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Pese a los reiterados anuncios que se hicieron en la toma de posesión de Luis Arce, en sentido de que gobernarían para todos los bolivianos, corregirían errores y el MAS tenía que reinventarse (depurarse y purificarse), existen evidencias que seguirán imponiéndose las viejas prácticas azules. El MAS necesita pasar por una profunda autocrítica y aprender de los errores cometidos, especialmente los que lo convirtieron en un partido autoritario y sectario.
El MAS tiene que reconocer que la sociedad ha cambiado y no está en condiciones de volver al verticalismo, al uso inapropiado de los bienes del Estado, o permitir que las autoridades se salten la Constitución ni las reglas democráticas. Aunque existen los resultados de las elecciones que le favorecen, necesitan “enamorar” a la población y conectarse con señales muy concretas y alejadas de las viejas prácticas, que estaban poco menos que institucionalizadas. El pueblo boliviano luce expectante y vigilante y no parece dispuesto a permitir los abusos de poder, la venganza y la persecución política, la corrupción, el despilfarro, que caracterizaron la gestión de los 14 años pasados.
El MAS ha ganado las elecciones generales, con amplia mayoría, pero no tiene los dos tercios. Habrá que subrayar que este triunfo electoral se debe a la división de la oposición política, al desconocimiento de la realidad nacional, la ausencia de estructuras partidarias, y los efectos perversos de la crisis de la pandemia, entre otros. El MAS tiene, en efecto, la representación del núcleo duro de su partido y el saldo corresponde al bolsón de indecisos y deben ser conscientes de esta realidad.
El gobierno no tiene los dos tercios, factor determinante para la gobernabilidad y la convivencia democrática. La utilización perversa de la aplanadora permitió, en el pasado inmediato, los abusos del partido gobernante y terminó minando su propia legitimidad. Los bolivianos quieren respuestas muy concretas a sus grandes problemas generados por la desaceleración de la economía y los efectos perversos del coronavirus, que han privado del empleo y el sustento diario a las familias de escasos recursos económicos. Estos nuevos desafíos, imponen nuevas formas de administrar el mercado del poder y, por tanto, necesitan de la oposición y deben buscar consensuar y conformar una agenda mínima en el marco de la Constitución para gobernar.
Esta agenda tiene que comenzar a revalorizar el Estado Constitucional de Derecho y recomponer igualmente toda la institucionalidad del aparato estatal. El respeto a las minorías, la tolerancia política, el consenso, el diálogo, el debate democrático, la libertad de expresión, parecen imprescindibles para una verdadera convivencia democrática. El gobierno tiene que garantizar la libertad de expresión, y el derecho a emitir libremente las ideas por cualquier medio de difusión, sin censura previa.
Los cambios tienen que ser sistémicos e integrales, que incluyan aspectos políticos, económicos, e institucionales y en todo estos quehaceres hay que comprometer a los órganos del poder público y a la sociedad en su conjunto. Todas las autoridades tienen un compromiso irrevocable con la ciudadanía y salvo pequeños detalles, reflejan y comparten exactamente las mismas preocupaciones y prioridades que tiene el gobierno nacional: Resolver la crisis sanitaria y la urgencia de combatir al enemigo invisible (el coronavirus); la reactivación económica y promover incentivos al sector privado, lucha frontal contra la corrupción, reforma judicial, optimización de los servicios básicos, el censo de población y vivienda, el pacto fiscal, fortalecer la autonomía, creación sistemático de empleos, infraestructura vial o carreteras, seguridad ciudadana y jurídica, entre otros.
El viejo estilo de Evo Morales: “yo le meto nomás aunque sea ilegal y después que vengan y arreglen los abogados”, tiene que erradicarse y en su lugar comenzar a gobernar respetando los principios y los valores democráticos, que son pocos menos que sagrados para la mayoría del pueblo boliviano.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo