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Cuba: Huracanes y tormentas perfectas crujen la hora de los mameyes

José Rafael Vilar

Analista y consultor político

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¿Qué pasa en Cuba?

«Que nunca tan hermosa cosa vio» [Almirante Cristóbal Colón según Fray Bartolomé de las Casas al desembarcar en Ysla Juana el 28/10/1492]

Ysla Juana—como la describía el Almirante en su primera carta a los Reyes, Isla de Cuba  o Cuba sin necesidad de más apellidar, tierra de huracanes, estos días ha estado en el centro de muchas noticias —de angas y de mangas, a favor y en contra, sin contar “sesudas” justificaciones y adherencias, incluso aberrantes criminalizaciones con “exhortaciones” como las de Aleida Guevara March (estalinistas o polpotistas, valga a ver porque maoísta fue su progenitor)—, informaciones que, opacando las sempiternas de la pandemia del coronavirus, nos aproximaban a la explosión de protestas populares en Cuba que desconcertaran a ajenos y a propios —amén de mesar cabellos y barbas de los gerifaltes del Grupo de Puebla que, acostumbrados a las convocadas, desbordadas, reprimidas y mediatizadas en las orillas ajenas de Colombia, Ecuador y Chile, ahora las tenían en la propia orilla, como las de Venezuela y Nicaragua en 2018 y Bolivia en 2019.

No voy a volver a contar qué sucedió el domingo 11 de julio y lo que ha venido aconteciendo. Sólo recordaré que fue el cansancio por los continuados “alambrones” —que, como en Venezuela, eran harto más que “apagones”— lo que lanzó a los habitantes de la ciudad de San Antonio de los Baños —sede de la conocida Escuela Internacional de Cine y Televisión de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano— en una inesperada —para Cuba, tan controlada y “planificada”— acción de protesta. Protesta que cual chispa vía Redes Sociales se extendió para la capital y muchas provincias, porque una chispa, por pequeña que sea y ésta no lo era, en terreno muy seco es combustible para fuegos; protestas —incendios— que desnudaron los más disímiles reclamos latentes y convirtió el país en un completo guirigay.

Prolegómenos

No era la primera gran protesta por la situación en el país porque “el Maleconazo” del 5 de agosto de 1994 —pocas semanas después del hundimiento del remolcador “13 de marzo”— fue el antecedente más parecido pero ésta de julio 11 sí pasmó el Poder desde un inicio, quizás porque estaban huérfanos del Gran Fabulador.

Para quien lo recuerde o lo googleé, “el Maleconazo” sucedió en pleno Período Especial en Tiempos de Paz —eufemismo para denominar la grave crisis económica cubana tras la abrupta implosión del bloque soviético— que José Carlos Cueto (BBC) describió puntualmente con «La economía cubana se desangra. Escasean la comida y las medicinas. Los apagones son constantes. Muchos se hartan»: miles de cubanos salieron al Malecón de La Habana para la mayor protesta contra el gobierno desde el triunfo del castrismo en 1959; hubo vandalismo, rompieron vidrieras y se enfrentaron a palos y piedras contra la policía, desbordada y desconcertada en un primer momento mas, al rato, Fidel Castro fue hasta donde estaban los protestantes y, con su real carisma ineludible, apaciguó la revuelta y exhortó —in situ, sólo él podía hacerlo— a “derrotar a los apátridas” que protestaban. Palo —como cuando el Mariel de 1980— y zanahoria, Castro el Mayor dio vía a la emigración masiva en balsas vía Estrecho de la Florida y el ciclo calmante se completó con una (tímida) progresiva apertura económica —con trancas y retrancas que Castro el Menor, al sucederlo, promovió profundizar enfrentándose a los mismos vaivenes con mayor voluntad que hasta entonces— y con nuevos acuerdos migratorios con los EE.UU., el destinatario de los migrantes.

Veintisiete años después, más dilatado que el de las vacas de José y más angustioso, el ciclo de crisis —que nunca concluyó totalmente— se repitió: si la desaparición del apoyo externo soviético y de sus satélites, la sustituyó el padrinazgo que el Comandante Chávez tomó para sí a su advenimiento, su heredero lo continuó con muy crecientes reducciones —no por caída aún del madurismo sino por su rotundo fracaso—, provocando un nuevo ciclo de contracción en Cuba que en 2020 se ejemplificó en la caída del 11% del PIB con firmes perspectivas de empeorar en 2021 (durante el Período Especial, entre 1990 y 1995, la caída fue del 36%) luego de crecer sólo poco más del 2% en 2018 y caer el 0,2% en 2019 (BM), en un cachumbambé económico que se inicia en 1999 —año del entuerque del chavismo— con el 6,2%, crece hasta el 12% en 2006 —tras el ingreso en la ALBA-TCP y demás organismos promovidos por el chavismo para la promoción del socialismo del siglo 21— y que para este 2021 se auguraba rebotar un 2,2% (CEPAL y EIU), expectativa fracasada ante la imposibilidad de mantener por la pandemia el turismo receptivo —menos aun crecerlo— y la escasez nacional de rubros exportables —consecuencia del modelo “planificado”—, más allá de servicios médicos.

Ubiquemos esta crisis de decrecimiento en medio de una tormenta económica “perfecta” causada por la pandemia del COVID-19 —con datos muy auguriosos de su manejo en 2020 pero sumamente críticos en 2021, aun más graves para un país dependiente del turismo—, las restricciones del embargo —volveremos a él—  y las complicaciones  emanadas de la denominada “Tarea Ordenamiento” de enero de este año: unificación monetaria (un ordenamiento cambiario), reforma del comercio exterior, eliminación de subsidios y ampliación del sector no estatal, todo ello parte de un moderado sinceramiento de la economía que provocaba la urgentísima transformación del modelo —“proceso cachumbambé” del que adelanté cuando mencioné “el Maleconazo”— con el propósito de salvar el sistema, fracasado el del absoluto estatismo centralizado vigente —prologomenado por Ernesto Guevara entre 1959-1965— desde la Ofensiva Revolucionaria de 1968 que acabó con la propiedad privada no personal y destruyó la economía del país.

Sin embargo, todo el proceso de controlada apertura económica —los “cuentapropistas” y sus patentes— desde 1994-1995 hasta la misma “Tarea Ordenamiento” —pasando por la Ley No. 118/2014 “de Inversión Extranjera” diseñada para el escarceo romántico con Obama y modificada (ya sin romance) en el 2020—, ha sido un proceso de cambio gatopardiano. «Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi» («Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie» [Giuseppe Tomasi di Lampedusa: Il Gattopardo, 1958]).

“BLOQUEO” versus EMBARGO

Aunque desde el período Clinton (1993-2001), los estados del Midwest —seguros votantes trumpistas— han sido los primeros o segundos proveedores anuales de alimentos a Cuba y no hay restricciones para exportar medicinas a Cuba (bajo Ley Torricelli de 1992, entre 2001 a 2020, los EEUU exportaron a Cuba USD 6.308.778.608 en productos agrícolas, alimentos, medicinas y suministros médicos, más donaciones humanitarias autorizadas desde 1996 desde los EEUU en las categorías de Salud, Alimentos, Ropa, Artículos Domésticos, Educación y Construcción, que entre 2014 y 2020 se evaluaron en USD 35.802.293, el recrudecimiento bajo Trump del embargo económico impuesto por los EEUU a Cuba desde 1962 —aclarando que el bloqueo sólo duró los días de la crisis de los misiles pero el embargo fue total, incluso después de 1964 y sólo se flexibilizó en inicios de los 90s, cuando ya Cuba llevaba dos décadas largas de integrarse en la esfera soviética— luego de la apertura del final de la era Obama que despertó muchas expectativas en Cuba —más las fantasiosas que las posibles—, afectó significativamente, entre otros, la llegada de turistas estadounidenses, el envío de remesas de cubanoamericanos a sus familiares en la Isla-archipiélago (5,3 mil millones de dólares en 2019) y restringió más las inversiones —sobre todo en áreas de la economía controlados por GAESA (Grupo de Administración Empresarial, Sociedad Anónima), el consorcio empresarial de los militares de Cuba que abarca rubros desde el sector hotelero hasta tiendas minoristas de ventas en divisas, las aduanas y los puertos, entre muchos otros— y las transacciones financieras con Cuba —prohibiendo el empleo del sistema financiero de los EEUU—, complejizando más la situación de la nomenklatura cubana.

De lo que no me quedan dudas es que: a) el embargo obligó desde su inicio que Cuba cambiara su matriz de manejo comercial (en Cuba, para el comercio con los EEUU no eran necesarios almacenes portuarios; con Europa, sobre todo del Este, y con Asia era imprescindible tenerlos) pero, sesenta años después (o cincuenta, considerando el tiempo requerido para el reacomodo de infraestructura y logística), es la más palpable constatación del fracaso del modelo —verdad de Perogrullo— vía su improductividad e ineficiencia; b) la bancarrota actual llega después de los cerca de 120 mil millones de dólares (desde los rublos convertibles de entonces) de subsidios (no para aspectos militares), facilidades de pago y preferencias en comercio (el intercambio con la Unión Soviética llegó a constituir el 70% del comercio exterior cubano, sin contar con el resto del llamado “campo socialista”) que durante casi tres décadas el bloque soviético proveyó a la nomenklatura de Cuba, sin contar la ayuda directa de la antigua Unión Soviética y el CAME-COMECOM, c) adicionando la deuda “blanda” (créditos que entre 1960-1990 alcanzaron los 65 mil millones de dólares) que Rusia heredó de la URSS (pendientes en 2014 aún 35 mil millones de dólares, de los Rusia condonó 31.500 millones) y d) los 11 mil millones de dólares recibidos del Club de París, de los que en 2015 se condonaron 8.500 millones de dólares bajo el compromiso de pagar en plazos el importe restante hasta 2023 (ya en 2019 esas obligaciones se incumplieron parcialmente y en 2020 el gobierno cubano se declaró incapaz de asumir la cuota en su totalidad).

Desde la visión de su comercio, Cuba en 2020 exportó alrededor de 1,25 mil millones de dólares (2,4% del PIB) —principalmente: productos del tabaco, azúcar, níquel, zinc y alcohol etílico/bebidas— e importó 4,21 MM (11,5% del PIB), lo que da una tasa de cobertura (porcentaje de lo que se importa que puede pagarse con lo que se exporta) de menos del 27,2%, altamente deficitaria. Turismo y servicios de salud han sido gravitantes para sostener la economía en este período; el sector turístico contribuyó en 2019 con el 10,3% del PIB pero en 2020 la reducción del turismo fue del 74,6% y entre enero-febrero de 2021 (antes del aumento desbordado de casos, que esta semana pasada bordeó entre 8 y 9 mil nuevos casos detectados/día) la llegada de vacacionistas se había reducido el 95,5% respecto al mismo período de 2020 (antes de la pandemia).

Según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información de la República de Cuba, en su Anuario para inicios de 2019 el país contaba con más de 95 mil médicos (9 por cada 1.000 habitantes) y más de 85 mil enfermeros (8 0/1.000). Aunque entre 2015 y 2018, las denominadas “Misiones Médicas” desplegaron a más de 50 mil cooperantes (la mitad: médicos) en 68 países, para inicios de 2020 la cifra era de casi 30 mil colaboradores en 59 países, aumentada con la pandemia; estos profesionales aportaron en la década anterior un promedio anual de 9 mil millones de dólares. Bastan las cifras de turismo y misiones médicas para entender cuáles son los aportantes principales para la economía cubana en épocas no pandémicas.

Me queda claro que el embargo económico impuesto a Cuba por los EEUU —el mantra del “bloqueo”— ha sido muy grave para la economía cubana en la década de los 60s y hoy —tras las medidas de Trump y su continuación por Biden— puede perjudicar significativamente los ingresos del Estado cubano —sobre todo por dificultad para el turismo desde los EEUU (que ahora es inexistente por la pandemia) y las remesas de cubanoamericanos— pero tampoco me queda dudas que ha sido muy beneficioso para el discurso y la actuación oficiales.

Quizás si algún presidente estadounidense —so pena de perder votos, sobre todo en la Florida— hubiera decidido levantarlo, la nomenklatura cubana —más aun en esta época de Rectificación y Reordenamiento— hubiera dicho como Voltaire: «Si Dieu n’existait pas, il faudrait l’inventer» («Si Dios no existiera, habría que inventarlo»).

Lo demás

Después de haberles abusado, amigos lectores, con cifras y citas, me quedan temas para decirles. Afortunadamente, puedo resumirlos en tres elementos (para agrado de quien lo lee y, sobre todo, de la directora de este site) y, por importantes que son, no los obviaré.

  1. Relato del Éxito

La Revolución Cubana —una etiqueta que ha pervivido más de 64 años, casi tantos como la Unión Soviética— ha tenido una base fundamental en las narraciones que ha producido durante estas más de seis décadas. Desde la entrevista que Herbert L. Matthews le hiciera a Castro el Mayor en la Sierra Maestra cubana y que el New York Times publicara el 17 de febrero de 1957, la Revolución no dejó de ser trending topic en el mundo de la información.

Los ejemplos huelgan: el mantra del bloqueo es uno de ellos, como también la Zafra —estrepitoso fracaso— de los Diez Millones o mucho —por no decir todo— del internacionalismo proletario. Pero quizás, intrínsecamente unido al bloqueo, el del enemigo principal: los Estados Unidos, fuente de todos los males —aunque de algunos sí ha ganado “el mérito por propio esfuerzo”. Hoy se descarnan las narraciones. Si el 13 pasado me preguntaba en mi columna de ese día en La Razón«¿Las moderadas medidas económicas —suspensión de restringidas previamente— serán paliativo suficiente como en 1994 o urgirán otras más —en delicado equilibrio? ¿La ausencia del carisma de Castro el Mayor incidirá?», hoy no dudo que dentro de la misma nomenklatura las tensiones se agudizan y se enfrentan los intereses.

¿Qué concluirá? Las personas que salieron a las calles el 11 eran parte de una expresión volitiva, espontánea y desorganizada, sin recursos —menos aun estructura y aparato— para retar por el Poder y, con seguridad, cualquier apoyo externo les será más simbólico que real; las Redes Sociales —sujeto de aflicción y angustia para los regímenes absolutos—seguirán siendo fuente información —y, además, de muchas fake news— en la medida que haya soporte. Criminal me queda el discurso incendiario de una Guerra Fría con la fantasía —criminal para todos, peor para el pueblo cubano— de insistir en una invasión norteamericana en Cuba.

2. Ochoa ayer, hoy “la Pandemia de los Generales”

En 1989, el General de División Arnaldo Ochoa Sánchez —Héroe de la República de Cuba, guerrillero de la Sierra Maestra y uno de los militares más condecorados— fue detenido, juzgado y sentenciado a fusilamiento por delitos de alta traición: vínculos y actividades de narcotráfico y tráfico ilícito con diamantes y marfil. Otros tres altos militares fueron fusilados junto con él. En un juicio concatenado, otros altos militares —los Generales de División José Abrahantes Fernández y Pascual Martínez Gil (Ministro y viceministro primero del Interior respectivamente) y el General de Brigada Patricio de la Guardia Font, entre otros— fueron condenados a penas de prisión; poco tiempo después, se anunció que Abrahantes Fernández, de 59 años, falleció de un inesperado infarto en la cárcel.

Ahora, en menos de 10 días y tras la protestas del 11, cinco generales han “fallecido” sin precisare causas, ambigüedad que permitiría suponer que sus fallecimientos fueron causados por la pandemia (aunque hasta ahora no se sabía ningún general había fallecido por el COVID-19 en más de un año): los generales de Brigada, Manuel Lastres Pacheco, Armando Choy Rodríguez y Marcelo Verdecia Perdomo y Rubén Martínez Puente (todos en la reserva) y el que era jefe del Ejército Oriental, el general de División Agustín Peña Porres. Dejo abierto para interpretación.

3. El dominó del socialismo 21

Las huestes del socialismo 21, desaparecido el poder del Partido dos Trabalhadores de Lula da Silva migraron del Foro de São Paulo al Grupo de Puebla bajo la cobija de un Demagogo Mayor que —cóctel de Plutarco Elías Calles con Luis Echeverría Álvarez— resucitaba el peor PRI (la “dictadura perfecta” como se la caracterizó Mario Vargas Llosa a Octavio Paz) pero sin el PRI (sí con “su PRI”: MORENA).

Sin Lula, sin Chávez (Maduro casi ni cuenta) y sin Correa, ni Ortega ni Morales  y sin un Castro —ni el Mayor occiso ni el Menor— en Primera Línea, sólo quedaba el demiurgo de la “Cuarta Transformación”: Andrés Manuel López Obrador, Pater Putativus (Peje hipocorístico) del Grupo poblano. La gran pregunta de los agrupados: Si la Cuba de los Castro implosiona (o deviene en otra versión heterodoxa) en la Cuba sin los Castro (ni de sus herederos elegidos), ¿qué discurso nos quedará? Y, peor, ¿en dónde vacacionaremos?

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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José Rafael Vilar

Analista y consultor político

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