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Política Boliviana: Polarizada en la Estupidez

Guillermo Bretel

Politólogo y Sociólogo de la Julius-Maximilians-Universität Würzburg

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Luego de nueve días de paro en distintas regiones del país, ha quedado claro —una vez más— que el mundo político boliviano está severamente afectado por la falta de pensamiento crítico y valores democráticos. A un lado se encuentra el MAS, partido de gobierno que busca camuflar su autoritarismo y sed de control social a través de leyes que, de estar bien elaboradas, serían necesarias en todo Estado de derecho. Al otro lado está la oposición, que ganó cohesión debido al motivo legítimo de las protestas, pero pierde fuerza y se fragmentará peligrosamente si ciertos grupos opositores deciden continuar en la lógica polarizadora e incluso antidemocrática.

El Presidente Luis Arce busca tener un gobierno fuerte e impositor; le importa tan poco el pluralismo democrático, que no quiere tener que deliberar nada con nadie. El problema de su estrategia es que ignora el vigor de la sociedad civil organizada y, peor aun, de los movimientos sociales y sindicales que lo pusieron en el poder con un mandato muy específico. Estrellarse con los del bando del frente hasta puede usarse para medir fuerzas y ajustar estrategias, pero estrellarse con los compañeros/as de equipo es muy arriesgado para tener una gestión exitosa. En ese sentido, el MAS tendrá que replantear su táctica, pues deberá reconquistar la confianza de sus grupos afines, quienes las pasadas elecciones vieron en Arce una alternativa al déspota de Evo Morales. Arce tiene, hoy por hoy, el desafío de lavarse la cara y deslindarse de una vez por todas de Morales; no copiando sus métodos, sino más bien alejándose de ellos.

Por su parte, la oposición parlamentaria y civil están fragmentadas en dos bandos antagónicos (excluyendo el tercero, el de los tránsfugas). Por un lado, hay una oposición que trabaja en base a argumentos técnicos y, al menos parcialmente, mantiene el carácter constructivo e ilustrado en la Asamblea Plurinacional. En esa misma línea, una gran parte de la población, que salió a protestar de manera legítima, entiende los conceptos de democracia y Estado de derecho, y conserva el pensamiento crítico frente a las medidas tomadas, tanto por el oficialismo, como por la oposición y los sectores organizados de contestación social.

Sin embargo, existen paralelamente parlamentarios/as opositores muy cercanos al MAS respecto a los métodos de comunicación política que utilizan. Adoptan la misma lógica masista de hacer del parlamento un circo y, lo que debería ser una deliberación democrática, termina convirtiéndose en un vergonzoso berrinche. Asimismo, se muestran muy desatinados con comentarios antidemocráticos en los medios, los cuales corrompen las luchas en el marco democrático del primer grupo moderado y racional.

Por su parte, en las calles existen grupos opositores que creen salir a protestar bajo la consigna de “democracia y libertad”, pero que no les incomodaría derrocar a un gobierno elegido democráticamente. El argumento y la duda de fraude siempre están presentes para justificar la ilegitimidad del gobierno actual o, mejor dicho, la legitimidad de intentar derrocar a Arce. No obstante, estadísticamente es bastante inverosímil, cuando la diferencia porcentual con el segundo colocado fue más de 26 puntos en 2020. Incluso uniendo los votos de toda la oposición, la diferencia es mayor a 12 puntos porcentuales, aún garantizando una victoria del MAS en primera vuelta. Estadísticamente es muy evidente que el mayor obstáculo para la oposición fue su fragmentación, aun cuando pudiera llegar a constatarse un supuesto fraude electoral.

El problema de este último tipo de opositores al gobierno del MAS, es que su hipocresía y cinismo “democrático” desvirtúan toda forma de oposición verdaderamente democrática y racional. Ha llegado al límite de parecer que les interesa la democracia solamente cuando el gobierno de turno es de su agrado y no por su valor en sí mismo. Continúan sin la capacidad de percibir que al MAS le favorece la polarización y los clivajes nuevos que se inventen (incluso la última travesura de Choquehuanca sobre la “ira del Inca” causó una desatinada polarización con la “ira de Dios”. ¿En serio a esto hemos llegado?). Muchos creen que apelar a la confrontación es mejor que buscar el pensamiento crítico dentro de los sectores afines al MAS, porque lamentablemente siguen creyendo, basado en su racismo retrógrado, que ellos son los únicos ilustrados, mientras que el resto del pueblo, el masista, el indígena, etc. es inequívocamente ignorante y no tiene voluntad propia. Pero se equivocan, porque un factor elemental para la abrogación de la Ley 1386 fue, sin lugar a dudas, el pensamiento crítico de sectores afines al MAS. Por lo tanto, si algo debería aprender la oposición boliviana de esta última batalla, es que al partido oficialista se le gana con argumentos; combatiendo desde adentro; apelando al intelecto de sus correligionarios/as. Los delirios de cinismo “democrático” favorecen al MAS, le dan cohesión y aumentan su legitimidad, pues hacen ver a toda la oposición como antidemocrática y berrinchuda. La alternativa democrática, que alguna vez tenga chance frente al MAS, será aquella que se aleje de las ideas retrógradas aún vigentes en ciertos grupos de oposición, y que entienda que la polarización no es el camino, sino la deliberación. No solo de las derrotas se aprende, de las victorias también.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Guillermo Bretel

Politólogo y Sociólogo de la Julius-Maximilians-Universität Würzburg

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