Opinión

¿Qué es de Francisco Figueroa?

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Francisco Figueroa, el septuagenario dirigente nacional de los gremiales, bien podría ser comparado con la sombra de la popular adivinanza de infancia, aquella que entra al fuego y no se quema o entra al agua y no se moja.

Figueroa está ahí pero no está. Articuló dos paros de gremiales y otros sectores que supusieron dos derrotas para el gobierno de Luis Arce: el retiro del proyecto de Ley 218 tras el paro de 24 horas del 11 de octubre y la abrogación de la Ley 1386 fruto del paro multisectorial de nueve días que comenzó el 8 de noviembre.

No necesita exponerse para mostrar su poderío. El dirigente gremial con más de 30 años en la cúpula del sector es el personaje que ni el gobierno ni los cívicos apreciaron en los bosquejos de las batallas contra las normas que, a título de lucha contra las ganancias ilícitas, convertían a todos los bolivianos en sujetos de persecución.

Los cívicos cruceños rectificaron el error antes que el gobierno y entendieron que Figueroa era el eslabón sin el que la agenda de la abrogación de la Ley 1386 no podía ser efectiva.

Figueroa se encargó de desdemonizar al Comité Cívico pro Santa Cruz y acercarlo a las dirigencias y bases de sectores populares ligados al masismo como el transporte pesado o el transporte urbano, inicialmente inalcanzables para Rómulo Calvo y su directorio.

Incluso en momentos en los que gremiales de El Alto, encabezados por Antonio Siñani, pidieron a los cívicos alejarse de las protestas para que el gobierno no estigmatice el movimiento, Figueroa se dio modos para que la lucha sea hombro a hombro entre sectores sociales y entidades cívicas.

Y como en política no solo importa lo que se dice, sino dónde se lo dice. Uno de los detalles más importantes para entender a Figueroa como piedra angular del paro multisectorial fue que se refugió en Santa Cruz, lejos de La Paz donde el MAS tiene sus principales estructuras políticas.

No sería extraño que cívicos y otros sectores, incluido el propio Figueroa, hayan sentido la amenaza del masismo y optaron por alejar a la pieza más importante de la protesta generalizada contra la Ley 1386 de los tentáculos del MAS para evitar que la movilización se venga abajo.

Con la experiencia de mil batallas, Figueroa se blindó de los acercamientos del MAS haciéndolos públicos y manteniéndose en Santa Cruz. La contundencia del paro hacia el primer fin de semana y la adhesión de varios sectores a las protestas también impidieron que los gremiales sean arrastrados por vientos oficialistas.

Figueroa mantuvo un discurso simple pero poderoso, mejor socializado que los argumentos del gobierno de Arce, sus ministros y parlamentarios. Un mensaje que caló rápido y profundo en la burguesía popular y en los sectores inclinados abiertamente al masismo: su propio partido iba a tocar sus bolsillos para criminalizarlos.

La mayor herida política de Luis Arce es no haber conseguido acercarse a su gente, que sean sus “propios sectores” los que articularon una movilización que terminó propinándole una segunda derrota y puso al desnudo la incapacidad de negociación de la camada masista que hoy gobierna Bolivia.

Mientras el ataque oficialista arrecia contra Calvo, el líder cívico cruceño, el experimentado dirigente gremial Francisco Figueroa transita el país tranquilo, sabiendo que consiguió doblarle el brazo al “gobierno del pueblo” en dos oportunidades consecutivas y probando que entra al fuego y no se quema o que entra al agua y no se moja.


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