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La política y los actores de la democracia representativa, directa o indígena/campesina, están controlados por el Estado y sujetos a la arbitrariedad de quien detenta la cabeza del poder Ejecutivo: el presidente de gobierno. Instrumentalizan la justicia sumisa y la intervención indebida del Tribunal Supremo Electoral (TSE), para judicializar a los partidos y amordazar sus precarias estructuras orgánicas.
Para el control total de la política se delineó la ley 1096 de organizaciones políticas en 2018, el propósito era constituir un sistema de organizaciones políticas que se desenvuelvan a capricho y voluntad del jefe supremo del Estado y no obstaculicen la reelección perpetua del cacique chapareño. Ahora este mismo instrumento es empleado para ilegalizar a la dirigencia del MAS “evista”. Un presidencialismo sin límites interpreta y aplica a conveniencia el ordenamiento legal vigente.
El masismo —en todas sus vertientes— no procura fortalecer la democracia ni desarrollar ciudadanía. El Instrumento Político, es una simple fachada para cumplir con los requisitos de una formalidad democrática, buscan legitimarse para guardar una apariencia y no contrariar a la comunidad internacional. Este es el libreto y el relato de la Internacional progresista, capturar el gobierno y posteriormente copar las instituciones judiciales, electorales, legislativas, las organizaciones sindicales y gremiales.
Este mecanismo ultra concentrador del poder es lo que Álvaro García Linera —otrora leal al hermano Evo— denominó: el Estado Integral. Buscaba suplantar el sistema de partidos por el conglomerado amorfo de las organizaciones sociales, pueblos indígenas, originarios y campesinos. Para el “evismo” como para el “arcismo”, este es el régimen perfecto.
La democracia representativa es pura formalidad, el Poder Legislativo no significa deliberación ni contrapeso al Poder Ejecutivo. El populismo para preservarse necesita desarrollar el culto al líder y el estimular el autoritarismo social- corporativo.
El próximo 17 de octubre, volverá a comenzar la historia para el MAS, se efectuará el cabildo en la ciudad de El Alto y como manifiestan sus convocantes: “los entes matrices son quienes tomaran las decisiones”; no es necesario ser militantes, ni respetar los estatutos orgánicos; eso es para los blancos, los que añoran la “democracia occidental”. Pero precisan de una formalidad, para ello “solicitan al TSE supervisar el cabildo”.
El Pacto de Unidad en representación de las organizaciones sociales se erige simultáneamente en “ente social”, organización política, colocan ministros en el Ejecutivo, autoridades administrativas y tienen una bancada activa en el Legislativo; es el poder omnipotente, está en todos lados, es la reencarnación del absolutismo, le pertenece todo lo que ocupa y funda lo que se le antoja.
Los creadores del monstruo acabarán devorados por él. Los populismos terminan siendo rehenes de las masas y de la casta que las administra, son los validos intermediarios con el cacique de turno. Ayer idolatraban a Evo, hoy literalmente “ocultaron a la luna”; y no se acabó el mundo por el desplazamiento del líder indiscutible. Pero cuidado, no está muerto, continúa en la batalla. Finalmente puede emerger el Evo pragmático y tranzar con los “traidores”.
Pero no debemos desanimarnos, hemos evolucionado, antes se “suicidaba”, asesinaba y defenestraba violentamente a los presidentes. En la actualidad se los empieza a sustituir mediante un cabildo, con anuencia del Tribunal Constitucional y del Órgano Electoral. ¡Se normalizaron los golpes al Estado de derecho! Mientras tanto, los partidos de oposición no tienen ninguna fuerza para movilizar y presionar al gobierno.
Los populismos —nacionalistas e identitarios— son insaciables, sus demandas terminan aniquilando los limites institucionales y legales. Se comenzó cándidamente indultando o amnistiando a sus dirigentes, flexibilizando normas legales, otorgando prebendas sectoriales y desvaneciendo la verdadera representación democrática a través de los partidos políticos.
Los líderes de oposición deben adaptarse al nuevo contexto socio político, no pueden permanecer cómodamente encerrados en sus atalayas, con los mismos estilos y comportamientos almidonados, tienen que romper con los círculos áulicos y atraer a las organizaciones sociales que estén comprometidas con la recuperación de la democracia. Nuestro tejido social tiene mas fortaleza que el “societarismo”.