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Los diputados de oposición

Renzo Abruzzese

Sociólogo

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Habría que partir reconociendo que el MAS de Evo Morales pulverizó el sistema de partidos a lo largo de casi tres lustros en la utópica esperanza de construir un escenario de “partido único”. También habría que reconocer que la representación ciudadana en el Congreso obedece a esa coyuntura, una coyuntura en reconstrucción en que quien ocupe un curul ingresa por voluntad propia a la boca del dragón. Aquí no necesitamos de grandes oradores, ni artífices de las ciencias políticas, ni intelectuales de trascendencia interpretativa, necesitamos lo que tenemos, una generación que está dispuesta a dar batalla y freír el hígado en un Congreso de levanta manos que, si pudiera ejecutarlos no dudaría un minuto en hacerlo.

Yo tengo la impresión de que pocos ciudadanos estarían dispuestos, hoy en día, en asistir cotidianamente a un escenario en que prácticamente todo les es adverso, violento y amenazador. Estoy seguro que muy pocos estarían dispuestos a someterse a la dictadura congresal de la mayoría masista y de paso soportar las diatribas que el oficialismo se encarga de divulgar, los procesos internos, las amenazas jurídicas y todo lo que ya sabemos. Aquí tiene sentido aquello de que “otra cosa es con guitarra”.

Resulta totalmente antidemocrático y contradictorio que nosotros, los que nos jactamos de defender la democracia incluso en las calles, hagamos eco de las narrativas masistas cuyo único fin es medrar la democracia representativa y socavar los principios de representación y participación ciudadana en el Estado.

El MAS le ha ganado a la opinión pública la batalla por la credibilidad, el reconocimiento del esfuerzo y la vocación democrática de los representantes congresales de oposición. Les ha ganado a los partidos la defensa de sus representantes y le ha ganado a la conciencia ciudadana lo único que en verdad ha detenido la mentalidad totalitaria del MAS; el valor, el patriotismo, la entrega y el prestigio de sus diputados y sus senadores. Esa batalla perdida por la democracia boliviana es la única batalla que realmente ha ganado el MAS en los últimos años al punto que, por momentos parece imposible que el ciudadano de a pie pueda reconocer en sus representantes de oposición los logros que obtuvieron a favor de la democracia boliviana.

A la opinión pública y los medios les resulta más fácil denotar todos los traspiés de la oposición y menos fácil remarcar las batallas que aun siendo pequeñas victorias los consagran. Se ha hecho costumbre ejercer el rol de caja de resonancia de las patrañas masistas en contra de las bancadas de oposición, cuando en realidad, son esas ignoradas victorias las que hasta ahora nos permiten forjarnos la idea de que la democracia en Bolivia aún es posible.

En el ideario masista, lo mejor que puede pasar es que la ciudadanía deje de confiar en sus representantes congresales de oposición, y lo peor que puede pasarles es que el pueblo confíe en ellos. En eso consiste la estrategia de Poder del MAS, consiste en construir una narrativa y diseñar un escenario en que solo lo que ellos dicen, interpretan y proponen es posible y deseable para el país, es decir, en que el Congreso sea únicamente de ellos, para ellos y por ellos. Los ciudadanos democráticos parece que hemos olvidado que son nuestros diputados de oposición los que llevan las voces divergentes, las demandas de los ignorados por el Poder masista, la voz de los que creemos en la democracia de verdad, una voz capaz de detener los más oscuros proyectos fascistas, como cuando el diputado Rodrigo Paz P., diputado de oposición, denunció el paquete de “Leyes Malditas” y detuvo el plan autoritario de Evo Morales.

Cuando compartía estos criterios un amigo me preguntó si yo creía que nuestros diputados y senadores de oposición eran una maravilla. ¿Crees que algo maravilloso puede existir en este país -repuse- bajo el imperio del MAS?  Coincidimos que eso no era posible y menos aun en el Congreso. En lo que estuvimos de acuerdo es que, a pesar de todo, lo maravilloso es que tenemos una juventud y una ciudadanía de hombres y mujeres, viejos y jóvenes, blancos mestizos o morenos que creen en la libertad y luchan por la democracia, pese a lo que pese.

La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Renzo Abruzzese

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