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Las grandes crisis nacionales y las transiciones políticas complejas, se logran superar construyendo un núcleo articulador de los principales actores partidarios, sociales, regionales e institucionales del país. Para esta causa debe elaborarse un discurso/propuesta nacional, implementando un debate participativo que involucre los sentimientos y aspiraciones de todos los llamados a conformar un Encuentro Democrático, con la misión central de instalar un nuevo Pacto Social, en el objetivo primordial de reconfigurar el Estado Nacional.
Nuestra historia tiene importantes ejemplos al respecto. La revolución del 52 —a mediados del siglo pasado— fue posible gracias al Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) que tuvo la audacia de romper los viejos moldes partido leninista y superar la doctrina ortodoxa de la lucha de clases sociales, posicionando un discurso nacional incluyente, que sedujo al campesino, clases medias y obreros, articulando la sociedad alrededor de la alianza de clases. Superó la visión estrecha de la dictadura del proletariado para proponer una conducción “policlasista”.
El prolongado ciclo de las dictaduras militares de los años 60 y 70 del siglo XX, fue posible de derrotar, porque un grupo de políticos cansados de la inestabilidad permanente del país, consideró que para superar el círculo vicioso de cuartelazos y focos guerrilleros, era necesario fundar un Estado de la Democracia. Así nació la Unidad Democrática y Popular (UDP) concebida por dirigentes del MIR y el MNRI; depusieron diferencias y mezquindades para ilusionar al país —particularmente a la juventud— hacia una Causa Democrática.
El MAS, fue capaz de articular a diversos sectores sociales en su denominado “proceso de cambio”, pero al reducirse a un discurso identitario étnico, dejó de ser creíble y perdió el sentido de la política. Se convierte en un gobierno arbitrario, concentrado en torno a la élite corrupta del evismo y sus títeres. Instala un talante agresivo, descalificando a los actores políticos, indígenas, cívicos, sindicales e institucionales que no comparten su antidemocrática actitud hegemónica. Desprecian la institucionalidad estatal, sin respetar ningún ordenamiento legal y destruyendo el endeble sistema político.
Tal como están las cosas, la sociedad boliviana reclama la emergencia de una nueva alternativa política, que evite un populismo desordenado y una economía caótica; como acontece en Argentina, Venezuela y Nicaragua, y están a punto de caer: Chile y Perú. Por ello es importante que surja inmediatamente un núcleo aglutinador. El pronunciamiento conjunto de Comunidad Ciudadana, Creemos, Comité Cívico cruceño y el CONADE para alertar que la justicia boliviana esta utilizándose como “arma política de persecución” por parte del régimen, constituye un pilar fundacional. Para potenciar esta acción, deberán ser incorporados otros grupos: cívicos, sindicales, indígenas, intelectuales y productivos, que no desean ser devorados por la vorágine intimidadora y el “matonaje” masista.
La nueva alternativa política no debe ser el clásico Frente electoral. Tampoco es la Alianza de débiles agrupaciones o plataformas ciudadanas. Hay que constituir un Colectivo POLITICO, que tenga la capacidad de articular a las fuerzas y organizaciones que trabajan para evitar que nos arrebaten la Libertad, el derecho a una Justicia ecuánime y la democracia en nuestra patria. Tendrá que sumar a todo ciudadano/a que esté en contra de la confrontación social y regional, y el desmantelamiento de los Derechos Humanos. Hay que evitar la consolidación de un proyecto Totalitario en Bolivia que busca destruir nuestra convivencia pacífica.
Lo logrado hasta el momento no fue suficiente para garantizar una nación que viva en Libertad. La lucha por una verdadera Democracia —inclusiva e igualitaria— vuelve a ser una gran causa nacional.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo
