muy diversas con firme vocación de lograr el poder (y no soltarlo)— introdujo como su soporte las organizaciones sociales —como también hizo el MNR con las organizaciones campesinas y las milicias—, hoy distribuidas entre las dos tendencias: arcistas —“renovadores”— y evistas —“radicales”.

De lado de las oposiciones, Creemos y Comunidad Ciudadana tienen la urgente necesidad de estructurarse como partidos políticos para trascender; más fácil para Creemos porque cuenta con una base de poder —la Gobernación cruceña—; tiene un claro líder —Camacho— que tuvo una victoria importante en 2021 para esa entidad —55,4%— aunque había quedado último —14%— para las nacionales de 2020; la población cruceña —camachistas y no-camachistas— está indignada con su aprehensión/secuestro y, además, ese rapto violento ha convertido a Camacho simbólicamente en una bandera nacional de la lucha por la democracia y la justicia (lo cual no quiere decir que al país se le aventara presidencialmente, si entendemos tanto la encuesta Delphi de la FES de octubre de 2022 a líderes de opinión que le daba el 1% de aprobación y la de “Percepción Ciudadana e Intención de Voto” de Encuestas y Estudios de diciembre pasado con el 4% de intención de voto nacional, haciendo un error de pachotada política la “proclamación” como Presidente). Los otros retos de Creemos —consustanciales con la constitución y estructuración partidarias— son la consolidación y formación política de sus elegidos, el diseño de un Programa/Proyecto País —federalista de vocación, sin veleidosos secesionismos— que permita la penetración/captación de adherentes en todo el país.

Para Comunidad Ciudadana es más cuesta arriba: su liderazgo es ambiguo y distante del ciudadano; no tiene base de poder; surgió como amalgama contra el triunfo del MAS y no como real propuesta de cambio; sus elegidos han tomado posiciones muy diversas, incluso —como manifestó la senadora Barrientos— con más cercanía al MAS que a la otra oposición representada.

Además urgen: voluntad de diálogo, consenso y acuerdo entre las oposiciones.

Pero más que estas urgencias —imprescindibles para 2025— están las elecciones judiciales este año y su antípoda: el referéndum constitucional de reforma de la justicia. Un frente unido por el NULO a las primeras y por el SÍ al segundo son imprescindibles.

Falta el tiempo y parecieran retacearse los ánimos: Estará en las voluntades de todos el ganarlos y en las de los políticos hacer Política con mayúscula.


*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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José Rafael Vilar

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