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Tener criterio para tomar decisiones es quizás la habilidad más importante y más escasa en nuestro medio, siendo dramática en los gobernantes. El rol de liderazgo, sea en el ámbito público o privado, implica discernir y decidir sobre varias aristas de un problema, comprender los impactos que tiene las decisiones en cada una de ellas y en ese camino ajustar y aprender tomando la mejor decisión posible producto del análisis y la contrastación.
Nuestra autoridades departamentales y municipales, reunidas desde el inicio de la pandemia en el COED, han demostrado su total falta de capacidad para afrontar los desafíos decisionales que cada ola de la pandemia trajo. Demostraron a lo largo de sus decisiones de emergencia que nunca tuvieron un plan y que todo lo fueron improvisando a medida que sucedían las cosas, tomándole el pulso a la molestia o al apoyo ciudadano a través de las redes sociales.
Al inicio de la pandemia nadie en el mundo sabía como actuar, los países de vanguardia asumieron lo mismo que habían hecho los chinos, cuarentenas y aislamiento, fue la primera medida de emergencia ante un enemigo extraño y peligroso, pero luego de 2 años el mundo fue aprendiendo como lidiar con algo que es propio de nuestra convivencia como especie con el resto de la biodiversidad de nuestro planeta.
Hoy, varias olas y variantes después, el mundo fue perfeccionando sus métodos de respuesta a la pandemia, pasando por el hito mas relevante que fue el desarrollo de las vacunas en tiempo récord, así como las medidas de preparación para eventuales crisis futuras. El mundo de hoy las cuarentenas masivas son una triste anécdota del 2020 con su altísimo costo económico con sendos estudios que demuestran el mayor costo en vidas por hambre y depresión que por Covid.
Mientras tanto, en Santa Cruz y en Bolivia, mientras el gobierno nacional enfocó sus esfuerzos en la dotación de vacunas, con una clarísima falencia en comunicación informativa para lograr adhesión de personas escépticas, los gobiernos departamentales y municipales demostraron no tener al mando a personas criteriosas en la toma de decisiones de crisis. Luego de 2 años de pandemia, con una profunda crisis económica notoria en el nivel de desempleo, con empresas quebradas, muchísima gente viendo como sus ahorros se fueron terminando, recurriendo a la venta de sus activos y a sus mejores maneras creativas de perseguirse el sustento diario, las medidas que siguen implementando son las mismas que se usaron el 2020 con una probada ineficiencia.
Cada vez que llega una nueva ola de coronavirus, aparece de inmediato el kit de herramientas inútiles, restricción de circulación que nadie controla, absurda ley seca y reducción de aforos que tampoco controla nadie.
La falta de sentido común queda muy clara luego de que se implementan medidas que no se pueden controlar, pero es peor aun cuando no tienen sentido lógico. Se hace más evidente al escuchar los argumentos basados en una mitología moralista que adquiere su mayor cariz detrás de la ley seca, que según sus defensores es porque el alcohol libera a las personas del temor a contagiarse y hace que reduzcan sus medidas de cuidado. Una simple observación del espacio pública demuestra sin lugar a dudas que no es el alcohol el que relaja los cuidados, sino algo mucho más arraigado en nuestra cultura. La falta de ciudadanía. Ante un pueblo desobediente por naturaleza, el gobernante con sentido común debe entender y poner dentro de su ecuación esta característica. Vaya y pase la medida si se pudiera controlar, pero ante la falta de recursos de coerción, las mismas caen en saco roto libradas a la viveza criolla y la responsabilidad individual.
Finalmente, la restricción de circulación rebalsa el vaso. Buscando reducir la movilidad de la población con una paradoja: darle menos tiempo al día para moverse. Y para colmo de males, frenando una parte de la economía de la ciudad y el departamento, “parte menor” dirán algunos, pero claramente fuera del análisis de las autoridades.
Cualquier estudiado en Políticas Publicas conoce su principal característica; siempre habrán beneficiados y perjudicados con cualquier decisión, ninguna es universalmente beneficiosa. Lo lamentable de nuestras autoridades es que demuestran su falta de criterio para decidir, tomando medidas de probada ineficacia con costos altísimos para un segmento de la población. Quiero creer, tal vez ingenuamente, que es su ineptitud la que los gobierna, porque en el otro escenario, más repugnante, se vería un objetivo de hundir a la población en una profunda crisis económica con el fin de culpar a alguien más. Lamentablemente la crisis está aquí y, una vez más, los habitantes del departamento de Santa Cruz quedamos librados a lo que mejor podamos hacer para afrontarla ante autoridades sin criterio.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo