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Y ahora, ¿quién nos representa?

Renzo Abruzzese

Sociólogo

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A estas alturas del proceso de descomposición de la estructura política nacional, por ahora, dramáticamente develada en las pugnas internas del MAS y devastada por la desinstitucionalización imparable y sistemática que sufrimos desde hace 15 años, parece válido preguntarse quién nos representa.

A no ser que te identifiques y te reconozcan como originario-campesino o miembro activo de una etnia, los ciudadanos de a pie; nosotros, los que despectivamente el poder instituido califica de “clasemedieros”, o los que lucimos una tez blancoide calificados de kharas, estamos indefensos y librados a la voluntad abusiva y despótica del gobierno. No solo porque la esencia del régimen masista intenta construir un estado fascista, de esos que se erigen en base a conceptos de raza, sino, además, porque ha secuestrado toda representación social que no muestre “blasones de raza” y en el mejor de los casos, de clase empobrecida. Nuestros diputados y senadores se mantienen presos de las huestes masistas encriptadas en el Congreso bajo el yugo de la mañosa mayoría parlamentaria, o las trampas del oficialismo que ciertamente parecen salidas de un manual de magia barata, nuestros líderes ciudadanos duran poco y generalmente terminan presos o perseguidos, nuestros intelectuales sufren la mordaza de la autocensura, igual que la mayoría de los medios de comunicación, y todo el que opina o piensa diferente lo hará huérfano de cualquier instancia que salga en su defensa. Para muestra valga un botón, el Defensor del Pueblo, erigido como una efigie de granito en medio de un desierto de transgresión. Se añade la situación del Poder Judicial transformado en un ejército de sicarios judiciales con sueldos del Estado, y la Policía que ahora es el brazo armado del gobierno bajo el mando directo de un ministro. La esperanza de que mecanismos internacionales como el CIDH puedan actuar en beneficio nuestro es tan remota como la galaxia de Andrómeda, bella en su diseño y relucientemente azul.

Usted apreciado lector se preguntará que pasó con los partidos políticos que, bajo canon propio de las ciencias políticas son los mecanismos de representación de todos los segmentos de la sociedad, ya lo sabemos, su debilidad crónica, su también crónica miopía dosificada por intereses personales y grupales solo nos dejaron la sensación de que, por mucho esfuerzo que le pongan, giran sobre su propio eje y no avanzan un milímetro en la reconquista democrática de la Nación. El MAS lo ha suprimido todo.

Convergen en esto factores de todo orden. La vocación autoritaria del régimen, la degradación progresiva de la política, la mediocridad de la mayor parte de los “Padres de la Patria”, el fin de las ideologías nonagésimas, el cierre del Estado del 52 y la emergencia de las lecturas telúricas, mágicas o metafísicas de esas que, con Evo Morales, pretendían gobernar 500 años.

Estamos pues en un momento en que las calles y las plataformas ciudadanas, los grupos de presión y la voluntad individual y colectiva de los sin voz, se ha instalado como la única salida razonable para paliar el desastre y reconstituir la democracia y sus instituciones. No tenemos ningún otro recurso que no sean nuestras propias fuerzas, y esas están nucleadas en el Poder Ciudadano y las calles, peligrosa disyuntiva que vislumbra tempestades en progreso.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Renzo Abruzzese

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