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La política boliviana es intensa, acelerada y entretenida. No da lugar al aburrimiento. Cada día nos otorga un juguete nuevo a los politólogos que observamos la coyuntura. Sin embargo, está condicionada por mentes polarizadas que dañan un principio de la democracia: la deliberación. Ya no entretiene, preocupa. ¿Cuáles son sus consecuencias de la polarización en Bolivia?
La polarización política es un proceso por medio del cual las múltiples diferencias políticas se juntan en una dimensión afectiva, la política es concebida como un conflicto entre nosotros contra ellos, y afecta las relaciones sociales más allá de los debates y discusiones políticas. No permite considerar atenta y detenidamente el pro y el contra de los motivos de una decisión, antes de adoptarla.
Dicho marco conceptual nos ayuda comprender los datos de la reciente investigación empírica denominada “Primera encuesta nacional de polarización” del proyecto Unámonos. Muestra la evidencia de que muchos bolivianos, como efecto de la polarización, estamos confinados, aislados, atemorizados, radicalizados, e invisibilizados.
Confinados. Un tercio de la población se identifica con el oficialismo, otro tercio con la oposición, y el tercero no se idéntica con ninguna de ambas opciones. En relación con ello, el 54.2% afirma que el Estado plurinacional es la mejor forma de organizar el Estado, mientras que el 41.5% afirma que es la República. Es decir, son identificaciones que confinan.
Aislados. 2 de cada 10 personas tuvo que cortar lazos con algún familiar, amigo o colega por peleas relacionadas al conflicto del 2019. Otra señal es que consideran que el otro no es importante para el país. Lo más triste: más del 60% de la gente cree que los partidos políticos, plataformas ciudadanas, movimientos sociales y sindicatos no importan para el futuro de Bolivia.
Atemorizados. A más de la mitad de los bolivianos nos gusta hablar e informarnos sobre la política, no obstante, muchos creen que es preferible no comentar con otras personas para no pelear. Digamos que es una forma de auto censura. Muchos recuerdan la crisis política de 2019-2020 con miedo, nervios, rabia e ira.
Radicalizados. Un tercio cree que los que piensan políticamente diferente son personas diferentes a ellos. Es más, han estado dispuestos a votar por un candidato que no les gustaba mucho con tal de no votar por su adversario.
Invisibilizados. 45.5% de la gente considera que en 2019 hubo golpe de Estado, 49.5% que fue fraude, y 24.5% que fue ambos o ninguno. Lo penoso, molestoso y ruidoso es que la polarización ayuda a que la atención de los ciudadanos y los medios de comunicación se concentre en las personas y voces más ruidosas del debate público, lo que condena que éste sea pobre, sin contenido ni sentido. En otros términos, más aparecen e influyen en la esfera pública quienes gritan e imponen y menos los que conocen y proponen.
Es muy preocupante que la polarización política nos esté condicionando. Si bien no es una regularidad histórica, sí es un factor determinante en coyunturas críticas que hace más tortuosa la política nuestra de cada día, de los no polarizados –mayoría- que son los silenciosos, sosegados y esperanzados en que las cosas cambien.