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Con esta frase del escritor —primer centroamericano Premio Cervantes en 2017— y político nicaragüense Sergio Ramírez Mercado empiezo mi columna de hoy.
El exacerbamiento de la dictadura —“dictablanda aparente” hasta 2018, como otras “dictaduras democráticas” (sic) latinoamericanas— de Daniel Ortega Saavedra, traicionando la Revolución Sandinista que, junto con amplios sectores civiles nicaragüenses, derrotó la dictadura somocista pero que —luego de 1990 desesperados con la derrota electoral (causa presta de su repartija de bienes confiscados: la Piñata) y sostenidamente desde 2007, sin ambages para 2011 y sin make-up desde 2018—, Ortega Saavedra —pontificado por su esposa y apartada la mayoría de los que hicieron 1979— ha protagonizado la “revolución robada”, claro ejemplo como puede pervertirse una revolución que unió marxistas y cristianos — los grupos eclesiales de base fueron decisivos para la victoria de 1979 en las ciudades— en otra, escondida tras su falaz etiqueta de “revolución cristiana, socialista y solidaria”.
Insatisfecha la camarilla orteguista de que las limitaciones a los opositores para las elecciones de 2017 fueron una descarada forma de asegurar el Poder Ejecutivo y la cooptación del Legislativo —el Judicial y el Electoral lo estaban ya—, la sublevación popular de 2018, aplastada con dura represión gubernamental, les advirtió que peligraba la reproducción de ese poder en 2021 —“reelegible” gracias a la obsecuente Asamblea Legislativa, dominada por el orteguismo (dizque “sandinista”) y con los obsecuentes micropartidos que medraban del orteguismo— y fue preparando una serie de leyes que, con argumentos absurdos, allanaban el camino a toda posible oposición o disenso del orteguismo.
La historia es muy conocida: Todos los precandidatos realmente opositores, iniciando con Cristiana Chamorro Barrios —periodista y activista nicaragüense, hija de la expresidente Violeta Barrios de Chamorro y del periodista Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, asesinado por el somocismo— y muchos otras figuras públicas nicaragüenses, incluidos comandantes de la guerrilla y exdirigentes de la Revolución Sandinista, han sido detenidos y acusados de “traición a la Patria” —“patria” en el sentido de feudo de Daniel Ortega, como se repite en otros países del socialismo del siglo XXI—, “terrorismo” y muchos otros “delitos”, lo que ha llevado a Humberto Ortega Saavedra —comandante guerrillero, exjefe del Ejército Nacional y crítico de su hermano Daniel— a afirmar: “Estoy claro que éstos que están detenidos no son terroristas, no han atentado en contra de la estabilidad del país; simplemente son opositores que tienen su punto de vista como yo lo tengo », afirmando que él mismo «podría ser catalogado de terrorista o traidor a la patria”.
Sergio Ramírez Mercado, junto con el padre Ernesto Cardenal Martínez, las voces intelectuales más prestigiosas de Nicaragua después de Rubén Darío, formó parte —junto con Daniel Ortega Saavedra y otros tres miembros— de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional que gobernó tras el triunfo de la Revolución Sandinista en 1979 y luego, tras el triunfo electoral del sandinismo en 1984 —primeras libres en muchas décadas— ejerció como vicepresidente de Ortega Saavedra hasta 1990.
Guardo muchos recuerdos de Nicaragua en los años 80, hermosos algunos, tristes otros, pero no puedo olvidar la bondad, generosidad y bonhomía del pueblo nicaragüense —gané muchos amigos y fui bendecido con una hermana para toda la vida: Margarita Zapata Choiseul—, pero vi las primeras manifestaciones del fracaso de la revolución desde el mismo sistema, más allá incluso de las consecuencias de la guerra silenciosa con la denominada “contra”. De Sergio Ramírez pude recibir, en los nicas de a pie y en sandinistas e, incluso, opositores de entonces, la imagen de un hombre digno y respetable, parangón que compartía con el padre Ernesto Cardenal. Hoy, opositor del régimen decepcionado de su deriva autoritaria —como también lo estuvo el padre Cardenal antes de morir—, Ramírez Mercado es otra de las voces que aterran al orteguismo y que quisieran callar.
Aprovecharé las últimas líneas disponibles para destacar la apabullante derrota kirchnerista en las PASO: 25% el oficialismo contra más del 45% la oposición mayoritaria —más si sumamos otros sectores afines a éste. Muy mal augurio para el kirchnerismo en noviembre.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo