Anomia desbocada
Desde hace años defendemos en esta columna que para comprender la realidad argentina es central recurrir al concepto de anomia. Muchos habitantes de nuestro país y el movimiento político que lo ha hegemonizado durante décadas no tiene apego a las normas de convivencia democrática, tampoco a la lógica. El problema se origina en que existan determinados dirigentes políticos y sociales que difunden la anomia. Ellos mismos son solo la representación de elementos de nuestra cultura que han ido empeorando con los años. Es difícil pensar que a líderes tan preparados como Máximo Kirchner, Luis D’Elía, y otros, les hubiera sido posible ocupar un lugar de importancia en Suecia o el Reino Unido.
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Hace más de cien años, dos fundadores de la sociología definieron conceptos que han permanecido vigentes a lo largo del tiempo. Uno de ellos fue Max Weber, quien en La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo, habló de la importancia de la ética protestante y de la moral puritana para el desarrollo del capitalismo. La Reforma se levantó en contra de la riqueza y el boato de Roma y de la búsqueda desenfrenada de riqueza de muchos católicos. Entre los protestantes la devoción se asoció con el culto al trabajo, al ahorro, al respeto a normas de conducta rígidas.
Los padres fundadores de los Estados Unidos fueron peregrinos que huyeron de la revolución industrial y el maquinismo, para establecerse en sociedades en las que la gente podía vivir bien porque producía. Los estados del medio oeste norteamericano son una expresión de esa mentalidad conservadora y austera que los lleva de las plantaciones de cereales, al servicio religioso semanal.
Los colonizadores españoles, en cambio, vinieron para conseguir todo el oro que fuera posible para mantener las costumbres fastuosas de sus soberanos. Los unos se dedicaron a sembrar, los otros también a saquear.
En el otro extremo de la ética protestante está la anomia, concepto que nació en esos mismos años. Émile Durkheim en su libro La División del Trabajo Social, la definió como un proceso de debilitamiento de los vínculos sociales, con el que la sociedad pierde la capacidad de integrar a sus miembros dentro de sistemas de creencias y normas comunes que permitan el imperio de la ley. En las sociedades anómicas los ciudadanos tienden a hacer lo que quieren, sin respetar normas de comportamiento, ni el derecho de los otros. La anomia lleva a la falta de respeto a las normas sociales, y también a la transgresión sistemática de la ley y el fomento de conductas antisociales. Empezamos por no hacer caso a las autoridades, vemos con simpatía a La Saladita y tratamos de proteger a los soldaditos de los traficantes.
Cuando se dan estos procesos la gente y los políticos se acostumbran a mentir
Cuando se dan estos procesos la gente, y en especial los líderes, se acostumbran a mentir sistemáticamente, lo hacen riéndose, en nombre de la avivada, sin que la sociedad condene su actitud tramposa.
Justicia. Esta semana recorrió el mundo una noticia inusual. El Presidente constitucional de Argentina concurrió a un tribunal penal para atestiguar a favor de su vicepresidenta en funciones. La próxima semana concurrirá el presidente de la Cámara de Diputados.
El tema es el enriquecimiento inexplicable de uno de sus amigos. Cuando el matrimonio Kirchner llegó al poder, un empleado del banco en que movían sus cuentas fundó una empresa constructora con un patrimonio de 12 mil pesos, que se convirtieron en 1.700.000.000 al terminar el gobierno de Cristina. Para esa fecha, Báez, además de ser propietario de la segunda empresa de construcciones más grande del país, había acumulado 22 casas, once estancias, 74 terrenos, un hotel, 350 vehículos, once autos de alta gama, estaciones de servicio, radios, diarios, y un club de fútbol. Dueño de 470 mil hectáreas, se había convertido en el tercer terrateniente más grande del país.
El actual Presidente, que fue jefe de Gabinete por cinco años durante el kirchnerato, dice que en su gobierno no hubo reparto arbitrario de fondos entre las provincias, pero Santa Cruz, con el 0,7% de la población del país, recibió el 12% del presupuesto de vialidad. El 78% de las obras de esa provincia fueron asignadas a Báez, 52 obras de las que solo se terminaron dos.
Lo curioso es que tanto Cristina Fernández como Alberto Fernández, devotos de San Pedro, desconocen a Báez, a pesar de las numerosas fotos en las que aparecen juntos y de que pagó la construcción de un monumental mausoleo en el que descansa el ex presidente. Estuvo custodiado por tropas privadas del empleado bancario, dejaron el sitio después de la derrota electoral, cuando sacaron una gran cantidad de bultos, supuestamente de dólares, y desaparecieron.
La declaración de los Fernández que nunca conocieron a Báez es absolutamente inverosímil. No es posible que no se hayan percatado que el empleado de su banco se había convertido en uno de los hombres más ricos del país con los contratos que le asignaba su gobierno.
Deuda. En la sociedad de la anomia hay medias verdades que constituyen enormes mentiras. Desde hace rato, la política y las noticias han girado en torno al pago de una deuda de 40 mil millones de dólares contraída por el gobierno anterior con el Fondo Monetario Internacional. Originalmente fueron 44 mil, pero se pagaron ya 4 mil con DGS que nos fueron donados.
Lo que no dicen los funcionarios es que la deuda del país es de 363 mil millones de dólares, y que la que corresponde al FMI es solo el 12% de esta suma. La deuda existe desde hace mucho tiempo y seguirá creciendo mientras los gobiernos gasten más de lo que el país produce. El actual gobierno, que está a la mitad de su período, se ha endeudado en 52 mil millones de dólares.
La anomia va estrechamente ligada a la fe. Algunos creen que la situación del país está provocada por fantasmas. El imperialismo, los ricos, la comunidad internacional, el comunismo, ocupan espacio en los medios, mientras los problemas de fondo no parecen tan relevantes.
Somos el único Estado del mundo en el que existe un partido de jueces dedicado a proteger a los delincuentes
La droga viene pudriendo a nuestra sociedad desde hace años, se hace cada vez más poderosa, es la causa de muchos otros males. Todos los días hay personas a las que asaltan y asesinan para robarles sus pocas pertenencias. La inseguridad está provocada por locuras ideológicas que destruyen al país.
Somos el único Estado del mundo en el que existe un partido de jueces dedicado a proteger a los delincuentes. Cristina Fernández obtiene siempre en las prisiones más del 90% de los votos. Hasta hace poco existió un Batayón Militante, integrado por delincuentes que salían a hacer proselitismo por el kirchnerismo. Si se hace un estudio, se comprobará que la inmensa mayoría de quienes asaltan y asesinan votan por el partido que les da impunidad.
En el conjunto de la sociedad hay también muchas personas más preocupadas por defender la anomia que la ley. Cuando tres adolescentes asesinan a una pareja de ancianos para robarles sus ahorros, son muchos los que preguntan si la policía cometió abusos con los detenidos, pero no se interesan por la suerte de las víctimas y sus familias.
La no imputabilidad de los menores de edad proporciona a las bandas de narcotraficantes miles de “soldaditos”, indispensables para extender sus redes de muerte. Esa legislación, respaldada muchas veces por personas de buenos sentimientos, es fatal para los mismos niños que se sumergen en el mundo de la droga, la consumen, forman bandas de asaltantes y asesinos. Hay que hacer números. ¿Cuántos de los niños que se recuperan porque quedan impunes de graves delitos? y ¿cuántos se inician en una carrera delictiva que los lleva a la tragedia?
La actitud del Gobierno anómico frente a las drogas es patética. Durante el gobierno de Mauricio Macri, Patricia Bullrich realizó una verdadera guerra en contra de las drogas. Se secuestraron 33 mil kilos de cocaína, hubo 102.600 procedimientos, un promedio de setenta diarios, y se demolieron doscientos búnkeres usados por los narcos.
El avance del narcotráfico está destruyendo al país
En el actual gobierno no se destruyó ni uno solo. Todas las políticas antidrogas han sido suspendidas. Es difícil creer que haya funcionarios de alto nivel que participan del negocio, lo más probable es que esté ocurriendo lo mismo que en las otras áreas del gobierno anómico, y esto se deba solamente a la incapacidad. Lo grave es que las consecuencias son brutales en el largo plazo. El avance del narcotráfico está destruyendo al país, mientras los funcionarios se dedican a comprar penes de madera y palitos sacayuyos.
Otra faceta de la anomia es la de intentar destruir lo que funciona. Los irrita ver que la Ciudad de Buenos Aires está bien gracias a una administración eficiente, llevada a cabo por los equipos que han dirigido Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta. No se explican cómo se produjo esa transformación, mientras algunos municipios que ellos administran desde hace décadas caen en pedazos.
Su actitud no es aprender a hacer lo que está bien, sino intentar que la Ciudad esté mal, como su municipio icónico, La Matanza. Las agresiones en contra de la Ciudad han sido permanentes. Creen que castigando a los que no votan por la anomia los van a atemorizar. Algunos opositores, cuando se daba el reparto más injusto de recursos para favorecer a la provincia de Santa Cruz, no protestaron, sino que postularon para la presidencia a Cristina Fernández de Kirchner. Actualmente han descubierto que pueden luchar por la Justicia votando con el Gobierno en el Congreso, y participando de la ofensiva anómica en contra de la Ciudad. Si creen que con eso ganaran las elecciones, deben recordar lo que ocurrió con los candidatos presidenciales de esa línea, que terminaron como empleados de este gobierno. La gente se da cuenta de las avivadas.