La preocupación por los temas ambientales está generando un efecto negativo: una nueva traba para los productos de exportación de los países más pobres del planeta. Esto es un problema del que se viene alertando desde hace años, en especial frente a objetivos impulsados por ONGs del primer mundo para enfrentar el cambio climático, que amenazan enviar a la miseria a millones de personas en países subdesarrollados. Pero ahora hay un dilema concreto, ya que la nueva ley europea contra la deforestación está generando efectos muy severos a nivel comercial para América Latina. Tal vez el primer alerta de este dilema fue la forma en que algunos países europeos usaron esta norma para frenar el inminente acuerdo de libre comercio con el Mercosur, bloque formado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. En aquel momento se pensó que eso se debía más que nada a que el presidente brasileño de entonces, Jair Bolsonaro, era visto como un demonio por los grupos ambientalistas. Pero la llegada de Lula da Silva al poder, y una sorprendente catarata de datos sobre que la deforestación había bajado de manera radical en Brasil, no ayudó en nada a aliviar la preocupación europea. Ahora la nueva víctima sería el café, según un artículo publicado la semana pasada en un diario alemán. La nota pronostica la desaparición de algunas variedades de café en los mercados de la UE, como consecuencia de la directiva europea sobre la cadena de suministro de productos libres de deforestación. Los tostadores de café europeos deberán demostrar que no se talan ni dañan árboles para el cultivo del café que compran. El problema es que conseguir la certificación a tales efectos no sólo es imposible en muchos casos, sino que implica un enorme costo extra para los países productores. Y es algo insostenible en especial para los productores familiares más pequeños. El mismo dilema viven la mayoría de los países de la región, que hacen de sus exportaciones de materias prima su gran fuente de ingresos. Incluso países como Uruguay, donde en los hechos no hay selva, están teniendo que invertir millones en programas para garantizar que su producción ganadera no genera gases de efecto invernadero. Pero eso no se traduce hasta ahora, en un precio preferencial. Lo que muchos analistas creen es que, más allá de la genuina preocupación por el ambiente, estas normas se están transformando en nuevas barreras comerciales, para proteger la ineficiente y subsidiada producción agrícola europea. Además de generar un aumento de la pobreza en las zonas selváticas, que termina potenciando el efecto deforestador. La voz experta. Para tener una voz experta sobre el tema, hablamos con Carlos Martínez, chileno, cientista politico y consultor en temas ambientales, que viene estudiando el asunto en su país. Carlos nos decía que “efectivamente hay cada vez más una serie de barreras ambientales para productos. Chile lo ha vivido desde hace muchos años con la industria forestal, por ejemplo. Hubo presión para las grandes empresas americanas que compraban productos forestales en Chile como Home Depot y otras, de no comprar si no tenían una certificación ambiental, que las otorgan unas ONG vinculadas a ellos mismos, y que garantizarían que los productos no son de bosque nativo, que no se afectan comunidades indígenas, etc. La industria del salmón, que es el segundo producto de exportación chilena también tiene una presión muy fuerte Y está siendo permanentemente asediada. Las imposiciones a veces son más de las organizaciones ambientales que de los gobiernos”. Según Carlos, “Hace unos años estuvieron a punto de cerrarse los mercados en Alemania, en Noruega y en Inglaterra para la palta chilena, por el uso que se hacía, donde se producía. En general la palta en Chile se plantaba en zonas que eran secas, entonces ellos parten deduciendo que esa agua es un derecho humano de las comunidades que habitan esa zona y no de los grandes agricultores para producir palta”. Y agregaba que “Ahora se habla de la trazabilidad ambiental de un litro de vino, por ejemplo. Para hacer un litro de vino se consumen más o menos 230 litros de agua Entonces, ¿qué exportamos? ¿Vino o agua?”. Se trata de un tema fundamental para América Latina, y que no suele estar en el centro del debate. Y que recuerda a aquel enojo del presidente de Guyana frente a un periodista de la BBC, al que le reclamaba que mientras Europa destruyó todos sus bosques para desarrollarse, ahora de manera hipócrita usa el arma ambiental para impedir que otros países puedan avanzar. Foto: Cultivo de café en Colombia (Creative Commons) |