Escucha la noticia
Patéticas las imágenes procedentes de Afganistán. El abandono militar norteamericano ha precipitado la victoria de los talibanes. El pavor se apodera de miles de afganos que trabajaron para estadounidenses y misiones de otros países aliados. Se teme, sobre todo, que las víctimas expiatorias sean las mujeres quienes, tras haber gustado la miel de su liberación al estilo occidental, arriesgan ahora recaer en la hiel de su atávica sujeción cultural.
Las noticias que trasmiten los medios recuerdan la lacerante caída de Saigón, el año 1975. También allí, mientras funcionarios estadounidenses y sus familias escapaban en los aviones para ellos dispuestos, miles de vietnamitas –empleados, mandaderos y funcionarios locales − pugnaban en vano abordar esas naves, para preservar su vida y la de sus familiares. Esas imágenes se reproducen ahora en Afganistán.
¿Qué lecciones sacar de estos acontecimientos? Fundamentalmente, que la victoria de una causa local no debe depender nunca de la fuerza o buena disposición del exógeno aliado coyuntural.
Ello es particularmente cierto en países como Bolivia. Históricamente tenemos una debilidad por confiar en el aliado. Es más, le dejamos a él las tareas que deberíamos hacer nosotros mismos. Y ello, hasta la caricatura. Recientemente condecoramos a un francesito porque recogió la basura de nuestros ríos, lagos, calles… tarea que deberíamos hacerla nosotros mismos, nuestras instituciones y servicios públicos.
Esta dejadez y dependencia es señal de insuficiencia de Estado y de fracaso político. Y es que nuestras élites son dependientes hasta los tuétanos… y se complacen en ello. Cualquier moda que venga de fuera es inmediata y acríticamente asumida. Que no corresponda a nuestras condiciones materiales y culturales, no importa. Así, ahora, cierta minoría exhibe su adscripción al veganismo, al animalismo, a la protección del medio ambiente y al “respeto a la diferencia” en términos que son sumisión a las modas de Occidente y no planteamientos para resolver problemas que también aquejan a nuestras sociedades.
Pero, lo anterior no es solamente un mal de los criollos. Los originarios e indígenas adolecen el mismo malestar. No olvidemos que el puñado de 180 españoles que abatieron a la sociedad Inca del Tawantinsuyu lo lograron porque miles de indios −cañaris, chachapoyas y chancas, entre otros−, se les unieron, encandilados por la novedad que representaban esos recién llegados. Y, en la actualidad, el culturalismo posmoderno hegemónico en la academia y en las agencias internacionales de cooperación, distorsionan con espejismos similares a las élites intelectuales, sean estas descendientes de sociedades pre existentes o post existentes a la aventura colonial.
Es inevitable –sobre todo ahora, en tiempos cada vez más globalizados− que fuerzas en discordia busquen y recurran a respaldos y aliados externos. Sin embargo, la clave del éxito es desarrollar las propias fuerzas, Así, el apoyo es solamente eso y no reemplazo de nuestras propias responsabilidades.
Justificando el rápido y catastrófico resultado de la retirada norteamericana, el presidente Biden declaró que no era tarea ni responsabilidad de los norteamericanos “construir una nación” en Afganistán. Cierto. La responsabilidad es de los afganos: Es también la nuestra, de los bolivianos, aquí y en lo que nos concierne.
El problema radica en que los nativos (de antes y contemporáneos) nos encandilamos con el poderío y la impronta cultural exógena, olvidando nuestra propia raíz y específica obligación. Correlativamente, los aliados dejan de lado el respeto a la identidad cultural de sus protegidos e, irónicamente, mientras defienden “la diferencia”, pugnan por imponer sus propias pautas y modelos culturales. El resultado: ausencia de nación, confusión identitaria, y la victoria de aquello que todos, al inicio, tenían interés en superar.
Tenemos un desafío en Bolivia. No esperemos que surjan talibanes.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo