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“Se nos ha venido una especie de medioevo”, me dijo Fernando Prado Salmón durante una conversación sostenida hace solo unos días, a la que lo convoqué públicamente para reflexionar sobre el presente y futuro de Santa Cruz y, particularmente, el de Santa Cruz de la Sierra. La frase no surgió de la nada, por supuesto. Habíamos comenzando la charla poniendo sobre el tapete una serie de temas de coyuntura que están generando polémica y debate en las redes sociales, tal vez más lo primero que lo segundo, como el del anuncio de cambio de losetas por pavimento en el centro histórico de la capital cruceña o el grave y recurrente problema de los incendios forestales en el departamento.
La lista de temas fue mucho más larga, por supuesto, pero todos tenían en común un eje central, traducido más bien en una carencia básica: la de la planificación. Al adentrarnos a los temas o problemas planteados, quedó en evidencia eso que Fernando identificó como el avenimiento de una especie de medioevo, paradójicamente ahora, en pleno siglo XXI, después de una especie de renacimiento vivida por Santa Cruz en la segunda mitad del siglo XX. Y digo paradójicamente, porque ese proceso es, a todas luces, un retroceso, va contracorriente a lo que entendemos por desarrollo, por crecimiento.
¿Cómo es posible que Santa Cruz, después de haber iniciado a mediados del siglo veinte un proceso interesante hacia la modernidad, en el que la capacidad de visualizar un mejor futuro, de planificar su desarrollo, esté ahora prácticamente en un punto muerto, en el que es evidente la improvisación, la falta de planificación, la ausencia de una visión clara de futuro? O usando la expresión de Fernando Prado: ¿cómo se explica que en vez de dar un paso más hacia la modernidad, esté más bien retrocediendo y viviendo esta especie de medioevo? Por supuesto que esto no es reciente, que el freno o la involución vista ahora data ya de algunos años y comenzó con la ruptura o desecho de experiencias interesantes que habían logrado hacer carne en Santa Cruz.
Tampoco es un fenómeno exclusivamente local, cruceño, aclara Prado en la conversación. Es un problema global, marcado por una corriente llamada posmodernidad que relativiza todo, que sobrepone la inmediatez al pensamiento o visión de futuro. Pero que sea global no nos exime de encarar el problema desde lo local, una tarea urgente en este momento en Santa Cruz, si acaso nos preocupa de verdad corregir los entuertos “medievales” en los que nos están metiendo las autoridades de turno (en todos los niveles de gobierno, por si acaso, e incluso desde el ámbito de las organizaciones privadas o particulares). Entuertos que nos pueden costar carísimos si no somos capaces, a corto plazo, de frenarlos.
No se trata apenas de un improvisado anuncio de cambio de pavimento en el centro de la capital cruceña, ni de esporádicas acciones adoptadas frente a las amenazas y daños que provocan los incendios forestales en el departamento. Se trata de algo más grave: de la ausencia de una clara y coherente visión del presente y del futuro de Santa Cruz, en la que se contemplen todas sus necesidades, potencialidades y oportunidades concretas de desarrollo sostenible y sustentable. ¿Alguna instancia pública o privada está pensando en este momento en esa visión, trabajando esa visión? Por lo visto, dicho y hecho hasta hoy por las autoridades de turno, ni tienen esa visión clara, ni están trabajando para tenerla.
Duele comprobarlo, pero esa es la realidad. No solo duele, también avergüenza y hasta es motivo de indignación ver en qué gastan su tiempo y los recursos públicos gran parte de las autoridades y de los funcionarios de los diferentes niveles de gobierno, pero también los de otras instituciones llamadas a ser puntales del desarrollo de todo Santa Cruz y del bienestar de su población. Por ejemplo, las universidades, los colegios de profesionales y otras organizaciones de la sociedad civil que, en décadas pasadas, lideraron esos procesos innovadores y exitosos que le permitieron a Santa Cruz dar un salto cualitativo para salir del atraso al que parecía condenado hasta inicios del siglo pasado.
Duele más, porque ya había un proceso virtuoso en marcha para hacer de la planificación una cultura. Un proceso que urge ser retomado con urgencia, en serio, algo posible solo si se logra reactivar una movilización y participación ciudadana efectiva. Un escenario que Prado ve aun viable, a pesar de los males detectados en el descarnado diagnóstico hecho sobre la realidad cuasi medieval que vive ahora Santa Cruz.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo