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Uruguay: el arte de la resistencia y la paciencia infinita

El gobierno de la coalición republicana ha mostrado cómo es posible reformar desde la centroderecha en una Latinoamérica convulsa y donde las promesas electorales tienden a no cumplirse. ¿Cuál ha sido su método?

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Por Daniel Supervielle1

Uruguay logró aprobar una reforma clave para la viabilidad de su futuro y echó a andar una transformación educativa para mejorar la formación de las nuevas generaciones. Sin grandes festejos por parte de la gobernante coalición de centroderecha, ni resistencia violenta en las calles por parte de la oposición, el país dio una señal de madurez política. Demostró que desde el centro del espectro político también se pueden hacer cambios trascendentes.

Reforma de centro

La coalición de partidos ubicados del centro hacia la derecha aprobó una reforma del sistema de seguridad social uruguayo. Al concretar este cambio, enfocado principalmente en modificaciones al sistema de pensiones, el gobierno liderado por el nacionalista Luis Lacalle Pou cumplió con una de sus promesas electorales más trascendentes.

Para alcanzar los votos, se procesaron intrincadas negociaciones que llegaron a poner en tela de juicio la viabilidad de la reforma, y por ende el futuro de la coalición que gobierna el Uruguay. Se trata de una reforma moderada si se la compara con el proyecto original, con oposiciones desde el izquierdista Frente Amplio, pero reforma al fin.

Para Uruguay, al igual que para muchos países, cambiar la seguridad social era necesario. Su aprobación demuestra que, ante el actual escenario de inestabilidad política en la región latinoamericana, un presidente de centro también puede realizar reformas de fondo. Porque además de abordar este tema difícil (basta ver la reacción popular en Francia) el gobierno inició una transformación educativa que luego de la pandemia está dando, contra viento y marea, sus primeros pasos.

El arte de resistir

«Esto es arte de resistencia» sostuvo días atrás un sincero dirigente estudiantil del Instituto Alfredo Vázquez Acevedo de Montevideo, uno de los más emblemáticos sitios de la educación pública secundaria del país, tras un conflicto que se disparó por la decisión de las autoridades de mudar un salón gremial que funcionaba en un corredor, sin la anuencia de los alumnos agremiados.

El conflicto, liderado por un gremio en el que militan regularmente un puñado de estudiantes, tuvo una inusitada escalada mediática y política. Detrás, subyace la resistencia a la transformación educativa que implementan las autoridades de la educación.

Se trata de un cambio largamente debatido y en donde también hubo consenso en el diagnóstico, aunque hasta ahora nadie se había animado a ponerlo en marcha. Ni siquiera durante los gobiernos de izquierda en Uruguay (2005-2015) se arriesgaron a enfrentarse al cambio, al sindicalismo conservador y a la inercia del «no te metas, que esto nos perjudica en las elecciones» tan propio de Uruguay.

Durante este período que comenzó en el 2020, el país sufrió varios contratiempos: la pandemia de covid-19, la prematura e imprevista muerte del ministro del Interior, Jorge Larrañaga, la peor sequía de los últimos 50 años, los impactos geopolíticos de la invasión rusa a Ucrania, la inestabilidad cambiaria de Argentina, entre otros.

Además, se vio salpicado por algunos escándalos inesperados como el procesamiento con prisión del jefe de seguridad del presidente de la República y el otorgamiento de un pasaporte a un narcotraficante retenido en Emiratos Árabes, acusado de ser el presunto autor intelectual del asesinato a sangre fría en una playa de Colombia del fiscal antimafia paraguayo Marcelo Pecci.

 

Senado da media sanción a reforma de la seguridad social en Uruguay. Foto: Medios Públicos
Senado da media sanción a reforma de la seguridad social en Uruguay. Foto: Medios Públicos

 

La prudencia de la moderación

El presidente Lacalle Pou es un liberal moderado que ha mostrado cómo gobernar es el arte de lo posible. Vivió en carne propia la necesidad de adaptar programas y planes a la negociación política y a las dinámicas internas y externas.

Uruguay acaba de obtener la mejor posición de su historia según la calificadora de riesgo Standard and Poor’s. Con un sobrio manejo de la economía, la conducción del Estado ha demostrado que los cambios profundos no tienen que ser necesariamente revolucionarios. Que desde el centro político también es posible hacer reformas.

Tanto la transformación educativa como la del sistema previsional, en un país con baja tasa de natalidad y poca población, poca inmigración y alza de la expectativa de vida, son una cuestión de supervivencia. Ahí es donde entra la voluntad política de asumir el costo de enfrentarse a quienes siempre se oponen a los cambios por cuestiones ideológicas o simplemente por cálculos electorales. Es decir, a los sectores más conservadores y temerosos de las transformaciones que, de tanto aferrarse a sus reivindicaciones, se olvidan del porvenir de la nación y del paso inexorable del tiempo y sus nuevas demandas.

Luego de ratificada la reforma, Lacalle Pou dijo en un video de YouTube: «Hay reforma, hay futuro». Con esa frase sintetizó su alivio, su esperanza y el logro del gobierno. Aunque las fuerzas de izquierda más radicales podrían llegar a activar una recolección de firmas para convocar un referéndum revocatorio, el gobierno cumplió con lo que prometió: aprobar la reforma de la seguridad social. El pasado 1 de mayo, día internacional de los trabajadores, la central sindical única de Uruguay deslizó la posibilidad de buscar derogarla.

Una democracia sólida

La fortaleza de la democracia uruguaya, de su sistema de partidos y de su cultura cívica son activos reconocidos por el resto de los países que integran un mismo continente complejo e inestable. Nadie puede asegurar que esta condición, en un mundo en cambio constante, dure para siempre. Sin embargo, estas dos reformas expresan que la paciencia y la pragmática pueden alcanzar cambios importantes sin derivar en conflictos o inestabilidad.

El expresidente José Mujica dijo en agosto de 2021: «Defendamos la democracia todos los días con una actitud de sobriedad. Y por entender que este pequeño país tiene un tesoro en ciertas tradiciones. Y si alguno ha definido que es el país del empate, este es el país del freno y del impulso. Quiero señalar históricamente que las pocas veces que este país acordó nacionalmente, logró cosas definitivas que quedaron implantadas y que son gestos de progreso. Esta es una lección que debemos recordar, que puede tener infinitos bajos en nuestra historia. Por eso, teniendo diferencias, vale la pena recordarlo: ser uruguayos, ser orientales, ser amigos de nosotros mismos».

Nadie más en las antípodas del pensamiento y el accionar político del actual gobierno del Uruguay que Mujica. Sin embargo, las palabras del anciano exguerrillero, ya alejado del ajetreo diario de la disputa partidaria, bien podrían atribuirse a cualquier mandatario uruguayo de los últimos 35 años.


1Periodista, analista, estratega político y pintor. Director de Comunicación Estratégica del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (CERES). Autor de los libros La positiva (2014) y La libertad responsable (2022).

*Este artículo fue publicado en dialogopolítico.org el 09 de mayo de 2023

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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