Opinión

Un “golpe palaciego” en marcha

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Las expresiones populistas del socialismo del siglo XXI en Latinoamérica adoptaron como modelo de reproducción del poder, además de la reelección indefinida, el que los caudillos definan a sus delfines en las Presidencias para proteger todo lo que se hizo en sus gobiernos mientras se preparan las operaciones políticas de retorno.

Ocurrió en Ecuador con Rafael Correa y Lenin Moreno, aunque éste último rompió con su padrino presidencial y encaminó un gobierno distinto al tiránico que llevó adelante Correa por 10 años. Nicolás Maduro es presidente de Venezuela por decisión del fallecido Hugo Chávez y Dilma Rousseff asumió en Brasil por determinación expresa de Lula da Silva.

En Cuba, se escogió a Miguel Diaz-Canel para que sea el sucesor de la dinastía comunista de los Castro; Evo Morales eligió aquí en Bolivia a Luis Arce para que cuide el poder mientras es rehabilitado políticamente para volver, y Cristina Fernández de Kirchner puso al frente a Alberto Fernández en Argentina, mientras ella maneja los hilos del poder desde la Vicepresidencia.

Pero, la estrategia de CFK ha sufrido un duro revés con la paliza electoral en las primarias legislativas del último domingo y el populismo kirchnerista corre el riesgo de ser historia en Argentina después de más de 12 años en el ejercicio del poder, interrumpidos temporalmente por los cuatro años de presidencia del conservador Mauricio Macri.

Cristina Fernández, que enfrenta varios pedidos judiciales de detención preventiva por otros tantos casos de presunta corrupción y abuso de poder cuando ejerció la Presidencia, no puede darse el lujo de ver cómo todo cae por el despeñadero y ha puesto en marcha un plan que ha sido bautizado por la prensa argentina como el “golpe palaciego”.

Consiste en tomar el control absoluto del gobierno presidido por Alberto Fernández, con o sin él al mando, es decir administrando sin obstáculo alguno el Ejecutivo argentino y, por supuesto, los otros poderes públicos, los mandos militares y policiales, las relaciones diplomáticas, la justicia y los planes institucionales para enfrentar la crisis económica y la pandemia del Covid-19.

¿Cómo se consigue el objetivo? Sus ministros y otros cargos jerárquicos generaron una ola de renuncias este miércoles provocando una dura crisis política que en el fondo no supone abandonar el gobierno argentino, sino busca que el kirchnerismo asuma el control para intentar revertir la catástrofe electoral del domingo en las elecciones de medio término, el 14 de noviembre, que recompondrá la mitad de la Cámara Baja y un tercio del Senado.

Alberto Fernández ha sido puesto en una encrucijada. Cede a la presión de Cristina Fernández convirtiéndose en una especie de adorno en la Casa Rosada, deja la Presidencia de su país para que el kirchnerismo tome el mando destruyendo su trayectoria política o negocia una salida intermedia que le garantice no perder peso en las decisiones de gobierno.

Las tensiones en el oficialismo aún no se han resuelto. El plan de Cristina Fernández después de la derrota en las elecciones PASO, el “golpe palaciego” está en marcha, mientras la sociedad argentina sigue viviendo en incertidumbre tras la cuarentena sanitaria más larga del mundo y la pobreza que trepó a niveles históricos en medio de una crisis económica que se agudiza día que pasa.


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