OpiniónPolítica

Un punto de apoyo a lo Arquímides de la democracia

Gonzalo Rojas Ortuste

Politólogo, Profesor de postgrado.

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La proximidad del Bicentenario ha acicateado las miradas con perspectiva de homenaje a Bolivia. Dejando de lado las habituales más o menos de circunstancia, de hora cívica escolina, hay intentos bienintencionados de precisar desafíos y esfuerzos por encontrar rasgos o hechos dignos de celebrarse. También afirmaciones de convicción política-ideológica que intento explanar aquí, en la brevedad de este tipo de textos.

Me refiero a las que apunta a la libertad y sus formas político institucionales, las de tipo republicano, por estar diseñadas para evitar la concentración del poder. En lenguaje llano, salvar la democracia de su situación alicaída, por no decir agonizante. La cuestión de las elecciones judiciales, con los plazos tan encima y el inocultable interés oficialista de que nada cambien, en lo sustancial, no parece ofrecer oportunidades para tal tarea.

En cambio, sí las generales del 2025, pese a las advertidas debilidades, precisamente por el copamiento de “órganos” estatales o su abulia manifiesta dado el protagonismo ciudadano que implica la movilización por el voto que elige –a diferencia de las judiciales que mayormente rechaza-. Se logró con el referéndum del 21-F y por más que inventaron “derecho humano/divino” para los pretendidos eternos, la marca quedó y hoy sigue imborrable, así sea latente.

Actualmente en la Asamblea hay representación de tres fuerzas electorales de muy disímil organización y bases sociales. También las sabemos fraccionadas, de manera más llamativa, la de MAS donde los “hermanos” se ofenden a lo Caín. Están en su salsa, y es difícil ver formas de conciliación aunque el instinto de conservación es poderoso. Es en las otras dos, que expresan opciones democráticas y sobre todo en gran medida por sus bases sociales en las que me quiero concentrar. Creemos es, como sabemos, la opción mediante la cual se expresó principalmente el electorado cruceño en 2020 y su irrupción en el escenario; a diferencia del 2019, fracturó la candidatura de Carlos Mesa y Gustavo Pedraza que encabezaban la opción de Comunidad Ciudadana. Ambos referentes organizativos son muy jóvenes y por las circunstancias de la hostilidad oficialista y otras más no desarrollaron estructuras de partidos, por muy precarias que éstas sean. Esas circunstancias no han cambiado, apresamiento del gobernador Camacho incluido, aunque sin duda la novedad está en los rivales de la disputa intraoficialista por la candidatura del 2025.

Ahora bien, sabemos que uno de los clivajes históricos de este país es el regionalismo. El otro, el étnico cultural está reavivado constantemente por el profuso discurso de los aparatos estatales a la cabeza esquizofrénica del Vice que lo mismo convoca a la unidad etérea de los bolivianos, cuanto alienta rencores con leyendas negras maniqueas. Ahí hay un desafío de larga data, y a pesar de ciertos avances relativos, la inquina señalada y el recurso populista a las emociones lo deja como un pendiente de magnitud.

Volvamos a lo del regionalismo. A veces, la mayoría en tiempos recientes, se achaca al centralismo un trato hostil a Santa Cruz. Sin negar el centralismo, por lo demás bastante extendido en la región como parte del presidencialismo, en verdad tales actos se tratan de excesos de tipo autoritario, que el MAS ha venido ejercitando desde hace más de una década en el longevo régimen que ha conformado. Independiente de las cifras que pueda arrojar el Censo 2024, Santa Cruz es hoy el departamento más poblado y, principalmente, el más pujante en términos económicos; y más que impulsar el federalismo, ahora ha de ser cabeza de la lucha por la democracia y eso solo puede hacerlo con el resto del país, marcadamente las élites del occidente del país, y si se me apura, con la paceña que ha demostrado firmeza en su defensa del Estado de Derecho –poco que queda-. Como palanca de Arquímides conformar un binomio con un cruceño y un andino/a  (vice)presidenciables junto a un equipo de trabajo del entorno ciudadano más un programa mínimo de salvación de la democracia pueden hacer toda la diferencia.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Gonzalo Rojas Ortuste

Politólogo, Profesor de postgrado.

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