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Jair Bolsonaro pide la anulación parcial de las elecciones que perdió frente a Lula da Silva

Presentó un recurso para que el organismo electoral tome cartas en el asunto.

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El presidente brasileño Jair Bolsonaro, de 67 años, que está enclaustrado en su residencia desde que perdió las elecciones, ha decidido cuestionar por la vía institucional el resultado. Cayó derrotado por una mínima diferencia de 1,8%, es decir unos dos millones de votos menos que su contrincante, Luiz Inácio Lula da Silva, de 77 años.

El mandatario ultraderechista presentó este martes en la tarde un recurso ante el Tribunal Superior Electoral en el que le solicita que anule parte de los votos emitidos el pasado 30 de octubre. Los votos en cuestión son los tecleados en los modelos más antiguos de la urna electrónica que Brasil usa hace 25 años y el argumento esgrimido son las supuestas inconsistencias detectadas.

La demanda supone la materialización de un temor que ha sobrevolado estas elecciones, las más tensas y polarizadas en la historia reciente de Brasil. La solicitud de que parte de los votos sean invalidados se basa, según el escrito citado por Reuters, “en indicios de mal funcionamiento irreparable” detectados por una auditoria encargada por el equipo del Presidente.

Con el argumento de que existen “indicios de errores graves que generan incertidumbre y hacen imposible validar los resultados generados” en las urnas de ciertos modelos, reclaman que sean anulados. El escrito está firmado por el Presidente de la República y por el líder del Partido Liberal, con el que concurrió a los comicios y que obtuvo el mayor grupo parlamentario del Congreso.

Desde que perdió las elecciones, Bolsonaro está prácticamente desaparecido. Y su ausencia, su silencio y su negativa a reconocer explícitamente la victoria del izquierdista Lula han envalentonado a sus seguidores más radicales. Durante estas tres semanas, los bolsonaristas más ultras han mantenido concentraciones ante cuarteles de todo el país en las que han reclamado a los militares que den un golpe de Estado e impidan la toma de posesión de Lula, prevista para el 1 de enero.

Las protestas, que comenzaron con decenas de miles de personas, han ido menguando, pero persisten en varias ciudades. La impugnación presentada por Bolsonaro puede dar alas a esos pequeños grupos bolsonaristas que siguen movilizados en las calles.

Bolsonaro culmina así una larga campaña en la que ha cuestionado el sistema de votación vigente y ha sembrado dudas sobre él, pero sin ofrecer nunca pruebas contundentes. Y en este cuarto de siglo no se ha detectado ningún caso de fraude.

De todos modos, sus sospechas han calado en parte de sus seguidores, que están convencidos de que les han robado las elecciones. La erosión de la confianza en las urnas electrónicas de las que tan orgullosa estaba Brasil hasta hace nada es evidente.

Los resultados de las elecciones brasileñas son oficiales desde que así los declaró el Tribunal Superior Electoral la misma noche del 30 de octubre, tras un recuento de infarto. Lula logró el 50,9% (60 millones de votos) y Bolsonaro, el 49,1% (58 millones).

Inmediatamente, fueron reconocidos por los máximos representantes tanto de la Cámara de Diputados, un aliado de Bolsonaro, como del Senado y del Tribunal Supremo. Gobiernos extranjeros, con Estados Unidos a la cabeza, se sumaron rápidamente al reconocimiento y felicitaron a Lula por obtener el que será su tercer mandato tras presidir Brasil entre 2003 y 2010.


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