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Cuba, Nicaragua y Bolivia entre los excluídos de la Cumbre de Democracias.

Jaime Aparicio

Diplomático de Carrera, ex Embajador de Bolivia en los Estados Unidos

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El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, ha invitado a los gobiernos democráticos del mundo a una Cumbre por la Democracia, del 9 al 10 de diciembre de 2021, para establecer una agenda de acción colectiva frente a los crecientes peligros que enfrentan hoy las democracias liberales. Según un documento del Departamento de Estado, dichas amenazas provienen de líderes autoritarios que “cruzan las fronteras para socavar las democracias, desde atacar a periodistas y defensores de los derechos humanos hasta manipular las elecciones..” y esos “actores hostiles exacerban estas tendencias al manipular cada vez más la información digital y difundir desinformación para debilitar la cohesión democrática“.

Entre los que no han sido invitados a esta cita internacional de democracias liberales, destaca un grupo de caudillos autoritarios latinoamericanos, expertos en fabricar narrativas falsas y en socavar la democracia: Diaz Canel de Cuba, Daniel Ortega de Nicaragua y Luis Arce de Bolivia. En el caso de Venezuela, los Estados Unidos no reconocen a Maduro sino a Juan Guaidó como representante de ese país.

Es claro que Cuba, un regimen totalitario que continua despues de sesenta años, reprimiendo al pueblo cubano, no podía participar en una reunión de gobiernos democráticos. El número de prisioneros políticos, que se aproximó al centenar a mediados de 2021, creció este año con las ultimas protestas del 11 de Julio y del 15 de noviembre, donde por primera vez en más de 60 años de revolución, hubo la evidencia de que en Cuba hay una creciente resistencia ciudadana a seguir oprimidos por una ideología arcaica que niega el derecho a disentir.

El actor y dramaturgo cubano Yunior García la llama “una tiranía brutal, como pocas veces se ha visto”. Y refiriéndose a los intelectuales deshonestos de la izquierda internacional que siguen protegiendo a la “revolución cubana“, denunció esa “especie de relación romántica, casi infantil, con relación a lo que Cuba puede significar en la mente de muchas personas” y reafirmo que el gobierno de Cuba “echa mano de cuanta táctica cobarde y de abuso de poder tienen los autoritarios en su manual al que le agregó también la propia cosecha del castrismo, experto en mentir y en la preparación de decorados”.

Tampoco extraña la exclusión de Nicaragua, cuyo dictador, junto a su esposa, se acaban de reelegir en una farsa electoral en la que sus competidores fueron encarcelados. El proceso electoral fraudulento de Nicaragua, como el de Bolivia el año 2019, empezó cuando Daniel Ortega y Evo Morales fueron inscritos como candidatos el 2011 y el 2019, respectivamente, en violación de las constituciones de sus países, forzando a la Corte Suprema y al Tribunal Electoral a alegar el inexistente derecho a una reelección indefinida como “derecho humano” de Ortega y de Morales. La Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha rechazado esa interpretación en una reciente Opinión Consultiva determinando que “la reelección indefinida es contraria a la Convención y Declaración Americana.

Hoy Nicaragua es un estado policial que, días antes de ser suspendido de la OEA por violar la Carta Democrática optó por salirse de la organización. La dictadura en éste país mantiene su poder en base a la represión, la subordinación total del Poder Judicial a Ortega, la corrupción, el fraude electoral y la impunidad estructural diseñada por el gobierno para perpetuarse en el poder. Ortega también, como en Bolivia, ejerce control absoluto sobre la Asamblea Nacional, lo que le permite avanzar en la sanción y la reforma de leyes destinadas al control absoluto del poder y a la supresión de las libertades ciudadanas.

En este escenario, la sorprendente exclusión del gobierno de Luis Arce de la Cumbre por la Democracia, significa que la deriva autoritaria de Bolivia no pasa desapercibida y ya está en el radar internacional. Evo Morales tuvo la habilidad de esconder en el exterior la naturaleza autoritaria de su gobierno, protegido por una fachada de dirigente indígena que generaba una suerte de complejo de culpa en las ex potencias coloniales del mundo y en los llamados “intelectuales progresistas” y porque la izquierda internacional le prestaba su aparato publicitario internacional (Foro de San Pablo, el Grupo de Puebla) y sus conexiones en los organismos de derechos humanos en la OEA y la ONU, El País de Madrid, el New York Times y otros sofisticados medios de información que romantizaron al caudillo indígena que dilapidó durante 14 años los mayores ingresos de la historia de su país gracias a los ajustes macroeconómicos de sus antecesores en el poder y a la enorme subida de los precios internacionales de los productos de exportación de Bolivia.

Es hora de que los gobiernos de las democracias liberales del mundo se comprometan a desarrollar acciones colectivas eficaces frente a gobiernos totalitarios o en vías de serlo. Esta Cumbre puede significar el inicio de la formación de una alianza global que prevenga, con remedios concretos, la epidemia del totalitarismo y sus nuevos métodos de apoderarse y perpetuarse en el poder.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Jaime Aparicio

Diplomático de Carrera, ex Embajador de Bolivia en los Estados Unidos

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