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Las pugnas internas en el MAS y la lenta desarticulación de la alianza Creemos son síntomas de que las crisis internas en las organizaciones políticas bolivianas están jugando en contra de sus proyecciones. Sin entendemos la crisis como escasez y carestía, entonces podemos decir que, de cara a las elecciones generales en 2025, vivimos tiempos políticos básicos, sin épica. La sociedad necesita que sus representantes políticos respondan con hechos, pero éstos no saben cómo. ¿Estamos en un momento esencial y crítico a nivel de la sociedad civil, pero sin estilo y talento en la clase política?
Desde una parte de la sociedad civil boliviana se demanda reforma del poder judicial, certidumbre ante el fantasma de la inflación y crisis del dólar, unidad de la oposición, mejoras en el campo educativo y de salud, entre otros pedidos necesarios, urgentes, primordiales y básicos.
Sin embargo, cuando faltan menos de tres años para las elecciones generales (2025) no se avizora la gestación de debates entre actores políticos partidarios en escenarios mediáticos sobre su visión de país, de desarrollo, de nuevas propuestas de políticas públicas, y de objetivos de mediano y largo plazo para la vida política. Es decir, un amplio sector la sociedad civil pide cambios políticos a gritos, pero la clase política está en peleas intrafamiliares.
El congreso departamental del MAS llevado a cabo en Yapacaní, donde participaron el presidente Luis Arce y el expresidente, Evo Morales, fue, otra vez, un lugar común de gritos, empujones e insultos sin estilo ni talento. En otras palabras, sin un modo inteligente que tenga el propósito de entender lo que demanda la sociedad civil, que abarca más necesidades que su militancia.
Otro lugar común de desentendimientos y enfrentamientos -donde se tuvo la necesidad de resguardo policial para mantener el orden- fue la elección de la nueva directiva de la brigada parlamentaria cruceña: su nuevo presidente representa la disidencia al interior de la alianza Creemos. Este acontecimiento es el síntoma de la lenta y paulatina desarticulación de esa novel organización política que tiene a su principal líder detenido en una cárcel de La Paz. Con esto quiero decir que no están actuando de modo inteligente ante las múltiples demandas sociales porque están focalizados en sus recurrentes problemas domésticos, sin capitán (libre) que dirija el barco.
Por tanto, el distanciamiento entre lo que quiere la sociedad civil y lo que le interesa a la clase política es cada día más amplio.
Propongo un dato para fortalecer mi argumento. De acuerdo al informe de la encuesta de Diagnosis (publicada el 17 de marzo), “se observa que ni los líderes del oficialismo, ni los de la oposición logran seducir al 40% que no se inclina por algún candidato. Este 40% demanda un líder que surja del pueblo; por tanto, rechaza a los líderes elitistas de la oposición. Al mismo tiempo, este segmento demanda un “líder nuevo” que les dé esperanza de “cambio”, por lo que rechaza a Evo e, incluso también a Arce”.
En resumen, la falta de estilo y talento de la clase política actual boliviana se traduce en ausencia de potencia cognoscitiva para identificar, sintonizar, representar y actuar en nombre de la sociedad civil, de ese 40% que pide a gritos un cambio político y transformación en las esferas de salud, educación, judicial y económica. Que quiere vivir tiempos políticos épicos.