La encrucijada electoral brasileña
Comienzan a prepararse elecciones en Brasil. Mientras la oposición se organiza, el presidente Bolsonaro enfrenta una campaña también dentro de su bloque. ¿Podrá la democracia lidiar con este escenario polarizado?
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Por: Luiz Eduardo Garcia da Silva1
Brasil presenta un escenario electoral sumamente polarizado y complejo. Hasta hace poco, las elecciones presidenciales brasileñas giraban básicamente en torno a dos opciones. Por un lado, el Partido de los Trabajadores (PT), de centroizquierda, y el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), de centroderecha. Si bien ambos partidos tienen visiones diferentes sobre una serie de variables políticas (el rol del Estado en el mercado, el control fiscal, las políticas sociales, etc.), se puede decir que la resiliencia democrática y la amenaza a las instituciones nunca fueron temas debatidos en las disputas presidenciales.
La paradoja del caso brasileño es que, si bien el PT y el PSDB constituyeron una especie de bipolaridad dentro del mercado electoral presidencial, [1] esta disputa no produjo efectos centrífugos. O, al menos, eso es lo que parecía.
En junio de 2013 una serie de manifestaciones sociales presionaron a los agentes políticos. El descontento generalizado fue luego encabezado por una serie de nuevos movimientos, algunos de naturaleza liberal y otros de inclinación conservadora. En común, ambos denunciaron la incapacidad de las instituciones políticas brasileñas en proveer soluciones prácticas a los ciudadanos. Temas como la corrupción, el aumento de la violencia y el desempleo generalizado comprenden algunos de los elementos allí presentes y que ayudan a entender la implosión de la bipolaridad PT-PSDB y el surgimiento de candidatos antisistémicos.
Antecedentes
Jair Bolsonaro emerge en esta ola crítica en la que se encuentra la democracia brasileña. Lejos de ser un novato en la política, siempre fue una figura controvertida y casi caricaturizada en la escena política. Conocido en Brasil como miembro del bajo clero, generalmente diputados con poca expresión o peso político, difícilmente hubiera tenido la oportunidad de obtener cargos más prestigiosos como el Senado o los Ejecutivos estatales antes de la crisis actual. Fue un político más conocido por su excentricidad que por su capacidad para representar un proyecto político definido.
Su proyecto de candidatura se forjó poco después de la elección de Dilma Rousseff del PT en 2014, en un contexto de creciente polarización ideológica. El descontento del electorado se hizo sentir por el elevado número de abstenciones y votos nulos. [2] En su voto, Bolsonaro, entonces diputado federal, incluso hizo referencia a uno de los torturadores de Dilma durante el régimen autoritario cuando entonces ella formaba parte de un grupo guerrillero.
El ascenso de Bolsonaro provocó una serie de transformaciones en la vida política brasileña. El primero fue la canalización de la derecha hacia un proyecto común. Muchos políticos tradicionales se hicieron cargo de su candidatura y comenzaron a buscar una relación más cercana con él. El objetivo era aprovechar electoralmente esta ola conservadora. También nuevos actores, muchos de los descontentos en 2013, ingresaron al campo de la política institucional a su lado.
El bolsonarismo se convirtió en una idea que reunió a una serie de aliados y simpatizantes como exmilitares, blogueros, representantes de movimientos sociales conservadores e incluso figuras políticas tradicionales vinculadas a la derecha. Aún faltaba un partido para albergar a estas figuras, ya que el Partido Progresista (PP), al que estaba afiliado Bolsonaro en ese momento, rechazó su candidatura.
Nuevos actores
Entonces entró en escena el Partido Social Liberal (PSL). Era una agremiación de menor expresión y en 2014 eligió a un solo candidato para la Cámara de Diputados. El partido se benefició enormemente de la presencia de Bolsonaro en su conjunto. De partido pequeño e inexpresivo, el PSL, además de ganar la presidencia de la República, pasó a ser el partido con la segunda bancada más grande en la Cámara Federal. Tuvo además muchos representantes en las Asambleas Legislativas estatales.
Una vez elegido, comenzó la ruptura de Bolsonaro con el PSL. Cuestiones sobre el uso de los fondos de la campaña y la asignación de parlamentarios en puestos claves en la Cámara presionaron al grupo de aliados bolsonaristas. El propio presidente del PSL durante la campaña, Gustavo Bebianno, perdió su puesto ministerial por conflictos con uno de los hijos de Bolsonaro. Finalmente, al no haber aceptado plenamente sus deseos, el presidente decidió abandonar el partido.
Todo apunta a que en las elecciones brasileñas, Bolsonaro se sumará al Partido Liberal (PL). Partido con la tercera bancada más grande actualmente en la Cámara Federal. A diferencia de lo que sucedió en 2018, Bolsonaro ahora enfrentará la resistencia de algunos de sus antiguos aliados. Además está el costo de haber gobernado el país de manera conflictiva durante cuatro años. Más que eso, al definir su destino en el PL, Bolsonaro desagrada a los aliados cercanos que intentaron atraerlo a sus respectivas agremiaciones. El caso de Roberto Jefferson del PTB, por ejemplo, es el más evidente, ya que su grupo expulsó a políticos que se manifestaron en contra del presidente de la República. Además de perder representación parlamentaria, quedaron sin Bolsonaro.
Perspectivas para las elecciones brasileñas
De hecho, el bolsonarismo se alimenta del conflicto, pero hasta 2018 estos disensos siempre fueron contra adversarios externos. Desde entonces, las rupturas y las disputas internas han creado un nuevo escenario para las elecciones brasileñas del próximo año. El precio de su estrategia electoral en 2018 y la forma de dirigir el gobierno durante los últimos tres años pueden haber sido demasiado costosos. Además de oponentes tradicionales como Lula (PT) o el candidato del PSDB, [3] los bolsonaristas se enfrentan ahora con antiguos aliados. Sérgio Moro, exministro de Justicia de Bolsonaro, y que se ha convertido en uno (más) de los enemigos, ingresó a la carrera presidencial y puede atraer una porción decisiva de los votos que irían para Bolsonaro.
La disputa electoral para 2022 aún no ha comenzado oficialmente, pero el escenario ya se está preparando. Los actores están alineando sus discursos, estrategias y construyendo sus bases de apoyo. ¿Bolsonaro tendrá suficiente destreza política para permitirle enfrentar una campaña en dos frentes simultáneamente? Además, ¿en qué medida la democracia brasileña podrá sostener este escenario tan polarizado?
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Notas
[1] Entre 1994 y 2014, la suma de votos válidos del PT y el PSDB en la primera ronda ascendió al 75%. En un país con una alta fragmentación de partidos, estos datos son significativos.
[2] El voto en Brasil es obligatorio. El acto de no votar debe estar justificado (en zonas electorales en Brasil y consulados en el exterior), de lo contrario el votante será multado. Sin embargo, este valor es bajo y no produce costos reales para quienes no votan.
[3] João Dória y Eduardo Leite, gobernadores de San Pablo y Río Grande del Sur respectivamente, siguen disputando la interna del partido.
1Doctor en ciencia política y economista (Universidad Federal de Río Grande del Sur, Brasil). Excoordinador de proyectos de democracia y Estado de derecho en la Fundación Konrad Adenauer, oficina Brasil (2020).
*Este artículo fue publicado originalmente en dialogopolitico.org el 29 de noviembre de 2021.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo