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El fin temporal de los porcentajes

Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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En diversos ámbitos se usan porcentajes para representar alguna dimensión. Por ejemplo, la proporción de personas que vive en la pobreza moderada (39% en 2020), la participación de Santa Cruz en el PIB nacional (31% también en 2020) o la razón de ventas al mercado externo del total producido (25% entre 2016 y 2019, antes de la pandemia).

Pero el uso más extendido es el “porcentaje de crecimiento” para conocer cuánto creció (o decreció) una variable de interés como las ventas de empresas, los salarios, los precios al consumidor, entre los más conocidos.

A nivel global se usa esta noción para mostrar los crecimientos de variables diversas como el PIB, consumo, ingresos fiscales, exportaciones, crédito y cientos de otras dimensiones.

En circunstancias normales las tasas de crecimiento sirven muy bien para indicar cómo está evolucionando una variable de interés, la cual cobra mayor significado si es que se le agrega un comparador. Por ejemplo, el crecimiento de las ventas de este año comparados contra los del año previo.

La fórmula de cálculo es sencilla y por demás conocida. Por ejemplo, si el indicador de transporte de carga por carretera fue 675 en 2018 y 690 en 2019, entonces el crecimiento entre esos años fue 2,2%. 

Veamos: se resta 675 de 690, que nos da 15, y se divide entre 675, lo cual da como resultado 1,022. Luego se resta 1, que resulta en 0,022, y se multiplica por cien, para tener 2,2%.

Hasta aquí todo bien. Si vemos el dato de 2020 (430), que fue marcado por la pandemia, la variación porcentual siguiendo los pasos anteriores es -37,7%; o una caída de casi 38% respecto al valor de 2019. Tampoco no es problemático porque refleja la magnitud del retroceso.

Donde comienzan los problemas es cuando usamos el dato de 2021. Supongamos de momento que el promedio anual fue 657, una cifra que es plausible dado lo observado hasta noviembre. Utilizando la fórmula anterior (657-430/430-1) x 100 tendremos el resultado de 52,8%.

Entonces podríamos concluir que la caída de 38% fue más que compensada por el crecimiento de 53%. Pero esta conclusión es errónea puesto que el nivel alcanzado es 657 y, si bien es mayor al 430 de 2020, todavía es inferior al 690 del año 2019.

Sin conocer el contexto, cualquiera estaría más que interesado en invertir en el rubro por el crecimiento récord de 53%.

Y la comparación es pésima si se usa información mensual: en abril de 2020 la carga cayó 99% respecto a similar mes de 2019; y en 2021, el crecimiento en el mismo mes fue más de siete mil por ciento (7.323%). Esta recuperación “sobrenatural” ocurrió porque la caída fue extremadamente fuerte, además cualquier número dividido entre uno muy pequeño da cifras astronómicas.

Veamos ahora a nivel de todos los sectores con el indicador más usual de actividad económica: el Producto Interno Bruto (PIB) al tercer trimestre. Para hacer sencillo el ejercicio, fijaremos en 100 el valor de similar trimestre de 2018, el cual aumentó a 102 en 2019, cayó a 90 en 2020 y subió nuevamente a 97 en 2021.

La caída en 2020 “respecto a 2019” fue 12%; y el aumento en 2021 “con relación a” 2020 fue 8%. Existen dos facetas claras en el indicador señalado: a) hubo una recuperación de la producción; y, b) no se llegó a remontar la cifra de 2019 porque hay todavía una brecha de 5% respecto a ese año e incluso de 3% respecto a 2018. 

En la discusión pública han surgido dos visiones que son correctas en conjunto, pero que por sí solas son equivocadas. Unos dicen que ya nos recuperamos (hubo un crecimiento de 8%) y otros que no la hubo (estamos 5% por debajo de 2019).

Ambos elementos son fundamentales dado que inyectan optimismo porque estamos mejor que antes, pero también realismo puesto que todavía falta la recuperación plena.

Más que discutir “qué lado de la medalla queremos ver”, tenemos que plantearnos cuáles son los factores para que la recuperación haya sido parcial y cómo podemos fortalecerla en adelante.

Sino caeremos en esta implicación: una verdad a medias es una mentira.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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