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“Quis custodiet ipsos custodes?”, es la locución en latín del poeta romano Juvenal. Esta frase hoy se la enmarca en un contexto de cuestionar dónde debe residir el poder último, ¿en un pequeño grupo de políticos?, ¿en nuestros empresarios?, ¿o en la sociedad?
Es de vital importancia analizar qué ocurre cuando el Gobierno impone una medida a toda la población. ¿Quién es el principal beneficiario?, ¿en quién reside la repartición del poder?
La historia boliviana nos enseña que hemos sido muy permisivos en aceptar que nos limiten nuestras libertades de manera progresiva. Frente a estas acciones, no se ha permitido que gane el miedo impuesto por el monopolio de la fuerza (el Estado), donde se ha luchado con un gran ímpetu y valentía por el respeto de la democracia, el Estado de Derecho y la libertad.
Es en ese sentido la urgencia de conversar sobre la importancia de la separación de poderes y, en caso de su inexistencia, comprender cómo acaba deviniendo en una tiranía. En sociedades donde prima la libertad, los órganos se dedican a fiscalizarse entre sí y permiten que también actores externos lo hagan. Es ese sistema de frenos y contrapesos tan relevante el que hace mucha falta en nuestro sistema.
El común denominador en nuestro país es que todo aquel que es parte del Gobierno, en los distintos niveles, se siente que puede actuar por encima de la ley; es ese virus peor que el covid-19, que se propaga más rápido y que sin duda no permite que nuestras instituciones se desenvuelvan de una manera ideal. Ese irrespeto a la ley que viene de la mano de la corrupción y la impunidad frente a una justicia presa y a favor de unos cuantos en el Gobierno.
Para que triunfe el mal, solo es necesario que los buenos no hagan nada, decía Burke, y es realmente preocupante que la ciudadanía en general esté adormecida la mayor parte del tiempo, cuando deberíamos ser los primeros en fiscalizar al Gobierno. ¿O es que solo se actúa en defensa propia y cuando se tiene esa percepción de que nuestra propiedad está en peligro? Hoy, la amenaza más latente de este mundo es pensar que alguien más lo va a cambiar y uno debe quedarse en la indiferencia.
El construir lo destruido estos 14 años no puede ser tarea de unos cuantos, se necesita de la proactividad de todos los sectores, que se involucren, participen e impacten sobre este “vigilante” que solo busca acumular poder. Vigilar puede tener una tonalidad muy pasiva para algunos; es más, muchos caen en el juego del Gobierno al callar frente al mismo. Aun así, la respuesta es sencilla: tomemos acción, fiscalicemos y propongamos nuevos mecanismos. Demos ese gran paso, ya lo llevamos en las venas porque cada boliviano prefiere vivir la libertad con peligro antes que la paz con esclavitud.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo