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Xavier Albó, te queremos decir gracias

El sacerdote jesuita que se hizo revolucionario está en estado crítico.

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Por: Zulema Alanes de Cabildeo Digital

Xavier Albó: “Volví a nacer en Bolivia”

En septiembre de 2015, un cerrado aplauso interrumpió el desarrollo del Conversatorio sobre Diversidad Lingüística y Educación Intercultural cuando Xavier Albó irrumpió en el auditorio del MUSEF, en La Paz, para celebrar el Premio Internacional Linguapax 2015.  Saludó y, a viva voz, contó las peripecias que pasó para abordar el avión que lo transportó desde Cochabamba.  Llegó con cuatro horas de retraso.

Tomó su lugar y contó que sería una de sus últimas visitas a La Paz porque debía someterse a una intervención quirúrgica para que le extraigan un tumor cerebral que le detectaron luego de sufrir una caída en un viaje a Brasil.  Entonces ya radicaba en Cochabamba.

Xavier Albó decidió hacerse jesuita en septiembre de 1951, pocos meses después, fue destinado a Bolivia para fundar un noviciado en Cochabamba.  Llegó a sus 17 años, en medio de la efervescencia popular de la Revolución de 1952, “el país, como yo mismo, volvíamos a nacer”.

En el noviciado se dio alta prioridad al aprendizaje del quechua. “Se consideraba que, con la lengua, se abría una puerta fundamental para aprender mucho más de aquella cultura andina”.

Entre 1955 y 1958 continuó estudios de filosofía y humanidades en Quito, Ecuador, donde “no se habían dado aún los cambios que estaban ocurriendo en Bolivia, por lo que nosotros nos sentíamos muy orgullosos de ser bolivianos.  Allí seguían en todo su esplendor las haciendas, con sus huasipungos y otras instituciones de tipo feudal”.

“El futuro se decide en el campo”

Volvió al país y se estableció en Cliza, “en el corazón del Valle Alto de Cochabamba, muy cerca de Ucureña donde en 1953 se había firmado el decreto de la Reforma Agraria”.

Decidió hablar sólo en quechua, y lo primero que aprendió fueron las malas palabras. Fue un aprendizaje a pleno pulso, “por entonces no tenía grabadora y sólo podía tomar notas en un block. No faltaron situaciones chistosas como cuando a una señora que estaba preparando chicha le dije: “Señoray, ¿akakusankichu?” (¿estás defecando?), en vez ¿aqhakusankichu? (¿estás haciendo chicha?)”.

Por encargo del párroco, realizó un censo de toda la parroquia, incluidos los ranchos del contorno, tarea que utilizó para aprender el quechua, casa por casa, “En Cliza me enseñaron tres cosas: a beber chicha, a hablar quechua y a teñir burros”.

En los dos años siguientes, elaboró el método de aprendizaje de quechua en dos volúmenes: El quechua a su alcance, inspirados en los célebres Assimiles para aprender diversas lenguas “sin esfuerzo y sin clases formales con un profesor”.  En ese tiempo también inició el aprendizaje del aymara, “esta vez con una grabadora en la que registré los ejercicios prácticos con ayuda de uno de los primeros locutores aymaras”.

Albó es políglota. Además del catalán y el español, domina el francés y el inglés; también estudió latín en el seminario jesuita y, en Bolivia, el quechua y el aymara.

Cuando relataba los pasajes de su infancia y adolescencia siempre recordaba que aprendió a leer y escribir en su casa, que su madre hizo de maestra de cinco hijos, que apenas conoció a su padre porque murió dejándolo de un año y medio. Que estudió el bachillerato en el Colegio San Ignacio de los jesuitas becado por ser hijo de padre asesinado.

“Haber nacido catalán antes de la guerra civil española y haber crecido en la larga dictadura de Franco, que quería imponer un estilo español centralista, sin duda me predispuso a buscar los derechos, incluidos los lingüísticos y culturales, de otros grupos oprimidos y marginados”.

En 1971 fundó el Centro de Investigación y Promoción del Campesinado CIPCA junto a los jesuitas Luis Alegre y Francisco Javier Santiago, con el objetivo de poner en marcha una institución dedicada al desarrollo rural porque estaba convencido de que “el futuro de Bolivia se decide en el campo y no en las minas”.

“Mi límite es no utilizar el poder para joder”

En el libro Un curioso incorregible, publicado en 2019 en coautoría con Carmen Beatriz Ruiz, Xavier Albó relata las anécdotas de su vida, afirma que “por mi forma de ser acepto muchas cosas que otros no aceptarían” y asegura que “Mi límite es no utilizar el poder para joder”.

Ya lo dejó incontrastablemente claro en 2016 cuando Evo Morales lo condecoró con El Cóndor de los Andes, junto a su compañero jesuita Mauricio Bacardit, como reconocimiento a su labor en defensa de la democracia y por su compromiso con los pobres y los derechos de los indígenas.

En esa oportunidad se definió como “librepensante casado al proceso de cambio” y dijo que estaría dispuesto a devolver la condecoración para no perder su derecho a expresarse libremente y sugirió que el “ama llunk’u” (no seas adulón) y “ama ch’in” (no callar) se incluyan a la trilogía andina del “ama sua” (no seas ladrón), “ama llulla” (no seas mentiroso) y “ama q’ella” (no seas flojo).

“A propósito del ama llulla, ama sua, ama q’ella; hay que ponerle dos yapas (…). Las dos yapas son ama llunk’u y ama (ch’in). No ser, hay muchas maneras de decir, lame bota es lo que significa (…) quiere decir no ser adulón de otra gente y el ch’iñallaychu, es decir no callar, ya lo dijo Luis Espinal: ‘callar es lo mismo que mentir’ (…) esto es muy importante”, reclamó Albó.

Le pidió a Morales “reconocer” su derrota en el referendo del 21 de febrero de 2016, le sugirió “descansar” y “habilitar” a David Choquehuanca como candidato presidencial del MAS para tener la oportunidad de volver a postularse en 2025.

También le recordó a Morales que el “suma qamaña” o “vivir bien” exige “convivir bien con la naturaleza y con los distintos””, reafirmando sus críticas a la construcción de la carreta por el Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis) y la represión de Chaparina en 2011.

“El P´ajla”, un cura revolucionario

Xavier Albó nunca se sujetó a las formalidades eclesiales.  Reemplazó el denominativo de “padre”, con el que la gente suele referirse a los sacerdotes, por el de “tata” y conforme fue perdiendo el pelo adoptó el apelativo de “el P’ajla”.

Siempre reconoció a Luis Espinal, el sacerdote jesuita asesinado a manos de paramilitares, como su “gran inspirador” y el que le enseñó que revolución y religión pueden ir de la mano. “Mi gran inspirador de todo, siempre es el Lucho Espinal y muchas veces si tengo que tomar alguna decisión, me digo: ¿qué haría el Lucho en ese caso?”.

En sus relatos biográficos, menciona la muerte de Luis Espinal y la huelga de hambre de las mujeres mineras como los dos hechos que marcaron su vida.

Deja sentado su “arrepentimiento” por no haber asistido al entierro del padre Luis Espinal, porque estaba en Caranavi, consultó si era urgente su retorno y se quedó cuando le dijeron que no. “Lamento mucho, fue mi metedura de pata”, cuenta.

En su libro, Albó revela que estaba tan conmovido que dudó en darles la paz a dos comandantes y jefes del cuartel de Caranavi cuando ofició el sermón de Jueves Santo.

También menciona la huelga de hambre junto a Espinal y a Domitila Chungara que forzó la salida de la presidencia de Hugo Banzer Suárez y posibilitó el retorno a la democracia.

“La huelga de hambre con las mujeres mineras me marcó muchísimo, eso me marcó muchísimo. Yo creo que es la principal experiencia que he tenido en toda mi existencia aquí en Bolivia”, dice Albó.

“Con Domitila nos tocó vivir juntos y con las otras cuatro mujeres mineras el episodio dramático, pero a la vez jubiloso de la huelga de hambre que posibilitó el retorno a la democracia de Bolivia. Un evento que se puso en marcha contra viento y marea, y más allá de sofisticados cálculos políticos, en los días de Navidad de 1977. Aurora de Lora, Nelly de Paniagua, Angélica de Paniagua y Luzmila de Pimentel, quienes, con sus 13 hijos, empezaron esta huelga, nada menos que en la propia casa de monseñor Jorge Manrique, un arzobispo que era todo corazón para los mineros, el 28 de diciembre, ¡Día de Inocentes!”.

Una trayectoria destacada

Xavier Albó nació el 4 de noviembre de 1934 en La Garriga (Catalunya, España) y a sus 16 años, un 27 de septiembre de 1951, ingresó al noviciado de la Compañía de Jesús. A los pocos meses, en enero de 1952, junto a otros nueve novicios jesuitas, fue destinado a Bolivia.

Realizó estudios en Humanidades en Cochabamba (1952 a 1954) y en la Universidad Católica del Ecuador, Quito (1953 a 1954). Licenciado en Teología, de la Facultad Borja, Barcelona (1961) y de la Loyola University, Chicago (1964); y Doctor en Filosofía de la Universidad Católica del Ecuador, Quito (1958) y Doctor en Lingüística de la Universidad de Cornell, Nueva York (1966 a 1970).

Se desempeñó como miembro del Consejo Académico de la Maestría en Antropología de la Universidad La Cordillera y del Doctorado en Desarrollo del CIDES de la Universidad Mayor de San Andrés. En 1995 fue Coordinador latinoamericano de jesuitas en áreas indígenas y miembro de la Academia Boliviana de Historia Eclesiástica.

En 1971, cofundó con Luis Alegre el Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA), del que fue el primer director hasta 1976 y, hasta la fecha, como investigador antropólogo, miembro del equipo de la Unidad de Acción Política (UAP), en la Oficina General. Entre 1978 y 1994 fue miembro del Consejo Nacional de Planificación (CONAP), y fundador y miembro del directorio del Programa Nina, entre otras membresías.

Junto con el profesor Félix Layme recibió el año 1998 el Premio Internacional Hiroshima por la Paz, que otorga la fundación sueca del mismo nombre.

El Senado Nacional lo condecoró con la orden al mérito Franz Tamayo 2007, “por su trabajo de investigación y defensa permanente de los derechos de los pueblos originarios de Bolivia y por su contribución bibliográfica a las identidades, culturas y costumbres de estos pueblos”. Linguapax, una institución internacional dedicada a la defensa de las lenguas y la interculturalidad, lo premió el 2015, en 2016 el gobierno nacional lo condecoró con el Cóndor de los Andes y la Universidad Mayor de San Andrés le otorgó el título de Honoris Causa.

La fecunda producción académica de Xavier Albó suma más de un centenar de títulos, un patrimonio que legó a la Biblioteca de la Fundación Xavier Albó.


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