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Para la gran mayoría de los cruceños —nacidos acá o inmigrados—, el desarrollo y pujanza del departamento es nuestro orgullo.
Sin entrar en la enjundia de la historia cruceña —que dejo para la sapiencia de mi respetada amiga Paula Peña Hasbún—, mucho del homo cruceno (perdónenme los latinistas) que somos todos lo debemos, primero en el tiempo, a la Misión de los jesuitas de crear comunidades integradas e integradoras —fundadas en el espíritu de la Ciudad de Dios agustiniana—; después, al olvido de los gobernantes del país —Real Audiencia, virreinatos, República— por los pobres arientes (ni de parientes se pensaba a los de por acá) y, luego, recibiendo nuevos cruceños —nacidos en cualquier rincón de Bolivia o del mundo— necesarios para contribuir al desarrollo beneficioso para todos. Esos tres momentos crearon una vocación de sobrevivencia y orgullosa autosuficiencia —casi sin Estado— de la cual debe mucho la autarquía del desarrollo cruceño actual.
Me queda algo necesario de aclarar: En Santa Cruz hay renuencia a aceptar que todo lo que hacemos es política: lo ha sido desde cuando indígenas y jesuitas defendieron las Misiones de los bandeirantes hasta las luchas por las regalías y, recientes, las autonómicas. El distingo fundamental está en que sí son políticas pero no son —no tienen que serlo— partidarias. Pero entremos en el tema anunciado.
El primer pilar de Santa Cruz es su potencia económica: coincido con Fernando Hurtado cuando, tras el paro de los 36 días —dilatación absurda por ausencia de estrategia y exceso de hormonas—, declaró que la potencia de Santa Cruz está en su pujanza económica y afectar ésta es un suicidio por empobrecernos y por perder el principal soporte de nuestra fuerza: la riqueza que crea Santa Cruz.
Su potencia económica se expresa en la fortaleza de sus instituciones empresariales. Por eso hoy, que las tres corporaciones sectoriales (CAINCO, FEPSC y CAO) han tomado una voz coordinada y conjunta y han dejado de primar las avenencias individuales con el Poder — asaz cómplices y egoístas, coyundas al final—, es hora de reforzar los emprendimientos y el crecimiento productivo que son la fortaleza regional.
Si describí la institucionalidad empresarial como el primer pilar de la potencia cruceña, el segundo deberá ser el de la institucionalidad autonómica: la Gobernación con su complemento en la Asamblea Departamental, resultados de las luchas —inconclusas aún— por la autonomía de este siglo y desde el siglo 19.
La fuerza de la autonomía departamental está en los avances de su gestión y en su representatividad. Lamentablemente y muy negativo para la Región, la principal autoridad democráticamente elegida fue secuestrada y está detenida en La Paz, sumando procesos sin fecha de liberación; el sustituto legal se encuentra en un limbo —no de legalidad— por intereses de grupos de poder. (Aprovecho para coincidir con el Gobernador Camacho que los pedidos cívicos de amnistía significan aceptar que hubo delito en 2019 cuando Bolivia defendió la legalidad y combatió el fraude; admitir esa amnistía sería darles razón a los narradores del golpe.)
Con un poder ejecutivo departamental ejercido a mil kilómetros de distancia por dos horas durante un día o dos a la semana poca gestión puede hacerse, a pesar de la mejor disposición y voluntad. Súmesele una organización de soporte que no es partido sino sigla de alianza y que cada vez se divide más en tendencias con intereses propios. Huelga decir la urgencia de soluciones.
Tercer pilar es la institucionalidad cívica. Desde Pinto Parada y repotenciada en los liderazgos cívicos autonomistas de fines del 20 y comienzos del 21, la institucionalidad cívica ha sido un factor potenciador para las luchas de la Sociedad Civil en la Región y parangón para el país. La falta de estrategias que conllevaron improvisaciones, la ausencia de coordinación con el resto del país y la —fatal— declaración de “no nos quieren” posiblemente hayan sido los resultados de un período transicional; la recuperación del liderazgo cívico estratégico es tarea ineludible y extremadamente urgente.
Queda un pilar, el moral, representado por la Iglesia, con la voz y protagonismo histórico de la Católica y el acompañamiento ecuménico de las iglesias hermanas. Pilar moral que es balanza, soporte y memoria activa.
Cierro con Jean Pierre Antelo en su investidura en la CAINCO: “Por el bien de Santa Cruz, la maquinaria productiva de la región debe siempre continuar en movimiento. Que no nos quiten la alegría del ser y sentirnos cruceños”.